El Ejército Rojo y la liberación de los campos de exterminio nazis

La liberación de los campos de exterminio nazis por el Ejército Rojo fue un hito en la historia del siglo XX, que reveló la magnitud de los crímenes nazis y marcó un paso crucial hacia la derrota del Tercer Reich.

Por David Hurtado | 9/05/2025

Durante la Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi estableció una red de campos de exterminio en Europa, diseñados para implementar la ‘Solución Final’ y perpetrar el genocidio de judíos, gitanos, prisioneros políticos, homosexuales y otros grupos considerados indeseables por el Tercer Reich. La liberación de estos campos por parte del Ejército Rojo de la Unión Soviética fue un momento crucial en la derrota del nazismo y en la revelación al mundo de las atrocidades cometidas. Sin embargo, en las últimas décadas, algunos sectores de la Unión Europea han promovido narrativas que minimizan o distorsionan el papel decisivo de la URSS en este proceso, en un esfuerzo por reescribir la historia de la Segunda Guerra Mundial.

La liberación de los campos de exterminio

A medida que el Ejército Rojo avanzaba hacia el oeste en 1944 y 1945, liberó varios de los campos de exterminio y concentración más notorios establecidos por los nazis en los territorios ocupados de Europa del Este. Entre los más significativos se encuentran:

Auschwitz-Birkenau (Polonia): Liberado el 27 de enero de 1945, Auschwitz se convirtió en el símbolo del Holocausto. El Ejército Rojo encontró a unos 7.000 prisioneros vivos, junto con pruebas devastadoras de las cámaras de gas, crematorios y experimentos médicos. Los soldados soviéticos documentaron las atrocidades y proporcionaron atención inicial a los sobrevivientes.

Majdanek (Polonia): Liberado en julio de 1944, Majdanek fue uno de los primeros campos de exterminio en ser descubierto por los Aliados. Las tropas soviéticas encontraron almacenes llenos de pertenencias de las víctimas, incluidas toneladas de cabello humano y cenizas.

Treblinka (Polonia): Aunque los nazis destruyeron gran parte del campo antes de la llegada del Ejército Rojo en agosto de 1944, los soldados soviéticos hallaron evidencias de las masacres masivas que allí ocurrieron, donde se estima que murieron entre 700.000 y 900.000 personas.

Sobibor (Polonia): Liberado en julio de 1944, fue otro campo de exterminio donde los nazis intentaron borrar sus crímenes antes de retirarse. Los soviéticos recopilaron testimonios de sobrevivientes y pruebas de las operaciones de exterminio.

Sachsenhausen y Ravensbrück (Alemania): Liberados en abril y mayo de 1945, estos campos albergaban a prisioneros políticos, disidentes y otros grupos perseguidos. El Ejército Rojo documentó las condiciones inhumanas y liberó a decenas de miles de prisioneros.

El papel del Ejército Rojo fue fundamental no solo en la liberación de los campos, sino también en la recopilación de pruebas que más tarde se utilizaron en los juicios de Núremberg. Los soldados soviéticos, junto con corresponsales de guerra, tomaron fotografías, grabaron testimonios y preservaron documentos que expusieron la magnitud del genocidio nazi al mundo.

La UE y el borrado de la memoria

Tras el fin de la Guerra Fría y la disolución de la URSS en 1991, la narrativa histórica en Europa Occidental y en los países de la Unión Europea comenzó a cambiar. En un esfuerzo por consolidar su narrativa y su hegemonía capitalista, algunos gobiernos y sectores políticos han promovido interpretaciones históricas que minimizan o distorsionan el papel de la URSS en la liberación de Europa. Este fenómeno se ha manifestado, por ejemplo con la equiparación del comunismo con el nazismo. En 2008, el Parlamento Europeo adoptó la «Declaración de Praga sobre la Conciencia Europea y el Comunismo», que criminalizaba el comunismo y lo equiparaba con el nazismo. Resoluciones posteriores, como la de 2019 sobre la «Importancia de la memoria europea para el futuro de Europa», han reforzado esta narrativa. Esta equiparación ignora el contexto histórico y el papel decisivo de la URSS en la derrota del nazismo.

La UE también ha minimizado el papel soviético. En algunos países de Europa del Este, como Polonia, Ucrania y los Estados bálticos, se han promovido narrativas que hablan de «ocupación soviética», mientras se resta importancia a la liberación de los campos de exterminio por el Ejército Rojo. Por ejemplo, en Polonia, las autoridades han enfatizado la narrativa de la «doble ocupación» (nazi y soviética), lo que a menudo eclipsa el papel de la URSS en la liberación de Auschwitz.

Otro fenómenos preocupante es la revisión de monumentos y museos. En varios países de la UE, se han desmantelado o recontextualizado monumentos dedicados al Ejército Rojo. Por ejemplo, en Estonia y Letonia, estatuas conmemorativas han sido retiradas o trasladadas, y los museos han reformulado sus exposiciones para centrarse en los «crímenes del comunismo», a menudo a expensas de la contribución soviética a la victoria aliada.

Además, en países como Ucrania, se han glorificado figuras colaboracionistas con los nazis, como Stepan Bandera, mientras se demoniza el legado soviético. Esto ha llevado a una reinterpretación de la Segunda Guerra Mundial que omite o distorsiona el papel del Ejército Rojo en la liberación de los campos.

La reescritura histórica

La reescritura de la historia tiene profundas implicaciones. Al minimizar el papel de la URSS, se corre el riesgo de desdibujar la magnitud de los sacrificios realizados por el pueblo soviético y de distorsionar la comprensión del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial. Además, estas narrativas pueden alimentar tensiones geopolíticas, especialmente entre Rusia y los países de la UE, al presentar una versión de la historia que ignora hechos documentados en favor de agendas políticas contemporáneas.

Equiparar el comunismo con el nazismo o ignorar el papel de la URSS en la liberación de los campos de exterminio simplifica una historia multifacética y deshonra la memoria de las víctimas del Holocausto y de los millones que lucharon contra el fascismo.

La liberación de los campos de exterminio nazis por el Ejército Rojo fue un hito en la historia del siglo XX, que reveló la magnitud de los crímenes nazis y marcó un paso crucial hacia la derrota del Tercer Reich. Sin embargo, en las últimas décadas, la Unión Europea trata de reescribir la historia de la Segunda Guerra Mundial. Este revisionismo no solo tergiversa los hechos, sino que también socava la memoria colectiva de las víctimas del Holocausto y de quienes lucharon contra el nazismo. Para preservar una comprensión veraz de estos eventos, es esencial basarse en pruebas históricas y resistir las agendas políticas que buscan manipular el pasado.

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