El dilema del voluntariado ambiental

Por María Sánchez Murciano

El papel del voluntario ha llegado a tener mucho renombre en nuestro país. Desde hace muchos años, son muchas las asociaciones que, gracias a éstos, llevan a cabo verdaderas heroicidades. En este caso trataré el tema del voluntariado ambiental, la figura del voluntario, el mundo del ecologismo y la ecología, que no es lo mismo; y cómo esto afecta a nuestra sociedad.

Personalmente creo que el voluntariado es una experiencia que todo el mundo debería vivir. También creo que es una figura importante, necesaria, y a la que hay que respetar. Creo que en nombre de la buena voluntad y del activismo se han conseguido muchas victorias. Y por último creo que es totalmente educativo, además de conseguir implicar y sensibilizar a la población con numerosos problemas ambientales actuales. Pero también considero que tiene un lado oscuro. En primer lugar, porque si el voluntario no ha recibido la formación necesaria para desempeñar la actividad, en según qué ocasiones puede hacer más mal que bien. Por otro lado, habría que ver quién organiza ese voluntariado, cuál es su formación y experiencia, pues yo me he encontrado muchas asociaciones cargadas de buena fe pero que han cometido muchos errores y, sobre todo, desperdiciado mucho tiempo, dinero y recursos. Y estos últimos, y más en el mundo del medio ambiente, son muy limitados, por lo que hay que saber aprovecharlos.

El problema es el “postureo”. La foto. Esa buena voluntad de la que el infierno está plagada, como dice el dicho popular. Esto es un problema.

Hasta ahora lo que yo he tenido en mente para tratar de este tema es el voluntariado ambiental proveniente de asociaciones y organizaciones sin ánimo de lucro. Pero, ¿qué es lo que ocurre cuando la organización de las actuaciones viene desde administraciones y organismos públicos? Tanto directamente, con sus convocatorias, como indirectamente, transfiriendo estas competencias a asociaciones y agrupaciones de voluntariado que lleven a cabo las actuaciones en su lugar.

En ese caso podemos, o deberíamos, confiar en que tanto el planteamiento como el desarrollo del proyecto está en buenas manos, tanto o más que en el caso de las asociaciones. El problema viene cuando desde “arriba” se piden voluntarios para llevar a cabo un proyecto. Porque esas personas están desempeñando un trabajo para el cual hay profesionales de distintos niveles que se han estado preparando y formando invirtiendo mucho tiempo, mucho esfuerzo, y probablemente mucho dinero para aprender y conocer una serie de conocimientos y herramientas para mejorar, de alguna forma y desde distintos lugares, el medio que nos rodea.

En este punto me gustaría matizar que dentro de la mayoría de proyectos existe un apartado de educación ambiental en el que se plantean distintas actuaciones con voluntarios, con el fin de divulgar aquello que se está realizando, y a su vez hacer partícipe a la población local del mismo. Esto me parece perfecto y necesario, y me gustaría que quedara como un punto aparte.

Ahora bien, yo he sido voluntaria. De hecho, lo sigo siendo. Y también soy una profesional del medio natural. Yo he pasado por muchas asociaciones, he conocido a muchas personas, he desempeñado muchas funciones en muchos lugares e incluso he tenido responsabilidades importantes. Y le recomiendo a todo el mundo la experiencia, no la de ir un día a plantar un árbol, sino la de formar parte activa de un colectivo. La de ser activista. La de dedicar tiempo y esfuerzo de tu vida a llevar a cabo un trabajo por el que no vamos a cobrar, pero del que vamos a recibir una gran satisfacción. Creo que el voluntariado debe existir. Y creo que todo el mundo debe tener esa experiencia. Pero también creo que debe definirse y acotarse el área de actuación del mismo, centrándose en desempeñar tareas simbólicas, totalmente delimitadas y que en ningún caso pongan en peligro o sustituyan puestos de trabajo reales. Porque existe una línea terriblemente delgada entre el activismo, voluntariado o colaboración, y trabajar de forma gratuita. Y plantar un árbol en una ocasión en una zona concreta puede ser muy educativo, de hecho, es totalmente recomendable. El problema es cuando hay realmente problemas, por ejemplo, de adaptación de una especie en un lugar concreto, y quienes solucionan o intentan solucionarlo son un grupo de voluntarios. Esto es un grave error.

Además, desgraciadamente, se peca demasiado de poseer un conocimiento que ni es real ni tiene bases científicas y, con toda la buena voluntad del mundo, se ha hecho mucho daño en nombre del ecologismo. E insisto, no por maldad, sino por ignorancia. Esto es lo que no se puede permitir. No puede ser que personas que no posean los conocimientos necesarios para llevar a cabo un proyecto lo redacten y ejecuten, bajo la aprobación de la administración o entidad competente.

Por otro lado, es cierto que existen asociaciones serias que cuentan con numerosos expertos, y que además tienen en cuenta la opinión de otros tantos que no forman parte de la misma, y que todas aquellas actuaciones que llevan a cabo con voluntarios tienen una base científica sólida. También es cierto que aquella que más conozco cuenta con grupos de voluntarios que tienen sus propios proyectos individuales, supervisados por los expertos anteriores, pero que en ningún caso llevan a cabo trabajos o proyectos grandes en los que verdaderamente podrías decir que están ocupando el puesto de un profesional. Al contrario, se basan en actuaciones correctas tanto en su planteamiento como en su ejecución pero que son mayoritariamente simbólicas, y por supuesto realizadas a una muy pequeña escala.

El ecologismo es un movimiento social; la ecología, una ciencia; y en este país han estado muy desvinculadas demasiado tiempo. Lo que no puede ser es que en nombre del ecologismo se cometan graves errores sin tener en cuenta a los ecólogos (y a la comunidad científica de las ciencias ambientales en general), que para más inri se consumen en la cola del paro. Es muy importante estudiar dónde está el límite entre una acción de voluntariado para concienciar y poner tu granito de arena, y el trabajo de un profesional. Y por supuesto, respetar su opinión y dejarse aconsejar. Lo que no puede ser aceptable es que el trabajo ambiental real y necesario que existe en este país se lleve a cabo por personas voluntarias y no por los profesionales formados (también con dinero y recursos públicos) para ejecutarlo.

Por último, para quienes justifican estas actuaciones debido a la necesidad o urgencia ante la pasividad de los políticos y administraciones, decir que llevarlas a cabo por nosotros (como sociedad civil) favorece que se trasladen las competencias a estos grupos, acabando por exculpar la falta de compromiso y actuación, cuando lo que debemos hacer es exigir de forma activa y constante un compromiso real por parte de estos órganos hacia el medio ambiente y su conservación.

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