El dilema de la tasa turística y la sostenibilidad del territorio

Por Joan Ramon Sanchis Palacio

España ha contado tradicionalmente con un sector turístico potente que ha actuado de motor de la economía en épocas de crecimiento. Junto con el sector de la construcción, son los dos sectores que mayores tasas de crecimiento experimentan en situaciones de normalidad y de boom económico. Sin embargo, “no es oro todo lo que reluce”. Dos son las principales debilidades del turismo en España: la temporalidad de su demanda y la precariedad del empleo que genera. Y en los dos casos es debido a que se trata de un sector económico de bajo valor añadido y un grado de sostenibilidad muy reducido. Esto hace que su impacto económico sea mucho menor del que podría ser o del que realmente pensamos que es.

A pesar de ser un sector tradicional y con gran experiencia en su implementación, no se ha sido capaz de crear una oferta turística de calidad, al predominar un turismo de sol y playa enfocado a una demanda de bajo poder adquisitivo y de poca calidad. Esto hace que sea un sector muy inestable y sensible a los cambios de ciclo económico. El aumento de la competencia procedente de otros países donde el turismo de sol y playa está mucho menos explotado y es más barato (países bálticos) ha producido un efecto negativo en el turismo español. El desvío de este tipo de turismo hacia otros destinos turísticos produce un efecto económico negativo de difícil solución.

Por otra parte, se trata de un sector con unas elevadas tasas de temporalidad y baja calidad del empleo. Durante la temporada turística se crea mucho empleo, lo que contribuye a disminuir las estadísticas del desempleo, pero la mayor parte de este corresponde a contratos temporales. También existe un porcentaje alto de economía sumergida y de subempleo con salarios bajos y condiciones laborales indignas. El caso de las kelly es representativo de lo que estamos apuntando, pero no es la única profesión vinculada al turismo, que padece las consecuencias de un empleo de baja calidad. Además, en épocas de crisis, el empleo se destruye con gran facilidad, al igual que sucede en el sector de la construcción. Es un sector que decrece a un ritmo muy superior al que crece.

Los cambios en este sector han sido mínimos durante varias décadas, tanto desde el punto de vista estratégico como desde otros aspectos. Sin embargo, sí se ha producido una digitalización del sector con la irrupción de la mal llamada economía colaborativa. Grandes empresas digitales han irrumpido en el sector, creando una nueva oferta que es tanto o más precaria que la oferta tradicional y que está creando nuevas formas de explotación del trabajo a través de los falsos autónomos. Competencia desleal que afecta a los negocios tradicionales, pero que es justificada por la mayor comodidad y menor precio para los clientes a través de las plataformas digitales. Es la irrupción de la economía low cost en el turismo, que está produciendo un impacto negativo en el territorio, tanto social como ambiental: empeoramiento de las condiciones de vida de la población que se asienta en los territorios que más sufren este tipo de turismo y degradación y destrucción del medio ambiente debido a un turismo de masa que algunos denominan turismo de “borrachera”. Cada vez son más las ciudades que sufren las consecuencias de este tipo de turismo.

La derecha política se ha alineado en las posiciones contrarias a la tasa mientras que la izquierda está a favor.

Sin duda alguna, por todos los aspectos apuntados, estamos ante un sector turístico que es insostenible desde todos los puntos de vista. Genera mucho menos valor económico del que realmente se piensa y produce un fuerte impacto negativo para la sociedad (valor social y ambiental negativo). El valor económico del turismo habría que medirlo en función de los ingresos medios por turista que se recibe y no solo en valores absolutos. Y por supuesto que habría que calcular y deducir el impacto negativo que produce a nivel social y ambiental.

Es en este contexto en el que deberíamos plantear el dilema de la tasa turística. Algunos territorios ya la han implantado desde hace años mientras en otros se ha abierto un debate intenso en el que hay tanto opiniones a favor como en contra de dicha tasa. Generalmente, la derecha política se ha alineado en las posiciones contrarias a la tasa mientras que la izquierda está a favor. También hay algún partido político que está jugando al populismo y la demagogia para sacar rédito electoral de esta situación, al no manifestarse con claridad. Por su parte, una parte importante de las empresas del sector son contrarias a implantar la tasa, señalando que ésta puede afectarles negativamente, al producir una reducción de la demanda turística. El melón está abierto y actualmente hay una gran incertidumbre al respecto.

La implantación de la tasa turística puede ser un buen instrumento para transformar el modelo turístico español, apuntando hacia un modelo basado en la sostenibilidad del territorio.

Se ha de señalar que los territorios que han implantado la tasa turística, no han tenido efectos negativos sobre las empresas y el sector, por lo que habría que descartar este argumento. Es más, aplicar una tasa turística puede ser un elemento de diferenciación del sector, creando una imagen de calidad, que permita atraer una demanda de mayor poder adquisitivo. De hecho, si realmente se está pensando en un cambio del modelo turístico español, apostando por un turismo de calidad con mayor valor cultural, paisajístico y patrimonial, la aplicación de una tasa turística puede ser un factor positivo en este sentido. Pero sobre todo, aplicar esta tasa se ha convertido en algo necesario para compensar los impactos negativos que el nuevo turismo indiscriminado produce en el entorno social y ambiental del territorio. O se aplica esta tasa o cada vez habrá que destinar más dinero de los presupuestos generales para atender la degradación que se produce como consecuencia de este turismo. Habrá que elegir una opción u otra. De lo que no cabe duda es que cada vez habrá que destinar más inversiones para hacer frente a los impactos que el turismo produce en la sociedad y el territorio. Desde el punto de vista económico, parece lógico cargar sobre el turista una parte de los costes ocasionados para esta actividad. “Quien la hace la paga” es el dilema que puede garantizar la justicia social.

Por los aspectos apuntados, la implantación de la tasa turística puede ser un buen instrumento para transformar el modelo turístico español, apuntando hacia un modelo basado en la sostenibilidad del territorio. Mantener el modelo actual nos lleva inexorablemente a la destrucción del territorio y de todo su potencial económico y social. Nos estamos cargando “la gallina de los huevos de oro”. Alguna cosa habrá que hacer pero con sensatez y siempre pensando en el largo plazo, en lo que vamos a dejar a nuestras generaciones futuras. En eso consiste la sostenibilidad.

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