Un emocionante relato, real, acerca del intento de secuestro con fines criminales del abogado Luis Toro por un comando de la DINA, policía paralela del régimen de Pinochet, sufrido en su propio domicilio una noche del mes de Septiembre 1986, durante la dictadura pinochetista.
Por Alfonso Salazar | 3/02/2025
Un destacamento del Frente Patriótico Manuel Rodríguez intenta asesinar al dictador Augusto Pinochet en el Cajón del Maipo en lo que se denominó como “La Operación Siglo XX”. Cinco escoltas de Pinochet mueren acribillados, otros tantos heridos, muchos de ellos al huir del lugar donde se produjo el tiroteo. El dictador salva ileso con lesiones menores en su mano derecha. El Mercedes Benz blindado, la pericia del chofer del entonces jefe de Estado que huyó marcha atrás y la impericia de un integrante del Frente que no tomó la distancia necesaria para disparar su cohete Low fueron los causantes la salvación de Pinochet.
Luego de recuperarse, Pinochet ordena al general Humberto Gordon, jefe de la CNI, la policía política del régimen que tome venganza.
Gordon, cita a su jefatura de la CNI en el cuartel Borgoño, cerca de la estación Mapocho, hoy ocupada por la PDI.
El jefe operativo de la CNI es el teniente coronel del Ejército, Álvaro Corbalán, que llega raudo desde Papudo donde estaba, era conocido como “Alvarito” al interior de esta organización criminal.
Gordon les da una arenga: “Salgan a buscar a los que hicieron este crimen”. Y la última frase que se escucha es: “Dos por uno” que significa que tienen que asesinar a dos personas de izquierda por un escolta de Pinochet muertos. O sea debían asesinar a diez.
Y el grupo de criminales fundamentalmente del Ejército y uno que otro carabinero en actividad, pero adscritos a la CNI, la mayoría presos en Punta Peuco, salen a buscar a los que asesinarán.
Contra el tiempo, y con la intención de infundir temor, los agentes de la CNI improvisaron un método para elegir a las víctimas: tomaron las primeras carpetas que tenían a mano en la Unidad de Análisis de la CNI, donde aparecían opositores con “antecedentes de participación en actividades terroristas” y de “mayor peligrosidad”.
Aunque la CNI no logró asesinar a 10 personas, sí eliminó a cuatro: al electricista Felipe Rivera (PC), al artista Gastón Vidaurrázaga (MIR), al periodista Pepe Carrasco (MIR) y al publicista Abraham Muskatblit (PC).
El mismo grupo de asesinos, contando con la complicidad del toque de queda y de las mismas autoridades de la dictadura, llegaron al domicilio de la quinta persona que debían asesinar.
El quinto era el abogado Luis Toro en ese entonces trabajaba en la Vicaría de la Solidaridad del Arzobispado de Santiago y era el que presentaba la mayoría de los recursos de amparo y de protección de los perseguidos por la dictadura.
Cambio21 conversó en exclusiva con Luis Toro, quién luego de la vuelta a la democracia llegó a ser jefe jurídico del Ministerio del Interior y este es su testimonio a 34 años exactos del intento de secuestro y asesinato en su contra:
¿Cómo sucedieron los hechos que significaron el intento de secuestro y asesinato en contra suyo?
En la madrugada posterior al atentado contra el dictador, un comando integrado por agentes de la CNI comenzó a actuar asesinando personas en represalia por el atentado, señalando que matarían a diez opositores vengando la muerte de los cinco escoltas de Pinochet.
Nosotros, los funcionarios de la Vicaría de la Solidaridad, fuimos advertidos del actuar de este comando al día siguiente, donde ya había dos asesinatos, entre ellos el periodista José Carrasco en las afueras del Parque del Recuerdo. Se nos informó que la venganza sería asesinar a opositores incluido un miembro de la Vicaría.
Esta información fue entregada por la embajada de EEUU, pues sus servicios de inteligencia tenían infiltrado a parte de la CNI.
La noche de ese día y la madrugada del 9 de septiembre de 1986, el comando asesino continuó actuando matando a otras dos personas.
Después se dirigieron a mi hogar.
¿Qué pasó en ese momento?
Eran cerca de las dos de la madrugada, sentí que cerraban puertas de varios vehículos en pleno toque de queda y al asomarme desde la ventana del segundo piso de mi casa, observo con terror que sujetos con pasamontañas, saltaban con gran agilidad la reja de entrada. Comenzaron a golpear puertas y ventanas con la intención derribarlas para ingresar a sacarme.
Afortunadamente la casa tenía puertas dobles con trancas de acero y todas las ventanas con barrotes. Había sido construida por una persona que llegó de Europa después de la guerra, era judío y tenía el trauma de haber perdido a casi toda su familia por los nazis y quería vivir en un lugar seguro.
¿Cuál fue su reacción?
Estaba aterrorizado, rogando que no pudieran entrar. A mis hijos los escondí debajo de la cama en el segundo piso. Activé un protocolo que teníamos los funcionarios de la Vicaría para situaciones cómo está. Prendí las luces y comencé a gritar que había ladrones y se me iba la vida en esos gritos. Logré que los vecinos prendieran luces y uno de ellos gritó: “Lucho qué pasa? voy con la pistola para allá!”, y era un policía que vivía ahí mismo.
Al escuchar esto los sujetos se replegaron saltaron la reja de vuelta y se fueron. Yo avisé muy rápidamente de la situación al secretario ejecutivo de la Vicaría quien a su vez avisó a Carabineros que estaban tratando de ingresar a robar a mi casa y dio la dirección. A los pocos minutos volvieron los sujetos en tres autos y un jeep, se detienen cubriendo la entrada de mi casa y al frente de la calle.
Me gritaban que saliera que me querían proteger. Obvio que no salí… Sorpresivamente estos sujetos corren a los vehículos y se retiran. Casi al instante llegaron dos patrullas de Carabineros quienes manifestaban que venían por el robo. Bajé, hablé con un oficial joven y le dije la verdad de lo ocurrido. Inspeccionaron el lugar y me dijeron que era evidente que habían tratado de ingresar. Vieron a mis hijos, todos estábamos aterrorizados.
El oficial que escuchaba la radio de carabineros permanentemente, me dijo que me fuera con mi familia “que esas personas” van a volver y ellos no podían hacer nada.
Le dije que estábamos en estado de sitio con toque de queda, que no podía salir. Hizo un llamado y me dijo que me escoltarían con patrullas a otro lugar. Nos subimos a mi auto y nos fuimos vestidos tal como estábamos, a la casa del secretario ejecutivo de la Vicaría quien nos recibió entre lágrimas cuando llegamos.
Usted, cuatro años después de ese atentado, trabajó en el ministerio del Interior y tuvo poder. ¿Supo quien fue a tratar de secuestrarlo para asesinarlo?
Sí. La investigación arrojó los nombres de todos los agentes de la CNI que actuaron comandados por Álvaro Corbalán que está preso por estos crímenes y otros. Dentro del comando que actuó en mi contra y que sugirió asesinarme, estaba el carabinero adscrito a la CNI Francisco Zúñiga Acevedo, que me culpaba de ser el abogado que lo denunció como miembro de un violento grupo denominado “Gurkas” que atacó salvajemente a opositores en una plaza para un primero de mayo.
Este sujeto, cuando supo que sería detenido por los asesinatos y el intento de secuestro en mi contra, se suicidó al interior de un taxi en el que estaba trabajando en el parque intercomunal en el sector oriente de Santiago.
Por fortuna, denunciamos públicamente este intento de secuestro y asesinato y el grupo de la CNI, detuvo su criminal sangriento tour en esos días.
Mis respetos a mi amigo Luis Toro que esa noche escapó de la muerte junto a su familia.
Honor y gloria amigo, si, Honor y gloria.
Luis Toro es reconocido por su larga trayectoria como abogado y defensor de Derechos Humanos en la emblemática Vicaría de la Solidaridad durante la dictadura de Pinochet. Salvó la vida de centenares de personas condenadas por el régimen dictatorial de Pinochet, escondiendo a los perseguidos y condenados a muerte en la sede de la Vicaria de la Solidaridad y denunciando estos crímenes y secuestros en prensa extranjera y ante la corte de Derechos Humanos en Bruselas.
Este artículo fue publicado originalmente en Loquesomos.
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