En su afán por imponer una versión conveniente de la historia, las élites capitalistas de Bruselas buscan despojar a los pueblos de su memoria colectiva, reemplazándola por una narrativa que glorifica el proyecto liberal europeo.
Por Víctor Siles | 9/05/2025
El 9 de mayo de 1945, el mundo fue testigo de una de las mayores hazañas de la historia: la victoria del Ejército Rojo sobre la Alemania nazi, un triunfo que marcó el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa y la derrota definitiva del fascismo. El pueblo soviético, con su sacrificio, coraje y determinación, desempeñó un papel decisivo en la liberación de Europa del yugo nazi. Más de 27 millones de ciudadanos soviéticos, entre soldados y civiles, dieron sus vidas en esta lucha titánica, soportando el peso de una guerra brutal que devastó su territorio y puso a prueba su resistencia. Desde la heroica defensa de Stalingrado hasta la ofensiva final que izó la bandera roja sobre el Reichstag en Berlín, el Ejército Rojo no solo salvó a su patria, sino que liberó a la humanidad de una ideología genocida que amenazaba con sumir al mundo en la oscuridad.
Esta victoria no fue solo militar, sino profundamente moral. La Unión Soviética, con su sistema socialista y su pueblo unido, demostró que la solidaridad, la justicia y la lucha colectiva podían derrotar incluso al enemigo más potente. La gesta del Ejército Rojo no pertenece solo al pueblo ruso o a los pueblos de la antigua URSS; es un legado universal, un faro de esperanza para todos aquellos que resisten la opresión y el totalitarismo.
Sin embargo, hoy asistimos a un intento deliberado por parte de la Unión Europea de reescribir esta historia y borrar la memoria antifascista. En un acto de profunda vergüenza histórica, Bruselas ha decidido vaciar de contenido el 9 de mayo, fecha que conmemora el Día de la Victoria sobre el nazismo, para renombrarlo como el “Día de Europa”. Esta maniobra no es casual: busca diluir el significado de la derrota del fascismo y desvincularla del papel central de la Unión Soviética. Al hacerlo, la UE no solo ignora el sacrificio de millones de soviéticos, sino que también deshonra a todos los que lucharon contra el nazismo, desde los partisanos hasta los movimientos de resistencia en toda Europa.
Esta tergiversación forma parte de una campaña más amplia para manipular la narrativa histórica y equiparar el comunismo con el fascismo, un falseamiento que pretende justificar el resurgimiento de ideologías ultranacionalistas y la demonización de los movimientos progresistas. En su afán por imponer una versión conveniente de la historia, las élites capitalistas de Bruselas buscan despojar a los pueblos de su memoria colectiva, reemplazándola por una narrativa que glorifica el proyecto liberal europeo mientras ignora sus propias complicidades históricas con el fascismo.
Pero la verdad es irreductible. A pesar de los esfuerzos de la UE por manipular la opinión pública, los pueblos del mundo no olvidan. Desde América Latina hasta Asia, desde África hasta los propios países europeos, millones de personas reconocen y honran el sacrificio del pueblo soviético. Cada 9 de mayo, el mundo conmemora la derrota de la Alemania nazi a manos de la URSS. Los monumentos al soldado soviético, las marchas antifascistas y las voces de los que defienden la verdad histórica son prueba de que la memoria no puede ser borrada.
La Unión Europea puede intentar reescribir la historia, pero no podrá manipular eternamente a la opinión pública. La verdad, como el espíritu del Ejército Rojo, es indomable. Los pueblos del mundo, conscientes de la deuda que tienen con aquellos que derrotaron al nazismo, no permitirán que esta gesta sea olvidada. En este nuevo 9 de mayo, alzamos la voz para decir: ¡Gloria al Ejército Rojo! ¡Viva el Día de la Victoria! La historia, escrita con la sangre y el coraje de millones, prevalecerá sobre las mentiras de Bruselas.
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