El derecho a representación de las emigradas: Circunscripción de Exterior

Por Iván Batista Hernández

Una de las formas más efectivas de silenciar a la emigración es la de dificultar su derecho al voto, como se hace en España con el sistema del voto rogado. Sin embargo, existen más métodos para hacer que la voz de aquellas que más desean gritar, las personas desplazadas por necesidades económicas, no resuene en el Congreso ni sea partícipe de la llamada conversación nacional.

Cuando la emigración carece de representación en las instituciones de España se le está negando su derecho a ser amparadas por el país del que provienen. Por ello, la creación de una circunscripción del Exterior para que la diáspora esté representada y las injusticias que pueda sufrir sean denunciadas en las más altas esferas del Estado por políticos que son a su vez emigrados conocedores de los problemas de este colectivo es vital para la democracia de una nación con 2.103.951 de electores residentes en el extranjero según los últimos datos del INE. De crearse dicha circunscripción, sería la tercera en número de electores por detrás de Madrid y Barcelona.

Esto no es una idea novedosa, ni mucho menos utópica. Hay diferentes países en nuestro entorno como Francia o Italia que han implantado esta medida como manera de proteger los derechos de sus emigradas. El caso de Italia podría ser paradigmático a la hora de pensar en cómo podríamos crear nuestra propia circunscripción de Exterior.

En Italia hay 4.230.854 electores residentes en el extranjero de acuerdo con la información dada por su Ministerio de Interior. Estos cuatro millones de italianos tienen doce diputados velando por sus derechos en el Congreso del país, por lo que su emigración tiene un escaño por cada 352.471 votantes. Además, en este caso se dividen los escaños proporcionalmente por continentes; es decir, Europa y América del Sur tienen cuatro escaños cada una al ser las zonas más pobladas, mientras que América del Norte tiene dos al igual que la suma del resto de continentes (Asia, África y Oceanía).

Las personas residentes en el extranjero deberían poder ser elegidas para luchar por los intereses de toda ciudadana española que se haya ido del país tanto a nivel nacional como autonómico

Si aplicamos la fórmula italiana a España habría un total de seis escaños que representaría a las emigrantes. Al tratarse de un número tan bajo de escaños se podría crear una circunscripción única en la que los partidos decidan de qué continente provienen los principales miembros de sus listas. Si quisiéramos ser fieles al sistema de Italia, Europa tendría dos escaños, América tres, y el resto de continentes juntos uno. Cabe destacar que en Valencia, la tercera circunscripción con más votantes del país, hay aproximadamente 200.000 electores menos que en la propuesta circunscripción del Exterior y son representados por 15 diputados. Por lo tanto, la horquilla mínima para la representación de la emigración debería estar entre los 6 y 16 escaños.

Las personas residentes en el extranjero deberían poder ser elegidas para luchar por los intereses de toda ciudadana española que se haya ido del país tanto a nivel nacional como autonómico. En Castilla y León se hizo un pequeño avance, pues Izquierda Unida – Castilla y León en Marcha (la coalición de IU, Anticapitalistas, PCAS-TC y ALTER) propuso la creación de una “décima provincia” que representase a los más de 176.000 castellano y leoneses emigrados con el mínimo de un procurador en las Cortes. La coalición no logró conseguir ningún escaño en las pasadas elecciones de mayo, pero el simple hecho de que un partido recogiera dicha propuesta en su programa autonómico es un buen comienzo. Aunque ni de lejos suficiente.

El debate sobre la creación de una circunscripción del Exterior en España es inexistente y ahora que hemos acabado con dos procesos electorales consecutivos impera la necesidad de abrirlo, pues es una propuesta beneficiosa no solo para la emigración, también para el Gobierno de Sánchez, puesto que los consulados podrían convertirse en colegios electorales, con sus propios recuentos y papeletas, extinguiendo así el voto rogado tal y como había prometido que haría. Por lo tanto, podemos afirmar que la presencia total en las instituciones, el derecho de la persona emigrada a ser elegida como representante de su colectivo, y el fin de las trabas burocráticas a la hora de votar serían las principales ventajas de crear la quincuagésimo tercera circunscripción electoral del país.

Hemos de dejar de bloquear la voz de una parte de la población española que aumenta con los años y para ello  es crucial la fundación de una circunscripción del Exterior antes de las próximas Elecciones Generales. Para hacerlo realidad, como suele pasar, hay que concienciar a la ciudadanía española introduciendo la idea en la conversación nacional, es decir, en los medios de comunicación y en los discursos de los principales grupos políticos que tanto presumieron de defender a la diáspora las pasadas campañas.

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