El cura verdugo de Ocaña

El padre Rodríguez era el capellán del Penal de Ocaña en Toledo. Un pueblo en el que se registraron entre 1939 y 1959, mil trescientas víctimas de la represión franquista.

Por María Torres

 

“Cuando estuve en el penal de Ocaña nos sacaban al patio todos los días para oír misa. ¿Sabes lo que nos decía el padre Rodríguez? Un cura que luego estuvo en Toledo, un cura que llevaba un pistolón debajo de la sotana y que se le notaba el bulto. Nos decía: vosotros rojos, ¿sabéis a lo que tenéis derecho? ¡De la tierra que pisáis hacia el cielo no tenéis derecho a nada! ¡De la tierra que pisáis hacia abajo tenéis derecho a unos centímetros donde enterraros!. Luego este cura Rodríguez cuando tocaba fusilar a una saca, la noche antes te confesaba y por la mañana iba al fusilamiento y se encargaba de dar el tiro de gracia… ¿Qué te parece el pájaro? ¡Eso el cura!”. (Victorino F. en “Las condiciones de vida en la comarca de La Mancha toledana durante la Guerra Civil y Postguerra” de Isidro Cruz Villegas y Mª Dolores Cruz Villegas)

El padre Rodríguez era el capellán del Penal de Ocaña en Toledo. Un pueblo en el que se registraron entre 1939 y 1959, mil trescientas víctimas de la represión franquista.  A este mensajero de Dios en la Tierra le pusieron el apelativo de «el verdugo de Ocaña» y el «cura asesino». Entre consuelo espiritual y confesiones,  participaba en las palizas a los presos y se encargaba de dar el tiro de gracia a los fusilados. Cuentan que a veces, los remataba a martillazos.

Todos sabíamos que era el cura. Participaba en las palizas y después gustaba de coger su pistola y dar el último disparo. Pero poco sabíamos de él. No se dejaba ver por el pueblo y un buen día desapareció de la prisión. Ni siquiera recuerdo su nombre”. (Teófilo Fernández)

Aparte de la memoria oral de los que vivieron para contarlo, el único testimonio de los crímenes de este siniestro personaje, es el que recoge un poema escrito por Miguel Hernández y los presos a los que éste enseñaba a leer y a escribir e impartía clandestinamente clases de poesía en el penal de Ocaña.  

El cura verdugo de Ocaña

Muy de mañana, aún de noche,

Antes de tocar diana,

Como presagio funesto

Cruzó el patio la sotana.

¡Más negro, más, que la noche

Menos negro que su alma

El cura verdugo de Ocaña!

 

Llegó al pabellón de celdas,

Allí oímos sus pisadas

Y los cerrojos lanzaron

Agudos gritos de alarma.

¡Valor, hijos míos,

que así Dios lo manda!

Cobarde y cínico al tiempo

Tras los civiles se guarda,

¡Más negro, más, que la noche

Menos negro que su alma

El cura verdugo de Ocaña!

 

Los civiles temblorosos

Les ataron por la espalda

Para no ver aquellos ojos

Que mordían, que abrasaban.

 

Camino de Yepes van,

Gigantes de un pueblo heroico,

Camino de Yepes van.

Su vida ofrendan a España,

Una canción en los labios

Con la que besan la Patria.

 

El cura marcha detrás,

Ensuciando la mañana.

¡Más negro, más, que la noche

Menos negro que su alma

El cura verdugo de Ocaña!

 

Diecisiete disparos

Taladraron la mañana

Y fueron en nuestros pechos

Otras tantas puñaladas.

 

Los pájaros lugareños

Que sus plumas alisaban,

Se escondieron en los nidos

Suspendiendo su alborada.

 

La Luna lo veía y se tapaba

Por no fijar su mirada

En el libro, en la cruz

Y en la star ya descargada.

 

¡Más negro que la noche.

Menos negro que su alma

El cura verdugo de Ocaña!

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