El comercio justo

Por Manuel López Arrabal

El pasado sábado 12 de mayo se celebró el día mundial del comercio justo bajo el lema “Somos Comercio Justo”. La Coordinadora Estatal de Comercio Justo de España publicó ese día un manifiesto “para recordar a los millones de personas de todo el mundo que están detrás de los productos que consumimos y que sufren insoportables formas de explotación”.

El comercio justo es un mercado económico alternativo muy poco conocido, sobre todo en España. Aunque afortunadamente este mercado se está conociendo cada vez más en todo el mundo y desde hace años crece a un ritmo mucho mayor que el todopoderoso mercado capitalista. En el 2016 en España la facturación de comercio justo ascendió a 40’05 millones de euros, lo que supone cinco millones más que en 2015. Este incremento dobla al registrado en los dos años anteriores, aunque España sigue estando aún a la cola de la mayoría de países europeos. La alimentación, y en particular el café, el azúcar y el cacao continúan siendo los artículos más vendidos, por delante de los textiles y de los productos de artesanía.

El objetivo del comercio justo es principalmente favorecer a los pequeños productores de los países pobres, organizados en cooperativas, para que obtengan la mayoría de los beneficios por la venta de sus productos. Los gastos de los intermediarios se reducen al mínimo necesario. De este modo, se evita la explotación de los trabajadores, la mano de obra infantil y los abusos de las empresas distribuidoras y multinacionales alimentarias. Estas “megaempresas” controlan los precios, obligando a los agricultores, ganaderos y artesanos a vender muy barato, sin tener en cuenta las condiciones de vida de las familias de los trabajadores. El comercio justo, en cambio, permite que el dinero de los ciudadanos concienciados de los países desarrollados pueda ayudar en la mejora de las condiciones de vida de las familias y comunidades de los países más desfavorecidos. Se calcula que hoy día en los países del Sur hay más de 2,5 millones de familias campesinas y artesanas de más de 70 países que han mejorado sus condiciones de vida gracias al comercio justo.

Aparte del salario digno y unas buenas condiciones de trabajo, entre los principios del comercio justo también se encuentra el medioambiente, la salud, la igualdad de género y la protección de la infancia. Para el cumplimento de los principios relacionados con el medioambiente y la salud, hay que tener en cuenta que la práctica totalidad de la producción alimentaria y cosmética es ecológica, así como la mayor parte de la materia prima obtenida para la elaboración de productos artesanos y textiles.

La iniciativa de este tipo de comercio tiene su origen en el año 1964, cuando se celebró la primera conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Dicho encuentro dio lugar a la apertura de las primeras tiendas solidarias en Holanda, Alemania, Suiza, Austria, Francia, Suecia, Gran Bretaña y Bélgica, promovidas y apoyadas por organizaciones progresistas y de estudiantes. En la actualidad, existen más de 4.000 tiendas especializadas que venden exclusivamente productos de comercio justo en Europa, Canadá, Estados Unidos y Japón, pertenecientes, en su gran mayoría, a organizaciones no gubernamentales o cooperativas de consumidores, siendo las menos de gestión privada.  Últimamente también se pueden encontrar productos de este tipo en algunas tiendas y supermercados convencionales. Para distinguirlos, se ha creado el Sello de Comercio Justo (FLO, son sus siglas en inglés), que lleva la palabra FAIRTRADE, y que es usado actualmente en los 22 países más consumidores de estos productos. Hay más de un millón y medio de productores en los países del Sur vinculados al sello FLO, con lo que se calcula que mejoran las condiciones de vida de casi 8 millones de personas, una población mayor que, por ejemplo, la de Cataluña. Según estadísticas recientes, sólo el 28% de los españoles reconocen el Sello de Comercio Justo, mientras que, en el Reino Unido, el porcentaje llega al 95%.

Si las pequeñas y medianas empresas de los países más desarrollados (tiendas, supermercados, pequeños hoteles u hostales, alojamientos rurales, bares y restaurantes, etc.) van asumiendo poco a poco la adquisición de productos procedentes del comercio justo, aumentarían las exportaciones de África, Asia y América Latina; si aumentaran en sólo un 1%, saldrían de la pobreza unos 128 millones de personas.

Sin embargo, en relación a las grandes empresas y multinacionales, hay ONGs que prefieren mantener completamente separados los canales de distribución para impedir que cualquier empresa o multinacional abiertamente explotadora, obtenga también beneficios del sistema alternativo. Para estas organizaciones el objetivo no puede ser sólo vender más. Federica Carraro, miembro de la organización Sodepaz, afirma que nunca se puede justificar la colaboración con empresas que crean empleos temporales y de baja calidad. Si el comercio justo construye un modelo coherente a base de asociaciones, cooperativas y consumidores concienciados, a largo plazo su eficacia puede ser mucho mayor que colaborar aceleradamente con un sistema que no quiere cambiar como, por ejemplo, la cadena de cafeterías Starbucks que, por una parte se beneficia de los bajísimos precios a los que obtiene el grueso del café que vende y, por otra, sirve unos cuantos cafés ecológicos de comercio justo para poder lavar su imagen de cara a sus clientes.

A España llegan artículos de comercio justo de unos 50 países de Asia, Africa y América Latina, que se venden en más de 1300 establecimientos comerciales, siendo tan solo un centenar las tiendas que están totalmente especializadas en este tipo de productos, entre ellas, las de algunas ONGs (IDEAS, SETEM, INTERMON OXFAM,…). Aquí debo señalar que hay tiendas de dietética y de productos ecológicos que los ofrecen por ser, los de comercio justo, de excelente calidad y casi siempre ecológicos cuando se trata de alimentos, textil o cosmética. Normalmente, estos artículos suelen ser de un 15 a un 30% más caros que los similares no ecológicos de los supermercados y tiendas convencionales. Pero ¿por qué resultan más costosos si se evitan los intermediarios? La respuesta es bien sencilla: comprar calidad y pagar sueldos dignos tiene su precio. Además, el precio que finalmente paga el consumidor por ellos no es el que le gustaría pagar o está acostumbrado a pagar, sino lo que valen realmente. El comercio justo beneficia 5 veces más a los productores que el comercio convencional. Por ejemplo, en una tableta de chocolate, el productor de comercio justo recibe el 33% sobre el precio final, mientras que en el comercio convencional solo recibe de media el 6%.

Precisamente los precios más altos de los productos solidarios están sacando a la luz la cadena de abusos necesaria para que los ciudadanos de los países más ricos, compren toda clase de productos a bajo coste. Por otra parte, el precio de los productos convencionales es consecuencia del libre mercado y la voraz competencia en los países ricos. El objetivo de abaratar los precios de los productos para hacerlos más competitivos, afecta fundamentalmente al productor, quien finalmente acaba recibiendo una miseria por su trabajo. El sistema de comercio justo funciona exactamente al revés. Los productores, miembros de cooperativas democráticas, deciden cuánto quieren cobrar para satisfacer sus necesidades. Las condiciones de trabajo son dignas, el salario es justo en relación al nivel de vida en su país y finalmente el producto resultante es de una calidad garantizada. Además, se firman acuerdos de colaboración a largo plazo, suprimiéndose así la incertidumbre que caracteriza a las estrategias capitalistas neoliberales. De esta forma, para el caso de los agricultores, la organización o empresa distribuidora solidaria les adelanta un 50% de lo pactado, garantizándoles un mínimo por si la cosecha es mala.

Este tipo de comercio solidario y justo, donde se pone en relación a los países del Norte con los del Sur, es el que está reconocido oficialmente y regulado legalmente mediante la certificación FAIRTRADE. No obstante, en mi opinión personal, deberíamos tener en cuenta que todo tipo de comercio local o regional que ocurra dentro de los países más desarrollados con los criterios antes expuestos de no explotación de mano de obra, salarios dignos, igualdad de género, protección a la infancia, ecología y salud, también podríamos considerarlo como comercio justo, pues favorece a los sectores más desfavorecidos y a las familias más vulnerables de la sociedad.

Asimismo, y como punto final, he de compartir que dentro del mundo de las nuevas tecnologías existen empresas éticas que promueven la fabricación de sus productos con criterios de comercio justo, como por ejemplo la compañía Fairphone, que vende móviles pensados para durar mucho más tiempo que los móviles convencionales, mediante un sistema modular de recambios para cuando se averíen o se tengan que actualizar sus componentes. Además, los preciados minerales (coltán y casiterita, principalmente) necesarios para la fabricación de ciertos componentes electrónicos, siempre se obtienen en minas donde no se explota la mano de obra y las condiciones de seguridad de los trabajadores son las mejores posibles.

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