El coche más ecológico

Manuel López Arrabal


Desde los primeros vehículos autopropulsados con vapor a finales del siglo XVIII, o con gasolina a partir de 1860, el coche ha sido un símbolo de la cultura industrial y también, hasta ahora, una desgracia para el entorno y para la salud de las personas. Se ha convertido merecidamente en una bestia negra para naturalistas y ecologistas, como también para la sociedad por su alta incidencia en la mortalidad y discapacidad de muchas personas debido a los temibles accidentes de tráfico, por los que según la OMS cada año en el mundo pierden la vida aproximadamente 1,25 millones de personas y hasta 50 millones quedan afectadas por traumatismos no mortales, quedando muchas de ellas con algún tipo de discapacidad permanente (solo en España unas 80.000),  costando estos accidentes en la mayoría de los países el 3% de su PIB. Afortunadamente, estas cifras pueden reducirse muchísimo en los próximos lustros debido a los coches autónomos que ya empiezan a circular por EEUU y por otros países a modo de prototipos, sin necesidad de conductor, y que a partir del 2020 probablemente empiecen a venderse de manera generalizada. Se estima que entre el 2035 y 2045 podrían evitarse más del 90% de los accidentes de tráfico motivados por errores humanos.

No obstante, y regresando a la perspectiva de la ecología, no todos los coches son iguales y si no hay más remedio que conducir uno, mejor elegirlo teniendo en cuenta criterios de sostenibilidad. Es imposible que un coche sea ecológico al cien por cien, puesto que ya en su fabricación emite la misma cantidad de gases contaminantes que durante sus primeros 60.000 kilómetros de uso, y la cantidad de agua que se utiliza hasta su salida al mercado asciende a más de 50 veces su peso. Por otra parte, el tipo de energía que lo mueve no es el único aspecto que hay que considerar para calificarlo de más o menos ecológico. Habría que valorar el impacto que produce la fabricación de sus piezas, desde la carrocería hasta la tapicería o el volante. Por tanto, un coche es más o menos ecológico, solo por comparación con los demás. En este sentido, es cierto que cualquier modelo moderno es mejor que uno antiguo, aunque esto no quiere decir que cambiar de coche por este motivo sea la mejor opción. Si el vehículo que actualmente tenemos está bien cuidado y tiene un buen rendimiento, conviene seguir manteniéndolo el mayor tiempo posible en buenas condiciones antes de cambiarlo.

Aunque las tecnologías actuales y los nuevos descubrimientos de energías limpias e ilimitadas podrían propulsar los vehículos a motor sin apenas coste económico ni huella ecológica, vamos a centrarnos en lo que actualmente nos ofrece la poderosa industria del automóvil. Por ahora, los motores híbridos y los cien por cien eléctricos constituyen el presente del coche más ecológico. Los primeros combinan un motor de combustión tradicional con uno eléctrico. Los dos motores se reparten el trabajo según las necesidades del momento. Si se conduce por ciudad, el motor eléctrico es suficiente, pero si se sale a la carretera, la necesidad de mayor velocidad requerirá que se encienda el de gasolina.

Jose María López, subdirector del Instituto de Investigación del Automóvil de la Universidad Politécnica de Madrid, asegura que los híbridos se generalizarán en un primer momento, produciéndose cada vez más mejoras tecnológicas que harán aumentar la importancia del motor eléctrico respecto al de gasolina, hasta que éste llegue a ser innecesario. En los híbridos actuales, entre el 60 y el 80% de la potencia media es generada por la gasolina y el resto por la electricidad. Esta es la previsión que se hace para los automóviles destinados al gran público, pero ya existen modelos totalmente eléctricos con prestaciones similares o mejores que los de gasolina. La tecnología de la automoción eléctrica ya está muy desarrollada y si no circulan más coches eléctricos por las carreteras es debido a sus precios más elevados y al retraso que impone la industria del petróleo.

Por ahora, los motores híbridos y los cien por cien eléctricos constituyen el presente del coche más ecológico.

Lo que un coche eléctrico es capaz de hacer lo demuestra el Tesla Roadster, un deportivo norteamericano con una autonomía de casi 1.000 kilómetros, que se pone a 100 km/h en 1,9 segundos y alcanza más de 400 km/h. Por supuesto, su precio está fuera del alcance de la mayoría. Por el contrario, los coches  totalmente eléctricos que se comercializan a precios más asequibles (la gran mayoría por encima de los 20.000€), alcanzan velocidades máximas entre 100 y 150 km/h y su autonomía está entre los 100 y 200 kilómetros, necesitando sus baterías entre 6 y 12 horas si las recargamos en casa o entre 1 y 4 horas en los puestos de recarga acelerada. Ahora bien, si el salto de calidad cualitativo de los coches eléctricos se dio a partir del año 2010 con los nuevos modelos con baterías de ión-litio, que generan mucha más potencia, pesan menos, ocupan menos espacio y se recargan más rápido, parece que están cerca las nuevas baterías de ion-sodio, que deberían ser mucho más baratas debido a que el litio es más escaso y caro de obtener que el omnipresente sodio. Pero como siempre, todo depende de los intereses de la industria del petróleo.

Por otro lado, los coches eléctricos serán razonablemente ecológicos siempre que el origen de la energía sea renovable y limpio. Si ésta se obtiene de centrales atómicas o térmicas, entonces poca ventaja ecológica tendrá conducir en vehículos impulsados por electricidad. Por suerte, los datos actuales nos dicen que el crecimiento de las energías renovables es cada vez más evidente, por lo que es previsible y deseable que en un futuro próximo predominen en la producción de electricidad. Actualmente, durante las noches, nuestros parques eólicos baten records en la producción de electricidad, hasta el punto de provocar que se desconecten para no sobrecargar los sistemas de distribución. Los expertos están de acuerdo en que el reto será utilizar esta energía eólica sobrante en la recarga de las baterías de los coches por las noches.

El motor de hidrógeno debe ser el digno y esperado sucesor por simples razones: buen rendimiento, no contaminante, bajo consumo y funciona con energía limpia y abundante.

En este punto, quiero explicar de qué manera es posible hacer funcionar el motor diesel de nuestro coche con aceites vegetales (girasol, soja, colza, cacahuete…), sin perjuicio para el motor ni para su rendimiento, más bien al contrario. Esto siempre ha sido un secreto entre los entendidos en mecánica, un poco hippies, y que gracias a la reciente crisis económica y a la creciente consciencia ambiental su aplicación en los motores diesel se extendió como la pólvora. Sí, un coche diesel puede funcionar con aceite vegetal puro que cuesta hasta la mitad y contamina bastante menos. Sólo hay que hacer algunos cambios sencillos y baratos en el vehículo, al alcance de cualquier taller o incluso de un aficionado a la mecánica, e incluso, en muchos casos, ni siquiera es necesario. Sobre esto hay mucha información y publicaciones en internet, pero la tan anunciada retirada del mercado o prohibición paulatina de los coches con motores diésel, por su alta contaminación, me da que pensar en que el uso cada vez más generalizado de los económicos y ecológicos combustibles vegetales, al alcance de cualquiera, tiene algo que ver. De hecho, tampoco es casualidad que el precio del diésel esté cada vez más próximo al de la gasolina ni que los impuestos por comprar un vehículo diésel sean más altos.

Retomando la cuestión del futuro del automóvil, valoremos las ventajas del que quizás venga después del coche eléctrico. El motor de hidrógeno debe ser el digno y esperado sucesor por simples razones: buen rendimiento, no contaminante, bajo consumo y funciona con energía limpia y abundante. Si el motor de combustión basa su funcionamiento en un recurso natural muy limitado y contaminante, no es menos cierto que el coche eléctrico tampoco será sostenible por mucho tiempo. En cada motor eléctrico y en su correspondiente batería puede haber, aproximadamente, un kilo de neodimio y quince kilos de lantano. El mayor productor de ambos elementos es China, que ya limita las exportaciones ante el incremento de la demanda, pues la extracción de estos recursos naturales no resulta ni renovable ni sostenible a largo plazo.

Los motores de hidrógeno pueden impulsar los vehículos de dos formas diferentes: directamente con el hidrógeno actuando sobre un motor de explosión casi idéntico al convencional, o bien, con la electricidad previamente acumulada en una pila de combustible, cargada por el propio motor. Las emisiones de éstos no pueden ser más satisfactorias, puesto que solo expulsan vapor de agua y poco más. El primer y único modelo de hidrógeno comercializado en la actualidad es la berlina Toyota Miraique se vende en algunos países de Europa por un precio cercano a los 70.000 euros, estimándose que después del año 2020 empezará a ser viable la producción de este tipo de combustible a partir de energías renovables. Otro reto será su distribución, por ahora muy costosa tanto económica como ambientalmente, habiéndose estudiado y conseguido su producción a nivel local para suministrar hidrógeno a los autobuses Toyota Sora que se introducirán en Tokio antes de sus juegos olímpicos en 2020 o para los autobuses y automóviles de hidrógeno de Rennerod en Alemania o para los 300 autobuses del Proyecto JIVE que deberán estar circulando por 22 ciudades de Europa en el año 2020. Esto significa, a mi modo de ver, que a partir de ahí comenzará la producción masiva de los coches con pilas de combustible, mucho más ecológicos, y con la probable producción local del hidrógeno en las propias estaciones de servicio. Un gran paso para el medioambiente si los precios de estos vehículos se reducen a niveles más accesibles y si la industria del petróleo no lo impide.

No todos los coches son iguales y si no hay más remedio que conducir uno, mejor elegirlo teniendo en cuenta criterios de sostenibilidad.

En cuanto al futuro del automóvil ¿cuándo llegarán los motores verdaderamente ecológicos, económicos y eficientes para todos? Aunque ya podríamos estar desplazándonos con ellos, puesto que disponemos de las tecnologías y del conocimiento necesarios, llegarán cuando el sentido común haga ver a los máximos responsables que la sociedad y el planeta no pueden esperar más. Esperemos que las decisiones acertadas lleguen pronto. En cuanto a nosotros, sigamos demandando soluciones políticas y, sobre todo, actuando coherentemente a la hora de tomar nuestras propias decisiones dentro la sociedad de consumo. Seguiremos siendo los usuarios de los medios de transporte los que, mientras tanto, elegiremos la forma de desplazarnos. Hay que replantearse continuamente las posibilidades que tenemos de hacerlo: a pie, en bici, metro, bus, tren, avión e, incluso, en coche compartido. Recordemos todas estas posibilidades antes de sentarnos solos al volante de nuestro vehículo.

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