El clasismo segregacionista del PP

Por Puño en alto

Puede que nadie estuviera preparado para la catástrofe que se avecinaba, pero no cabe duda que con ciertos actos responsables, la tragedia hubiera sido más pequeña. Mientras un barco se hundía, la melodía de una pequeña banda de música distraía a los pasajeros de primera clase que andaban buscando su seguro asiento en los botes salvavidas. Al mismo tiempo, miles de personas -a los que se denominaba de tercera clase– habían sido encerrados en los pasillos de sus camarotes, viendo como el agua no paraba de subir y como, si nadie lo evitaba, quedarían todos bajo esas frías aguas de las que se les había prohibido escapar. Y, por supuesto que nadie lo evitó.

Estoy seguro de que saben perfectamente a que filme estoy haciendo alusión.

Bien, nos alejamos de ese frío océano y ponemos los pies en la tierra. Ante los alarmantes datos sanitarios que muestran que solo en Madrid se encuentra el 30% de los positivos nacionales, Ayuso y su pésimo consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, se atreven a tocar una última canción cuya letra dice lo siguiente: los madrileños tienen que elegir entre ser virus o vacuna, cargando de esta manera toda la responsabilidad de la pandemia y esta segunda ola sobre los madrileños, especificando que el alto porcentaje de contagios en la comunidad es «por el modo de vida que tiene nuestra inmigración en Madrid«.

Pero cuando dice eso, Ayuso no se está refiriendo a cómo por culpa de su nula gestión, numerosos barrios obreros han quedado totalmente desatendidos, viviendo la población de forma aglomerada con sus centros de salud cerrados o totalmente colapsados debido a la falta de medios y personal sanitario, obligados a circular en transportes públicos que ni de lejos cumplen las medidas de seguridad (a pesar de que el gobierno madrileño tiene el descaro de afirmar que son seguros). Tampoco se está refiriendo a como esos inmigrantes han estado poniendo en peligro su salud mientras ejercían sus trabajos en hospitales, en el transporte de mercancías, cuidando personas mayores y llevando a cabo todos aquellos servicios esenciales sin los cuales el resto de madrileños no habrían podido seguir adelante en esta pandemia.

No, Ayuso se refiere a otras cuestiones en las que ella pone el foco de atención -la ocupación y delincuencia que, según ella son consecuencias del covid-19- para que así su desastrosa y macabra gestión no esté en el punto de mira.

La solución que se le han ocurrido proponer es restringir duramente los desplazamientos y actividades «no importantes» en ciertas zonas, bajo el argumento de que se trata de áreas donde la incidencia de covid-19 es superior. Y lo cierto es que a nadie le ha sorprendido que precisamente haya puesto esas restricciones en los barrios obreros, en aquellas zonas más humildes y donde se presenta más precariedad debido a la dejadez del gobierno madrileño. Tampoco es casualidad que en estas zonas sea donde los contagios se expanden más deprisa al no disponer de los mismos medios y recursos para afrontar el virus como otras zonas, no pudiendo así cumplir con la medida de distanciamiento social entre otras cuestiones.

Son muchos los que han criticado estas medidas por ser muy injustas y por tener un fuerte carácter clasista. Quien no ha mostrado su malestar ha sido el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, que ha evitado opinar sobre la gestión de Isabel Díaz Ayuso y se ha atrevido a reafirmar que ambos gobiernos son conscientes de que «estamos inmersos en una lucha epidemiológica, no ideológica«;  pasando por alto que fue Ayuso quién NO envío a los 40 centros y hospitales de la red privada de salud de Madrid el protocolo que SÍ envío a los centros públicos, discriminando y dejando morir a los ancianos de segunda y tercera clase y, ahora, llevando a cabo un confinamiento selectivo donde, en resumidas cuentas, se les prohíbe a los afectados el pasear por un parque o tener libertad de ocio, pero se les obligará a ir a los barrios de primera clase en transportes públicos no seguros, para que así sigan trabajando para los otros, para servir a los que no tendrán esas restricciones, utilizando de forma miserable como argumento la criminalización de la pobreza.

Y es que este lunes el gobierno madrileño de Ayuso ha llegado a un acuerdo con el gobierno central de Sánchez, para crear en conjunto un gabinete y así coordinar una estrategia contra la expansión de la pandemia en la comunidad de Madrid, siendo una prioridad para Ayuso -y siendo aceptado por Sánchez- un refuerzo en el número de agentes de seguridad, pretendiendo de este modo parar este virus con multas y policías, cerrando las puertas a esas personas para que así les sea aún más difícil escapar de las frías aguas, en vez de apostar por medios tan lógicos como: reforzar la atención primaria y hospitales, contratar suficientes unidades móviles de atención Covid, reforzar profesorado y apoyo al alumnado más precario, reforzar el transporte público y servicios sociales y, por supuesto, contratar más rastreadores.

Precisamente con este último punto -los rastreadores- Ayuso ha llevado a cabo una de las peores gestiones que se han conocido en beneficio propio y poniendo en peligro la salud de miles de ciudadanos. En agosto adjudicó contratos a 22 rastreadores a la empresa privada QuirónSalud por la cifra de 194.000€ para un período de 3 meses, bajo la excusa de que no había tiempo de formar a los rastreadores necesarios.

Miente, obviamente tiempo si ha tenido, pues desde marzo ya se venía señalando que tener rastreadores preparados sería algo clave para esta segunda ola. Teóricamente, según su población, Madrid debe contar con unos 1.000 rastreadores y, 4 meses después, en Madrid solo había 400, siendo claramente insuficientes al igual que los botes salvavidas que tenía disponible aquel barco insumergible. Todo esto sin olvidar que el gobierno madrileño hizo una campaña para recluir a voluntarios para que ejercieran de rastreadores sin cobrar ni un euro e ignorando la lista de 1.798 profesionales a los que podía reclutar para trabajar como rastreadores que el colegio de Madrid le facilitó.

¿Qué estuvo haciendo esos cuatro meses Isabel Díaz Ayuso y su equipo?, cabe preguntarse. Pues estuvieron tocando varias melodías. Se les vio bastante preocupados en ganar el primer puesto en hacer críticas a la gestión del gobierno central, donde competían con su socios de gobierno Cs, mientras pedían a toda prisa que Madrid pasara de fases hasta la llamada nueva normalidad, prometiendo la contratación de todos los profesionales necesarios y hacer una buena gestión cuando tuvieran en sus manos las riendas de la comunidad.  Emplearon sus energías en defender los insanos menús escolares de comida rápida que estuvieron repartiendo a los menores más vulnerables, a la vez que han promovido un descuento de casi un 40% en el comedor social a hijos de miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, favor que probablemente devolverán muchos de ellos poniendo orden en las zonas afectadas por las injustas restricciones. Ayuso ha estado ocupada haciéndose grandes reportajes de fotos a la llegada de aviones cargado con material sanitario, derramando falsas lágrimas en medio de una misa o posando como «La Dolorosa» en medios que dan la misma vergüenza que su ineficaz gestión. Se esforzó profundamente en no mostrar ninguna responsabilidad actuando como una líder de masas, cuando en el cierre del hospital de campaña IFEMA (cuya gestión y despropósito gasto económico merece mención aparte, y cuya reapertura están preparando) no cumplió ni siquiera con las medidas de seguridad. También salió en defensa de las ridículas y aberrantes protestas que llevaron a cabo -en contra de las medidas sanitarias- vecinos de los barrios más lujosos que se quejaban del confinamiento que ellos sufrían (olvidándose que se estaba ejerciendo sobre toda la ciudadanía española), mientras que ahora condena las protestas de quiénes están cansados de sus medidas clasistas que vulneran sus derechos. Y no olvidemos que estuvo distraída invirtiendo un millón de euros en la Iglesia (para contratar a curas que asistan a los hospitales), cobrando así la Iglesia por el silencio que guardó y aún guarda ante el escándalo tan grande que supuso otra decisión política de la gestión de Ayuso: el acto criminal que cometió con cientos de ancianos a los que privó que llevaran a hospitales. Como vemos, sí que han estado ocupados.

Es el modus operandi del PP: los andaluces también están siendo testigos y víctimas del clasismo segregacionista del Partido Popular, pues en cuanto a la gestión de la pandemia se refiere, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, ha anunciado posibles medidas muy similares a las que se están llevando a cabo en la comunidad madrileña, y no se ha molestado en tomar medidas para reforzar la sanidad o la educación que tanta falta hace.  De la misma forma han actuado para “combatir” los mosquitos que transmiten el virus del Nilo, pues ha fumigado solo en aquellos municipios donde le conviene electoralmente, como en Vejer donde sí gobiernan, y ha dejado fuera municipios como Trebujena, Sanlúcar de Barrameda o Puerto Real, a pesar de que ha habido dos muertos en este último.

Y mientras el barco se hunde, mientras se les priva a los de tercera clase el poder salvarse, cortándoles el paso para que así no puedan acceder a los botes salvavidas que se aguardan solo para esa privilegiada primera clase, Isabel Díaz Ayuso con su equipo siguen distrayendo a la población con sus melodías para esconder así la tragedia y el horror de su criminal gestión.

¿»Virus o vacuna«?

La derecha tiene clara su elección.

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