El autónomo de la triste figura

Por Luis Aneiros con ilustración de JRMora


En diciembre de 2018, el gobierno de Pedro Sánchez aprueba un Real Decreto por el cual se modifican algunos aspectos relativos a las condiciones sociales y económicas del colectivo de autónomos españoles. Saltándose el acuerdo inicial al que se había llegado con Unidos Podemos apenas un mes antes, en dicho Real Decreto no aparece la vinculación de la cotización a la Seguridad Social a los ingresos reales, sino lo que el gobierno consideró que era una subida moderada, acompañada, según el ejecutivo, de importantes mejoras en la protección social a los trabajadores por cuenta propia. Y asuntos como el de los falsos autónomos o el pago adelantado del IVA, quedan relegados a un segundo plano, sin que haya una voluntad clara de abordarlos.

Y es gracioso, porque da la impresión de que todo ha quedado solucionado, de que los autónomos ya son un colectivo feliz, que su futuro está despejado y que se ha llegado a un punto en el que han dejado de ser un grupo maltratado, ignorado e, incluso, explotado por las administraciones. De hecho, ¿alguien ha oído o leído algo referente a los autónomos en esta campaña electoral de banderas, toros y barretinas? Pues les recuerdo que la gran excusa ha sido la falta de acuerdo para unos nuevos Presupuestos Generales y el adelanto electoral posterior. Se suponía que este tema sería prioritario como lo fue en campañas anteriores, y que los “flecos” pendientes de revisar y solucionar se pondrían encima de la mesa en sus programas electorales. Y ojo, no dudo de que, leyendo los programas de cada partido, es más que probable que nos encontremos con algunas líneas dedicadas a los autónomos, y algunas referencias a sus reivindicaciones… de pasada… sin necesidad de incluirlo en sus mítines ni sus debates, ni en las columnas de sus diarios de propaganda ideológica. Y el motivo es fácil de comprender: ya han entendido por fin que, para emprender esta tarea, no sirven las bases actuales ni la actual figura del autónomo. Pero, ¿quién tiene la valentía de empezar desde cero con un colectivo de más de 3.200.000 trabajadores, que a su vez sostienen casi 1.000.000 más de empleos, y que supone la base de muchos sectores productivos, entre ellos la agricultura y el comercio? Es más sencillo maquillar la situación con unas medidas de tercera categoría y que benefician a una parte muy minoritaria de los afectados, y dejar que siga pasando el tiempo al más puro estilo Rajoy, esperando tiempos mejores que calmen los ánimos.

Y es que no deja de resultar cómico como, los que siempre han tratado a los autónomos como empresas en cuanto a sus obligaciones laborales y fiscales, presenten ahora como objetivo a cumplir la equiparación de éstos con el colectivo de trabajadores por cuenta ajena. Y no, no es posible ser al tiempo una cosa y su contraria. El autónomo no es empresario ni empleado. El autónomo es autónomo y necesita un encaje totalmente independiente, más en los tiempos que nos toca vivir, donde ganar un céntimo es cada vez más complicado y cumplir con las lógicas obligaciones se ha convertido en un trabajo tal que ahí querría ver yo a Hércules. Y paso a explicarme, no sin antes aclarar que las excepciones son sólo excepciones y que yo trataré de reflejar en mi artículo la realidad del autónomo medio, el que pertenece a ese 65% de autónomos que son personas físicas, esa mayoría que podemos ver todos los días en los comercios y los camiones de reparto, y que seguramente conocemos porque en nuestras familias hay más de uno. E incluso a muchos de los que pertenecen a sociedades, que suelen ser formadas por matrimonios o padres e hijos, pero que están muy lejos de ser lo que podemos entender como empresarios.

¿Quién tiene la valentía de empezar desde cero con un colectivo de más de 3.200.000 trabajadores, que a su vez sostienen casi 1.000.000 más de empleos, y que supone la base de muchos sectores productivos, entre ellos la agricultura y el comercio?

Un autónomo no es un empresario porque carece por completo de los medios económicos necesarios para afrontar la marcha de sus negocios del mismo modo que quien tiene una empresa media o grande. Los beneficios no son los mismos, la capacidad para disponer de equipos gestores y legales que utilizan las herramientas, algunas de dudosa legalidad, para hacer crecer su dinero no es la misma y la flexibilidad que permite el tener una plantilla de trabajadores   importante en número no es la misma que la de quien tiene uno o dos trabajadores, y menos aún la de quien no tiene ninguno. ¿Alguien cree que un autónomo no contrata a un trabajador porque le gusta trabajar él solo jornadas de 60 horas semanales, muchas veces casi los 365 días del año? ¿Acaso es que no quiere poder disfrutar de unas vacaciones, no ya de un mes, sino de quince días, sabiendo que la actividad puede continuar porque tiene a alguien ya preparado para poder sustituirle? Y, aquellos que se pueden permitir tener un trabajador contratado, que son la mayoría de los que crean empleo, ¿cómo afrontan una baja de dicho trabajador, si tienen que seguir pagando su cotización a la Seguridad Social y parte de su sueldo, y la cotización y el salario completo de quien le sustituya? Un trabajador enfermo puede suponer un gasto adicional de más de 500 euros mensuales, imposibles para quien ya tiene que hacer malabares en condiciones normales. Y, en otro orden de cosas, cuando uno lee las cifras de las deudas de las grandes empresas, tanto a la S.S. como a la Agencia Tributaria, no puede dejar de sonreírse cuando piensa en ese emprendedor que un mes no puede cumplir con sus obligaciones con esos mismos organismos, y reciben en muy poco tiempo los avisos amenazantes en los que se constatan las sanciones a las que se enfrentan y los recargos que se les aplicarán. Y mientras, un bufete de abogados y gestores negocia con el Estado las condiciones en las que las empresas de sus representados se van a ahorrar miles de millones, que son de todos nosotros. Y todo por el bien de la economía… No, los autónomos no son empresarios.

Pero la zanahoria de equiparar sus condiciones a las de los trabajadores por cuenta ajena tampoco es tragable. Los asalariados disponen de una situación y unos derechos, merecidos y ganados a pulso, a veces con sangre, a los que los autónomos jamás podrán llegar. El tema de la prestación por desempleo es, posiblemente, el más significativo. Si una empresa cierra, por el motivo que sea, los empleados disponen automáticamente y sin tener que justificar nada (faltaría más) de unos ingresos mensuales cuya cuantía y duración dependerán de las características de su trabajo, e incluso de trabajos anteriores. El autónomo, en caso del cese de su actividad, se enfrenta a una telaraña de requisitos que incluyen haber tenido pérdidas de un 10% de sus ingresos durante un año, pero teniendo que haber cotizado durante ese mismo período a pesar de esas pérdidas demostrables. O sea, un año sin comer, pero cumpliendo con sus obligaciones. Y en su mayoría, la prestación será de poco más de 600 euros durante un máximo de dos años. Y ustedes podrán pensar “que hubiera cotizado más al mes y le correspondería mayor cantidad de paro”. Ya, claro… pero quiero recordar que se supone que ha tenido pérdidas, que el negocio le iba mal, posiblemente durante más de esos 12 meses, que aguantó mientras aguantaban sus ahorros. ¿Qué gobierno va a encontrar la fórmula para que un autónomo tenga derecho a un paro automático y con una cuantía suficiente…? Pero no es la única barrera que impide que un autónomo pueda equipararse a un empleado. Volviendo al tema de las vacaciones, a las que todo trabajador tiene lógico derecho, el asalariado que sale de vacaciones se desentiende de todo lo que ese descanso pueda suponer para su empresa, y ve cómo su nómina se ingresa igual en su cuenta bancaria. Al autónomo, unas vacaciones le suponen contratar a alguien que haga su labor, y ese gasto merma sus propios ingresos, con lo cual precisa de una capacidad previa de ahorro que hoy en día es muy difícil tener. Y si no puede pagar ese sueldo no puede irse de vacaciones, sin más. ¿Alguna administración va a asumir el compromiso de facilitar ese gasto para que el autónomo tenga unas también muy merecidas vacaciones conservando sus ingresos mensuales? Y aún hay más. La jubilación de un trabajador por cuenta ajena dependerá de lo que sus empresas coticen por él, no de su voluntad o su capacidad económica. Un autónomo en este país se juega su jubilación cada día, porque si no gana no puede pagar, y depende sólo de su capacidad de cotizar más o menos. ¿También vamos a pensar que, alguien que sabe que se juega el bienestar de su vejez, va a decidir cotizar el mínimo pudiendo aportar más? Y no olvidemos que, en muchísimos casos, hasta ese mínimo es difícil de pagar. Medidas como la tarifa plana de 60 euros sirven para ocultar la realidad, que es que los ya autónomos no se pueden beneficiar de ella, y son los que tienen el mayor problema, por ser en su mayoría personas de una edad que dificulta disponer de segundas oportunidades. No, los autónomos no son trabajadores por cuenta ajena.

Un autónomo en este país se juega su jubilación cada día, porque si no gana no puede pagar, y depende sólo de su capacidad de cotizar más o menos

Por tanto, urge buscar una nueva figura que pueda recoger las circunstancias de quienes arriesgan su propio dinero, tienen serias dificultades para tener una jornada de trabajo que permita el necesario descanso y una vida en familia, quienes han sufrido y sufren más que nadie el espolio al que el gobierno de Rajoy ha sometido a España, y que el actual ejecutivo socialista no parece dispuesto a reconducir con la radicalidad que se necesita. Los autónomos necesitan respaldo para que sus trabajadores puedan disfrutar de todos sus derechos sin que ello suponga una carga imposible de llevar, y el apoyo de la administración para que la jubilación no sea aumentar el número de pobres del país. Los autónomos quieren cumplir sus obligaciones, pero no pueden ser las mismas que las de las empresas, y quieren poseer unos derechos, pero saben que la promesa de equipararlos a los de los demás trabajadores es un engaño. Y todo ello regado permanentemente con la sospecha de ser quienes más defraudan y ocultan y ser, por eso, los más vigilados y controlados, mientras son otros los que mueven fortunas ilegalmente.

Es mi opinión.

1 Comment

  1. Pues si que esta difícil. Y a luego si acaso puedes contratar a alguien el problema es la honestidad que no te debe incluso más allá de las ganancias, el propio recurso.

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