Por Alberto Vila
El gobierno o se equivoca… o miente. Lo que no es de recibo es que prosiga impávido como si los hechos no hubiesen ocurrido. Pedro Sánchez o miente o, como dirigente máximo de un partido responsable de formar gobierno, ha sido un gestor incompetente. Los números dan, pero el jefe de gobierno habla como si el tema no tuviese nada que ver con él. De un modo hasta pintoresco, Sánchez se siente satisfecho con su paquete de acciones políticas surgidas de su gabinete cercano. Hasta allí nos ha arrastrado el líder de diseño que representa a esta España con tufillo franquista. Esto, porque las explicaciones de Pedro Sánchez acerca del fracaso de un pacto con Unidas Podemos no convencen al frente interno del partido. Este caballero Sánchez prosigue su derrotero hacia el desastre de tod@s. Tal vez influido por Manuel Valls, se dejará llevar por las tesis que en su tiempo inició Tony Blair. Los militantes leales no se merecen que les mientan más ¿no creen? Las encuestas comienzan a resultar menos favorables. Para la vuelta de las vacaciones los bolsillos de los españoles estarán aún más vacios. Eso indigna.
Es una negligencia o mentira para mantener el statu quo. En alguna medida, a juzgar por la efectividad de sus acciones, un gobierno tan dominado por la religión, con Page, Díaz, Lambán y Vara, probablemente se sientan cómodos en aplicar la mentira religiosa al campo de la política. Para estos, la Verdad está en la fe. Aunque los hechos la contradigan. Los dependientes están sin asistencia y la pobreza infantil se manifiesta de modo oprobioso. Tal comportamiento sea debido a que la creencia profunda “en creer lo que no se ve”, es la esencia de la mentira política. Los gobiernos dogmáticos. También los totalitarios. Hacen un uso abusivo de ella. No se inmutan al desmentir lo evidente. Confían en que las personas persistan en su hábito arraigado. Creen en lo que no ven. Pero no importa. Los familiares de las víctimas del metro de Valencia o las del tren Alvia, a quienes mintió recientemente el señor Ábalos, siguen solas reclamando justicia. Ya no parecen noticia.
El PSOE, a través de su actual equipo dirigente, es un caso impecable de contumacia en las creencias falaces. El viejo dilema entre libertades civiles y ausencia de libertad política.
Sabido es reconocer que resulta tan complicado lograr la creencia en una verdad contrastable, como simple es conseguir que la mentira política se adhiera en la piel de una sociedad. El resultado de las elecciones que llevaron al candidato Sánchez a aspirar a la Moncloa tuvo su recorrido en el convencimiento de la mayoría de sus votantes de que formaría un gobierno de izquierdas. Además de la desilusión de los que creyeron en esa mentira a la hora de votar. Ahora resulta que desde la cúpula del Estado parecen compartir preocupación con el jefe de gobierno en funciones. De allí que poco menos le supliquen a la más radical derecha que tiene hoy España, que se abstenga. Pues no es igual un modelo que otro. Lo diga quién lo diga.
Al Relato Oficial le venían dando buenos réditos los estudios demoscópicos. La gente prefiere más las mentiras que verdades incómodas. Sus votantes no reconocerán fácilmente que se han equivocado. Qué buena parte de las penurias que sufren se derivan de aquel voto. Los estrategas del arte de la mentira lo saben. También es cierto que la gente es egoísta. Pese a que en estas épocas se hayan rescatado valores humanos esenciales como la solidaridad. Las personas tienden a comprar, como si de timadores se tratase, unas promesas con la íntima convicción de que la van a estafar. Y vuelven a reincidir. Sería, como esa propensión a justificar el maltrato psicológico que ponen de manifiesto muchas víctimas. Les conceden a sus victimarios una posibilidad más de redención pese al castigo recibido. Pero, este contexto, no es exclusivo de la militancia del PP. El PSOE, a través de su actual equipo dirigente, es un caso impecable de contumacia en las creencias falaces. El viejo dilema entre libertades civiles y ausencia de libertad política. La Transición se basó en ello. A juzgar por los trabajos de investigadores, analista y periodistas, el bipartidismo consolidó la mentira oficial. Este equilibrio se acaba de romper. Ya no son dos las marcas de referencia electoral. Las hipótesis de conflicto de la Transición se han desvanecido. De allí la desorientación. Estos pactos. Que satisficieron a los protagonistas de la post transición. Están dejando a la consideración pública las costuras del “arte de mentir”. A la ciudadanía se la exime. Se merece que le mientan.
Nuestra época ha sido el siglo de oro de la mentira política, y también la del desenmascaramiento y del debate de la misma
En la introducción al “Arte de la Mentira Política”, de autoría probable atribuida a John Arbuthnot más que a Jonathan Swift, Jean-Jacques Courtine nos ofrece una serie de consideraciones acerca del tema. El autor condena la extravagancia de los partidos por tener entre sus filas, con el propósito de que difundan mentiras, «a los hombres más viles y a los genios más miserables». Courtine lo escribió en la segunda edición del 2009, «en el siglo XX la mentira entró en la fase de producción y del consumo masivo, es hoy día electrónica, instantánea, global; el producto de una organización racional y de una rigurosa división del trabajo. Un artículo estandarizado y uniforme es elaborado por disciplinados grupos de trabajadores». Nuestra época ha sido el siglo de oro de la mentira política, y también la del desenmascaramiento y del debate de la misma”. Nos queda el consuelo que, final de la obra, el mismo Swift, o Arbuthnot, dirá: «La verdad, aunque a veces tarde, termina prevaleciendo». De manera precisa, Antonio García-Trevijano expresa en su ensayo “La Gran Mentira”, lo siguiente:
“Pero no es fácil dar a los pueblos las pasiones y la información que los gobiernos adormecen y secuestran. Porque la tranquilidad política y el orden público, tal como son procurados, son medios disuasorios de la voluntad de hacer de los administrados que la voluntad de poder de los administradores emplea para mantener la situación que los privilegia.”
Trabajemos y confiemos en que no se cumpla su propósito.
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