La impunidad persiste, con el Estado español negándose a juzgar, e incluso impidiendo que otros países lo hagan, como en el caso de la querella argentina.
Por Isabel Ginés | 6/09/2024
María Zambrano advierte que “el que se endiosa necesita verse y sentirse como un Dios para el otro en el otro”, lo cual captura lo que es el absolutismo: un poder que se cree por encima de todo, ajeno a las leyes y la moral. El absolutismo no es solo un sistema de gobierno; es una problema que contamina a quien lo ejerce y a quienes lo sufren, reduciendo la vida humana a cifras y estadísticas de terror. En la figura de Francisco Franco y la represión franquista, vemos un claro ejemplo de cómo este endiosamiento del poder puede conducir a niveles inimaginables de crueldad y sufrimiento. María Zambrano añadía: “Todo endiosamiento que conlleva un absolutismo político se sustenta en la transgresión de la ley y en el crimen pues solo el mal puede mantener, mientras dura, el absolutismo de una persona”
Franco, en su afán de controlar y someter, abrió 300 campos de concentración en España, operativos entre 1936 y 1947, por donde pasó cerca de un millón de prisioneros. Miles de estas personas fueron asesinadas, mientras otras sufrieron violaciones, torturas y abusos que dejaron secuelas en todos y todas. La represión no se limitó a los campos; se extendió a bombardeos como el de La Desbandá, donde miles de malagueños murieron bajo el fuego franquista mientras huían, o a ejecuciones masivas como las de la plaza de toros de Badajoz, donde las atrocidades alcanzaron tal magnitud que la sangre brotaba hacia el exterior del recinto. Estas acciones no fueron simples excesos de guerra; fueron políticas deliberadas de un régimen que veía en la violencia la única forma de mantener su poder absoluto.
El absolutismo, en su esencia, se erige sobre la anulación de toda oposición, de toda diferencia, convirtiendo la diversidad en un enemigo a erradicar. Bajo este régimen, las vidas humanas se convierten en simples herramientas o amenazas que deben ser eliminadas. Así, el fascismo y la extrema derecha, con su glorificación de la fuerza y el orden impuesto por la violencia, perpetúan un ciclo de represión y terror que deshumaniza y degrada. Las cifras son elocuentes: cientos de miles de asesinados, arrestados y torturados; cientos de miles más exiliados o desaparecidos, reflejan no solo la magnitud de la represión, sino también el fracaso del absolutismo para reconocer y respetar la dignidad humana. Eso fue la represión franquista que jamás podrán ocultar. El genocida masacró a gente que buscaba libertad y un país justo, libre y de todos.
Lo más grave es que, a día de hoy, España sigue sin enfrentar plenamente estos crímenes. La impunidad persiste, con el Estado español negándose a juzgar, e incluso impidiendo que otros países lo hagan, como en el caso de la querella argentina. Esta negativa no solo impide la justicia para las víctimas y sus familias, sino que también perpetúa un dolor y una herida abierta en la memoria colectiva. La incapacidad de confrontar este pasado refuerza el miedo y la resignación, en lugar de la justicia y la reconciliación.
El fascismo y la extrema derecha provocan un retorno a lo más oscuro de la humanidad, donde el miedo y la opresión son las herramientas del poder. Sus efectos son devastadores: eliminan la libertad, suprimen la diversidad y destruyen cualquier esperanza de un futuro compartido. A través de la represión, el absolutismo busca controlar no solo los cuerpos, sino también las mentes y los corazones, cultivando una sociedad basada en el miedo y la sumisión.
La historia de la represión franquista es un testimonio vivo de los peligros del absolutismo y del fascismo. No se trata solo de recordar para no repetir, sino de entender que, mientras sigan sin juzgarse estos crímenes, la sombra del autoritarismo seguirá presente. La lucha contra el absolutismo es, en última instancia, una lucha por la dignidad, la justicia y la verdad, principios que no pueden ni deben ser sacrificados en el altar de ningún poder absoluto. Es responsabilidad de todos evitar que el endiosamiento del poder vuelva a someter a la humanidad, recordando siempre que la verdadera grandeza radica en el respeto mutuo, la justicia y la libertad compartida.
Por supuesto estoy de acuerdo con la autora,y sin justificar lo infustificable, desde un punto de vista psicológico se observa que el poder, refrendado por parte de la sociedad, lleva a una explosión de la autoestima, y la seguridad en uno mismo alimenta la admiración de los que han empoderado al líder, que a su vez se siente en posesión de la verdad absoluta puesto que asi se lo hacen ver quienes les sostienen.Ese circulo vicioso lleva al endiosamiento del líder, capaz de la mayores atrocidader aplaudidas por sus seguidores y llegamos a las dictaduras más feroces como ocurrió con el franquismo en España.