Se cumplen 20 años desde que cerraron el periódico vasco Euskaldunon Egunkaria por orden del juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo.
Por Maider Galardi F. Agirre | Pikara Magazine
Detuvieron a diez personas, torturaron a seis y se quedaron en la calle docenas de trabajadores y trabajadoras. La absolución llegó siete años después y los jueces recalcaron que no había cobertura constitucional para cerrar el periódico. La causa económica se archivó en 2014. Entre tanto, nació Berria, actualmente el único periódico nacional [1] en euskera. Por el camino han quedado abiertas muchas heridas.
Cerrar un periódico. Afirmar que estaba dirigido por ETA. Tomar al equipo directivo por miembros de una banda terrorista. Torturarlos. Meterlos en la cárcel. Alargar el juicio durante 11 años y juzgar a otras tantas personas. ¿El resultado? Absolución y un recalco del juez: “No había que cerrar el periódico”. La crónica puede escribirse al revés: bajo el sol de junio de 2021 el periódico Berria, sucesor de Euskaldunon Egunkaria, cumplió la mayoría de edad. Es el único periódico nacional escrito en euskera, como lo era Egunkaria. Para nada una noticia de la que alegrarse. Pero no vale contar la historia al revés sin saber qué paso antes. “No había que cerrar el periódico”, pero lo cerraron, en el siglo XXI, por orden del poder judicial español y con el respaldo de las autoridades políticas. En aquel entonces, la mañana del 20 de febrero de 2003, llovía.
Martxelo Otamendi, el director de Euskaldunon Egunkaria —y, actualmente, de Berria— notó unas horas antes que el ambiente estaba revuelto. Había dado una charla en Azpeitia y el público le avisó de que dos personas a las que no habían visto hasta entonces andaban husmeando. Al anochecer, cogió el coche para ir a Tolosa, para volver a su casa, y de camino se percató de que tenía un coche por delante y otro por detrás. Por supuesto, le siguió la policía hasta su casa. Sin embargo, Otamendi no presagiaba lo que estaba por venir y decidió que llamaría a su abogado al día siguiente. Tocaron a la puerta al poco de acostarse. “¡Abra, Guardia Civil!”. Así entró la policía: “Me apuntaron a la cabeza con la pistola y me pusieron las esposas. Llevaban la cabeza tapada. Entraron y vieron que estaba solo; entonces empezaron el registro”. En ese instante supo que habían ordenado su detención, y también el cierre de Euskaldunon Egunkaria.
En ese momento pensó que había echado por la borda las ganas, el esfuerzo y la ilusión de mucha gente, que se había roto el proyecto que la ciudadanía había creado. Porque Euskaldunon Egunkaria era eso. El único periódico en euskera, surgido de la ciudadanía euskalgintza 13 años atrás. Otamendi desconocía la dimensión que iba a adquirir el juicio y que incomunicarían y torturarían a las demás personas detenidas. Esa misma noche arrestaron a Joan Mari Torrealdai, Xabier Oleaga, Txema Auzmendi, Pello Zubiria, Inma Gomilla, Luis Goya, Fermin Lazkano, Xabier Alegria e Iñaki Uria. Todas habían tenido relación con Euskaldunon Egunkaria y habían impulsado y sido referentes de distintos proyectos en euskera.
Uria estaba en casa la madrugada del 20 de febrero; era el consejero delegado del periódico —actualmente es el director de Hamaika Telebista (una televisión en euskera)— : “Estaba durmiendo y, de repente, oí que tocaban a la puerta. Entraron como en las películas”. Unas horas más tarde, llevaron a los dos detenidos al parque cultural Martin Ugalde, en Andoain, porque allí se encontraba la redacción de Egunkaria, pero no se vieron en ningún momento.
Pilar Mendibil, la entonces responsable de gestión de Euskaldunon Egunkaria, recibió la llamada a las cuatro de la madrugada. Se reunió en San Sebastián con otros tres compañeros de dirección porque no tenían claro qué estaba pasando: “Recuerdo estar metidos en un coche. La policía pasaba y pasaba, y decidimos que no podíamos estar allí. Fuimos a Lasarte, pero tampoco nos sentíamos completamente seguros, y nos fuimos a la residencia de la AEK [siglas de la Coordinadora Alfafetización de Euskera] de Andoain y, después, a donde estaba la redacción”. Recuerda el miedo. El pánico por lo que podía venir y la adrenalina, porque tenían claro que había que hacer algo.
Los trabajadores y las trabajadoras empezaron a llegar a los alrededores de la redacción hacia el amanecer. Lorea Agirre —en aquel momento era la responsable de Estilo; actualmente es la directora de la revista Jakin— llegó hacia las seis de la mañana al citado parque. Fue entonces cuando se conoció la noticia a través de Euskadi Irratia: “La Guardia Civil ha entrado en Euskaldunon Egunkaria”. Todavía no sabían por qué: “Se sospechaba: una operación relacionada con ETA o con el terrorismo”, dijo Agirre. Cuantitativamente, por lo menos, así lo sugirió la policía. Además de entrar en la redacción de Andoain, también lo hicieron en las de Iruñea, Vitoria-Gasteiz y Bilbao. En la redada participaron unos 300 guardias civiles: “Tanta policía como trabajadores en Egunkaria en aquel momento”. Agirre recuerda cómo el parque estaba lleno de patrullas: “Era un espectáculo con total impunidad; una performance”.
Así rememora también Otamendi los registros en las casas y en la redacción: “No se llevaron nada especial de casa: un montón de fotocopias de Fórmula 1, una banderola de los presos y una ikurriña, la foto de un obispo de Bilbao y muchas cosas que eran absurdas. El único objetivo era hacer el paripé por si había alguien mirando, de casa salían cajas y cajas. Lo importante era sacar cajas, luego lo que hubiera dentro… No importaba”.
Además de en su casa, también hicieron lo propio en la redacción general y en las delegaciones. Estuvieron horas y horas sacando cajas, para el asombro y el espanto de quienes trabajaban allí, que celebraron la primera reunión esa mañana para decidir qué hacer. Se dividieron en tres o cuatro grupos: quienes iban a difundir la noticia en los medios de comunicación y a la comunidad internacional; por otro, quienes iban a reunirse con los promotores políticos y sociales; y quienes iban a crear un periódico nuevo.
En el mismo momento en el que se celebró aquella primera reunión, unos kilómetros más allá detenían a la última compañera, Inma Gomilla, la que fuera gerente de Egunkaria, y que estaba inmersa en otros tantos proyectos de la actividad cultural vasca. Su hijo, Odei Barroso, recuerda bien ese día: “Mi madre tenía un viaje de trabajo y nos levantamos pronto. Desayunando, nos enteramos por la radio de que había habido detenciones. De por medio estaba Pello Zubiria, amigo de la familia, subdirector de Argia y exdirector de Egunkaria. Mi padre me dijo, de broma: ‘La siguiente va a ser tu madre’. Y lo fue. La detuvieron en el aeropuerto de Hondarribia, cuando iba a coger un vuelo”.
Los guardias civiles y los detenidos estaban de camino a Madrid cuando el equipo de Egunkaria se dio cuenta de la magnitud de la operación: un pequeño candado y un cartel iban a condicionar su futuro. Quienes estaban reunidas allí tenían miedo y rabia, pero también tenían una determinación: la de hacer un periódico nuevo con los medios que tenían a su alcance. Llegaron a un acuerdo con el equipo de redacción del periódico local Egunero, de la zona de Tolosa, para poder utilizar su infraestructura y concretaron las medidas de seguridad para la imprenta, maduraron los planes A, B y C y al día siguiente Egunero llegó a los quioscos y buzones vascos. El titular principal rezaba así: “Cerrado, pero no silenciado”.
Ese mismo día, el 21 de febrero de 2003, el juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo y el ministro del Interior, Ángel Acebes, publicaron una nota conjunta, confirmando que la operación se había hecho “en defensa del euskera y la cultura vasca”. “Es un escándalo”, dice Mendibil al rememorarlo.
Caliente por fuera y frío por dentro
Al principio, las instituciones de todos los terriotorios del País Vasco también expresaron una frialdad similar. A pesar de que el Gobierno vasco estaba en contra del cierre, hubo algún portavoz que dijo que “había que dejar al proceso judicial seguir su curso”. De cualquier manera, el nuevo periódico Egunero y el proyecto Egunkaria recibieron un gran apoyo durante los siguientes días. En San Sebastián, ese sábado tuvo lugar una de las manifestaciones más multitudinarias del País Vasco. Además de los representantes de la sociedad, los sindicatos y los partidos, la ciudadanía y personas de la euskalgintza [2] salieron en tropel a la calle. También estaban los trabajadores y trabajadoras de Egunkaria, vestidos con camisetas azul oscuro con el lema “Egunkaria aurrera” (ánimo, Egunkaria). Allí estaba Agirre: “Fue alucinante, pero a la vez que recibíamos ese apoyo nos dábamos cuenta de que Egunkaria estaba muerto”. Asimismo, estaban publicando Egunero. Y la solidaridad que les llegaba no tenía fin.
Mientras en San Sebastián se oían gritos a favor de Egunkaria, en Madrid los detenidos oían sus gritos por el sufrimiento causado por las torturas. Uria recuerda aquellas horas de esos días: “Todo ese proceso de interrogatorio y torturas empieza en el mismo coche. Allí te sientes a su merced. Lo primero que te dice la Guardia Civil es: ‘Oye, ¿sabes quiénes somos? Somos la Guardia Civil’”. Uria y Otamendi han hecho una lista de todos los tipos de torturas que sufrieron: la bolsa, impedir el sueño, hacer flexiones hasta reventar…, también soportaron maltrato psicológico. Uria, por ejemplo, recuerda el momento en el que le dijeron que habían detenido a Martin Ugalde [3] y que se había muerto: “Entonces me rompí. Creí de verdad que se había muerto por la detención”.
La salud mental del resto también llegó al límite. Pello Zubiria intentó suicidarse dándose con la cabeza contra la pared, de la impotencia. Lo llevaron al hospital Gregorio Marañón y allí siguió incomunicado. Su pareja y sus compañeros de trabajo no pudieron obtener información directa hasta que pasaron unos días.
También han denunciado que durante la detención sufrieron prácticas sexistas y homófobas. Así lo recuerda Otamendi: “Me hicieron torturas homófobas porque pensaban que así no me atrevería a contarlo; porque pensaban que como algunos no sabían que era homosexual, no me iba a atrever a decirlo”. Sin embargo, al terminar la incomunicación y quedar libre tras haber pagado la fianza, salió y delante de la cárcel de Soto del Real denunció en la televisión en directo que habían sido torturados. Unos años después, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo castigó a España por no investigar con las debidas garantías las torturas a Otamendi.
Inma Gomilla, la única mujer detenida, recibió además un trato sexista. Estaba con la regla y en más de una ocasión pidió a gritos una compresa. Su hijo, Odei Barroso, que entonces era un adolescente, pensaba que sí, que estaban torturando a su madre. Recuerda el espanto de aquellos días: “Tenía miedo”. Después se ha sabido que el trato dispensado a su madre no solo fue malo, sino que también fue sexista. Lo peor, sin embargo, llegó después de la detención: “La imagen que no se me va de la cabeza es que, antes de la detención, mi madre siempre llegaba a casa más tarde que nosotros y, después de aquello, siempre estaba en casa. Me acuerdo que se me hacía muy duro verla en el sofá sin hacer ni decir nada. La cara que tenía… Destruyeron a nuestra madre”.
En 2021 se cumplieron diez años desde que Gomilla murió a consecuencia de un cáncer de útero: “Hablando con especialistas, médicos alternativos y demás, ha salido muchas veces que la enfermedad de mi madre tenía relación directa con su detención y el trato que sufrió allí”. No es el único que lo ha sugerido. Juan Mari Torrealdai también murió de cáncer el 31 de junio de 2020, y él y su psiquiatra, Imanol Kerejeta, han referido en más de una ocasión que la enfermedad tiene su origen directamente en las torturas. El propio Otamendi también ha tenido cáncer: “Tenga relación o no, las estadísticas de nuestra detención muestran lo siguiente: diez detenidos, seis torturados, tres casos de cáncer y dos muertes”.
Hubo además otro tipo de consecuencias. A Uria, por ejemplo, España le exigió la fianza más alta jamás impuesta y, a fin de no pagar con dinero, salió de la cárcel tras año y medio con una fianza sobre bienes. Otros compañeros también estuvieron durante meses en la cárcel. Al final, todos fueron absueltos.
En busca de la verdad y creando noticias
La absolución las acusaciones, sin embargo, no trajo consigo la verdad, la reparación ni el reconocimiento del daño causado. No se devuelve el dinero invertido en un procedimiento judicial ni en la creación de un periódico nuevo. No compensa del todo ese terremoto dentro de cada una de las personas implicadas y de su entorno. Porque lo de las detenciones no se acabó en aquel febrero de 2003. Ocho meses más tarde detuvieron a otras ocho personas relacionados con la causa económica: “Aquello fue duro, ya teníamos antecedentes”, recuerda Mendibil. Hubo un gran pánico. “Tuvo un impacto absoluto en nuestras vidas”, dice Agirre.
Y, aun así, en cuatro meses levantaron un periódico nuevo: Berria. Mendibil cuenta que trabajaban los siete días de la semana, y resalta el compromiso de la ciudadanía: “Conseguimos meter a toda la plantilla en el periódico nuevo, con el riesgo que suponía eso. Antton Adarraga, de Hernani, nos dejó un local para preparar la redacción. No nos cobró nada durante aquellos meses. Muchos ciudadanos dieron dinero para el proyecto…”.
Otamendi estuvo de aquí para allá ofreciendo conferencias y charlas para contar lo que pasaba: “Había un apagón informativo, pero recibimos apoyo internacional”. Resalta especialmente la solidaridad recibida desde Cataluña.
Y mientras todo eso estaba en marcha, el proceso judicial seguía su curso. En total, la acusación popular Dignidad y Justicia pedía una condena de 184 años de cárcel y una multa de 234.530.008 euros, pero, al final, tanto el juicio del cierre como la causa económica acabaron en absoluciones. Entonces, ¿por qué cerraron un periódico con tanta soberbia?
“Era señal de nuestra inocencia”, sugiere Agirre. “¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que cerraron Egin [4]? Habían pasado cosas así recientemente, pero no esperábamos que nos pasase a nosotros. No pensábamos que Egunkaria tuviera tanta importancia. Y hay una inocencia de otro tipo: ¿qué pensamos que es el Estado?”, continúa. También van por esa línea las opiniones de Uria y Otamendi: “Además de cerrar el periódico y amedrentar al ámbito cultural vasco, el tercer objetivo era atemorizar a las instituciones. En aquel momento se estaba creando el Plan Ibarretxe y querían atajar aquello. A través de Egunkaria, otro de los objetivos era suspender al Gobierno vasco, o, por lo menos, algunos de sus departamentos: EITB, la Ertzaintza… un 155; el que más tarde hemos conocido con Cataluña. Y nosotros éramos el nexo, porque recibíamos subvenciones del Gobierno vasco. Mientras a nosotros nos daban hostias —cuando los torturaban—, nos preguntaban sobre eso”. Otamendi añade: “Fue como una especie de test. Si lo sacabas bien, se irían detrás de otros promotores. Por eso se juntó tanta gente en la manifestación. Mucha gente tenía la sensación de que habían hecho algo grave, y si eso no se paraba, podrían llegar cosas más graves. Fue un cortafuegos”.
Naturalmente, llegaron más denuncias por torturas, y también más condenas a España por no investigarlas. Hubo un intento de operación en el Santuario de Arantzazu —una de las zonas más simbólicas de la cultura vasca y del euskera—, se echó atrás el Plan Ibarretxe, se han celebrado algunas elecciones y en el mundo ha habido otras tantas historias: las movilizaciones del 8M y las huelgas, han llegado nuevas generaciones, el juicio de Cataluña, Alsasua, los últimos macrojuicios, Berta Cáceres, el proceso constitutivo de Chile, las protestas de Colombia… Y Berria las ha seguido de cerca a todas. Cerraron Egunkaria, sí, pero no consiguieron acallar el deseo de hacer un periódico en euskera por la voluntad y la solidaridad de los trabajadores y de la ciudadanía.
Notas
[1] En este caso el concepto nacional hace referencia a que el periódico tiene cobertura en lo que considera la totalidad del País Vasco, la idea de nación de Euskal Herria, sin hacer diferencias entre Iparralde (administrativamente en Francia) o Hegoalde (la parte del Estado español). Hay otros periódicos en euskera pero son locales.
[2] El término en euskera euskalgintza hace referencia a lo que coloquialmente se denonima al sector vasco de ciudadanía que trabaja a favor del euskera y su normalización.
[3] Además de ser uno de los impulsores principales de Euskaldunon Egunkaria, Martin Ugalde era un hombre de 81 años dedicado a la actividad cultural vasca. También le quisieron llevar a Madrid a declarar y su mujer, Anamari Martínez, tuvo que pedir en repetidas ocasiones que dejaran “morir en paz a Ugalde”.
[4] En 1998 cerraron el periódico Egin y la radio Egin; en 2001, de nuevo, las revistas Ardi Beltza y Kale Gorrian. En 2013 cerraron Ateak Ireki, un medio online, por orden de la Audiencia Nacional.
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