EE.UU | Donald Trump: ¿Qué se esconde detrás del “America First”?

Por Rafael Silva Martínez

“La revolución de colores» que parece gestarse en Estados Unidos, en reacción a la llegada al poder de Donald Trump y su equipo de multimillonarios, quizás sirva como detonante para que la ciudadanía de todo el continente americano se subleve contra la evidente incompetencia de políticos y burócratas en los que hemos infructuosamente delegado por décadas la solución de emergencias planetarias, como el calentamiento global, la pobreza, la desigualdad o las armas nucleares”

(Julio César Centeno)

“Trump es producto de una cultura popular lobotomizada que basa su miedo a los musulmanes en películas propagandísticas de flagrante islamofobia como True Lies, de Arnold Schwarzenegger, y Aladino, de Disney, más que en un compromiso razonado a partir de las pruebas disponibles”

(Anthony DiMaggio)

“Hoy día no hay campos de concentración, ni en Europa ni en Estados Unidos; pero poco falta para ello. De alguna manera, esa exclusión de corte nazi ya comenzó. Donald Trump, así como lo hizo Hitler en su momento, encarna esa misión redentora, purificadora: su lenguaje xenofóbico, racista, ultranacionalista, quasi paranoico en algún sentido, rescata lo que una clase trabajadora golpeada quiere oír. “¡Fuera inmigrantes!” es la consigna”

(Marcelo Colussi)

“[Donald Trump] Es el rostro grotesco de una democracia que se viene abajo. Trump y su círculo de multimillonarios, generales, imbéciles, fascistas cristianos, criminales, racistas y anormales desempeñan el papel que desempeñaba el clan Snopes en algunas de las novelas de William Faulkner (…) Encarnan la corrupción moral provocada por el capitalismo desenfrenado”

(Chris Hedges)

La engañosa y peligrosa frase «America First» fue repetida por Donald Trump en su discurso de toma de posesión. Nos proponemos desentrañar todo lo que se esconde detrás de ella. De entrada, no concilia muy bien su parte del discurso que aludía a «devolver el poder al pueblo americano», si nos fijamos en el perverso grupo que ha instalado en su Gabinete: multimillonarios, homófobos, fundamentalistas religiosos, altos mandos militares, grandes empresarios, y un largo etcétera de impresentables que no creo que estén por dicha labor. Más bien al contrario, todos ellos son perfectos representantes de esa élite que posee cada vez más poder a costa del pueblo, en este desenfrenado capitalismo que vivimos. Pero además de todo ello, las primeras medidas de Trump al frente de la Casa Blanca no se han hecho esperar, y responden al perfil de quien las toma: son medidas fascistas, racistas, crueles e inhumanas, frente a las cuales, no solamente algún juez federal, sino toda la comunidad internacional, debería habérsele echado encima. Porque, visto lo visto…¿cuál será la siguiente medida? ¿echar del país a cierto tipo de inmigrantes? ¿según qué criterios? ¿atendiendo a qué razones? Porque si se puede exigir un veto de entrada a ciudadanos/as de siete países musulmanes (aún no conocemos las razones de porqué son esos siete y no otros), también podrían establecer una serie de requisitos para los habitantes que ya residan en Estados Unidos. 

¿Cuál será por tanto el próximo veto en atención a la «seguridad nacional»? ¿Los ciudadanos/as que poseen una visa, o un permiso de residencia, o una doble nacionalidad, o los de origen musulmán, o estadounidenses de nacimiento que sean musulmanes, o latinos…? Trump representa claramente un peligro para la humanidad, pero no sólo por su ideología en sí misma, que no es más que la continuación de la ideología capitalista e imperialista llevada a cabo por USA prácticamente desde su fundación como país, sino por sus modos, sus formas y maneras, su idiosincrasia. Trump es un fanático imprevisible, y eso es exactamente lo que le vuelve peligroso. Trump es exactamente lo contrario a un buen dirigente político. No es inteligente. No es diplomático. No es carismático. No es pragmático. Más bien al contrario, es insolente, torpe, bravucón, provocador e ignorante. En poco más de dos semanas, ya se ha enemistado o ha levantado recelos en buena parte del mundo. Creemos que jamás se vio tanto estropicio de un gobernante recién llegado al poder como en el caso de Trump. Acusa al resto de países de no respetar a Estados Unidos, cuando es él el primero en no respetar a los demás: chulerías, fanfarronadas, bravuconerías por doquier, insultos, no hacen sino enturbiar un ambiente que debería ser, ante todo, cordial hacia el resto de países y dirigentes mundiales. Haciendo honor a la justicia, debemos reconocer que eso es una característica de Estados Unidos, pero Trump lo eleva a su quintaesencia. 

El peligro mundial que representa Donald Trump está derivado de su propia incultura, de su nula capacidad diplomática, de su incapacidad para abordar los grandes problemas, y de su profunda falta de empatía.

Trump ha reiterado públicamente, demostrando su supina ignorancia, que el calentamiento global no es más que «un fraude chino para minar la competitividad de los productos norteamericanos«. Y entre sus primeras decisiones presidenciales, se encuentran la aprobación de los oleoductos Keystone XL y Dakota Access, éste último con los consabidos perjucios a la comunidad sioux de Standing Rock. Cuando Trump afirma que «en realidad, nadie sabe si el calentamiento global es real«, tal como declaró a la cadena Fox News, está insultando tanto a la comunidad científica internacional como a la inteligencia de su propia ciudadanía. Porque como decimos, el hilo conductor de todas las políticas de Trump es la suprema ignorancia que posee. Desde la atalaya de multimillonario y gran empresario que es, piensa que ya puede abordar absolutamente cualquier tema sin preocuparse antes de haberse informado, escuchado y debatido con los expertos de toda índole. El peligro mundial que representa Donald Trump está derivado de su propia incultura, de su nula capacidad diplomática, de su incapacidad para abordar los grandes problemas, y de su profunda falta de empatía. Trump cree que aún sigue en su concurso televisivo (de hecho está presentando a sus cargos políticos como si se tratara de un reallity show), es decir, que sigue jugando a ser el hombre rico y poderoso, sin pararse a pensar que ahora ya no representa ese rol, sino que es el mandatario de la primera potencia mundial, y que sus decisiones pueden ser cruciales en muchos aspectos. Ni siquiera Estados Unidos se merece un Presidente tan ignorante, tan incapaz y tan fantoche. 

Y lógicamente, una persona de este perfil no puede más que entrar en la Casa Blanca como un elefante en una cacharrería. Se trata de un mandatario sin escrúpulos, que basa su mandato en el odio, con una agenda repleta de planes de atropellos contra los más débiles. Por todo ello, las resistencias populares y las protestas y manifestaciones serán constantes a lo largo de todo su mandato, dure lo que dure éste. Su gabinete alberga a un peligroso grupo de reaccionarios, empeñados en destruir la educación pública, anular el sistema sanitario, liquidar las directrices ambientalistas, y oprimir aún más a la clase trabajadora norteamericana. Sus más cercanos asesores responden al perfil más troglodita, gente profundamente conservadora, anti-abortista, anti-islamista, y partidarios del supremacismo racial blanco. El panorama es, pues, ciertamente deprimente. Trump respalda a las asociaciones que defienden la posesión de armas, y se ha declarado partidario de la tortura. Por su parte, las agresiones e insultos a China y a México se han sucedido casi todos los días. Y aunque en campaña había dicho que la OTAN era una organización «obsoleta», está exigiendo más financiación a sus socios europeos (lo ha hecho en la conversación con Mariano Rajoy), y aumentando los presupuestos para el Pentágono. Su carácter belicista es, pues, obvio. 

Pero entonces, volvamos a la cuestión que da título a este artículo…¿Qué significa «America First»? ¿Qué se esconde detrás de esa burda expresión? Es evidente que no se refiere a su población, a su ciudadanía, al pueblo norteamericano en su conjunto, que a Trump y a sus secuaces le importan un pimiento en adobo. ¿Pero es sólo racismo lo que le mueve? Pues parece que tampoco, ya que los cuatro países cuyos ciudadanos participaron en los atentados del 11-S (Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Líbano) no aparecen en la lista de países vetados por Trump. Esto demuestra que, incluso por encima del racismo, están los intereses políticos, económicos y estratégicos de USA. Por tanto, los vetos se dirigen contra los refugiados, los pobres, los olvidados, los más vulnerables. Pero todo ello se adorna bajo el mantra de la «seguridad nacional». Anthony DiMaggio, en su reciente artículo para el medio Counterpunch, traducido por Sinfo Fernández para el medio español Rebelion.org, lo explica en los siguientes términos: «De importancia directa con estas dos cláusulas de la Constitución está la declaración de Trump de que los cristianos sirios han sido «horriblemente tratados» por los gobiernos sirio y estadounidense, y su afirmación de que, con Obama: «Si eras musulmán, podías entrar, pero si eras cristiano, era casi imposible…Pensé que eso era muy, muy injusto. Por tanto, vamos a ayudarles». Esta preferencia anunciada para admitir a refugiados sirios basada exclusivamente en identidades religiosas, más que a causa de una amenaza terrorista demostrada y documentada, me hace pensar que es una flagrante violación de la cláusula de igualdad en la protección. Además, negar la entrada a una víctima de la guerra basándose simplemente en su identidad religiosa es una obvia infracción de la separación mandatada en la Primera Enmienda entre la iglesia y el Estado, sobre todo cuando Trump trata de distinguir la legitimidad de los refugiados dentro de un país simplemente a partir de su identidad religiosa«. 

Los vetos se dirigen contra los refugiados, los pobres, los olvidados, los más vulnerables. Pero todo ello se adorna bajo el mantra de la «seguridad nacional»

Es exactamente ahí donde creemos que está el epicentro de su decisión. El perverso establecimiento de ese filtro, sus consideraciones de preferencia religiosa nos delatan exactamente los fascistas esquemas mentales de este personaje. Porque si seguimos por ese camino, y aplicamos en diferentes capas la intolerencia que ha demostrado hacia las mujeres, los latinos, los musulmanes, etc….¿dónde llegamos? ¿Cuál es el final de ese peligroso trayecto? Al final, nos quedaremos con hombres, pero sólo con los hombres blancos, y además con los hombres blancos y católicos, llegando al estado de la creencia y defensa del supremacismo racial que Trump practica. Nosotros pensamos que la vena fascista de este personaje es la que al final va a mostrarse, de un modo u otro. Los modales de Trump y de su gabinete evolucionan en ese sentido, ya que no sólo son portadores de una ideología, sino también de un ideal donde el Estado despliega una estructura política-económica donde el poder público se amalgama con el poder privado (corporaciones, grandes empresas…), evolucionando hacia un régimen cleptocrático, donde la corrupción y el despotismo campan a sus anchas. Signos como la privatización del sector público, el rechazo a los fundamentos de la democracia, el ataque al sindicalismo y a todo tipo de asociaciones progresistas, el totalitarismo disfrazado bajo otros mantras, la obsesión por desprestigiar a la ciudadanía rebelde, el nacionalismo a ultranza, y la presencia de un líder absoluto, de carácter déspota, autoritario, y que despierta los más bajos instintos, el miedo y la ignorancia. 

Estos rasgos se unen a otros rasgos concretos, tales como la añoranza de un pasado que nunca existió (jamás fue grande Estados Unidos), el enaltecimiento de la violencia y de la agresividad, el culto a la ignorancia (denigrando y menospreciando a los científicos e intelectuales), lanzamiento de discursos de odio, con frecuentes referencias a minorías que suelen utilizarse como chivos expiatorios (los migrantes, o cualquier grupo étnico o religioso), o el esconderse bajo medios de comunicación ridículos (como Twitter), para evitar el debate y la serena y profunda reflexión. Tenemos por tanto muchos indicios para comenzar a pensar por dónde puede ir la política norteamericana, mientras esté al frente de la misma este indeseable magnate. Una vuelta más de tuerca al ya de por sí peligroso imperialismo, pero esta vez barnizado además bajo modos, formas y actitudes de corte autoritario. Su defensa por tanto del «America First» va en un sentido racista, supremacista y fascista. Hemos de impedir que se materialice y se extienda. Es de esperar que sea la propia sociedad norteamericana, planificándose y organizándose a través de su sociedad civil, la que sea capaz de canalizar el descontento y la resistencia hacia Trump a través de la formación de un contrapoder ciudadano y popular que pueda frenar y revertir sus terribles políticas. No sabemos cuánto tardará en ocurrir, ni qué medios y herramientas tendrá el magnate neoyorkino de su parte. Se abren inquietantes incógnitas, pues la ya de por sí siempre perversa política estadounidense ha dado un paso más allá, un aterrador paso con Donald Trump. 

 

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