Ecuador | Cuando despertamos, el neoliberalismo todavía estaba allí

Por Christian Orozco

Que el fin de la historia no es tal ya lo descubrimos hace mucho, que la larga y oscura noche neoliberal nunca terminó de marcharse del todo de Ecuador, también.

Siendo la lumpemburguesía ecuatoriana la alumna aventajada del fascismo fondometarista de finales del siglo XX, actualmente se ha puesto nuevamente en la labor de emprender profundas contrarreformas antiobreras y proimperialistas de la mano de un gobierno títere, escudero aventajado de las políticas trumpistas del Norte, y a cuyo presidente, sin duda alguna le quedará reservado un lugar privilegiado en el noveno círculo del infierno de Dante.

Así es, ya la denominada eufemísticamente Ley de Fomento Productivo, Atracción de Inversiones, Generación de Empleo y Equilibrio Fiscal marcó en 2018 una declaración de intenciones de cara al retorno de la senda del ajuste, y la inevitable crisis que se está madurando a pasos agigantados. Nada nuevo bajo el sol, si alguien tiene muy claro lo que es la lucha de clases, esa es la burguesía, y en este sentido, las políticas aprobadas en esta ley no erran el disparo: reducción del Estado y del gasto público y social —solo entre diciembre de 2018 y febrero de 2019 se han despedido aproximadamente 11. 820 empleados públicos, según datos oficiales del Ministro de Trabajo cabe recalcar—[1]; mayores incentivos a la inversión por medio de sustanciosas bajadas de impuestos a empresas, incluida una amnistía fiscal a los cincuenta mayores deudores del Ecuador —traduciéndose en aproximadamente 1.300 millones de dólares según el Observatorio de la Dolarización—.[2]

solo la organización popular y la acción colectiva en las calles hace temblar los débiles cimientos de una pseudodemocracia antiobrera y aporofóbica

Y por supuesto, ¿qué pack neoliberal estaría completo sin la archiconocida apertura de los mercados? Prácticamente puesta la puntilla a la propuesta latinoamericanista de la Unasur, la mirada obnubilada de mediocres lacayos al imperio estadounidense vuelve hacia la Alianza del Pacífico, vuelve, en definitiva, al oscuro redil de los democratizadores armados del mundo. Así, no es de extrañar que organismos como el Banco Mundial o Fondo Monetario Internacional regresen al Ecuador en bandeja de plata, ofreciendo el oro y el moro a sabiendas de que su alumno rebelde en el pasado vuelve al redil haciendo sus tareas por adelantado. En este siniestro escenario a nadie le debe extraña que los representantes organizados de la burguesía empresarial estén más envalentonados que nunca «sugiriendo» aumentar la jornada laboral a seis días —pasando a trabajar 48 horas a la semana— y ampliar el período de prueba a 6 meses.[3]

No obstante, el gobierno falló sus cálculos, porque siguiendo la teoría de que para hervir a una rana es necesario ir subiendo la temperatura de la estufa de forma gradual, el último paquete de medidas neoliberales —la supresión a los subsidios de los combustibles, una contrarreforma tributaria regresiva, una mayor precarización en las condiciones de trabajo— anunciado por Moreno ha supuesto un encendido despertar colectivo de un pueblo ecuatoriano que en los momentos cruciales de su historia ha demostrado que solo la organización popular y la acción colectiva en las calles hace temblar los débiles cimientos de una pseudodemocracia antiobrera y aporofóbica. ¿No es acaso muestra de ello el hecho de que el primer día de paro nacional, Moreno haya decretado el estado de excepción y haya abandonado la ciudad de Quito? ¿No es evidente su debilidad cuando en un cálculo electoralista los partidos de la oligarquía que lo sostenían públicamente le hayan retirado apoyo? ¿No está claro, por tanto, que a este gobierno le quedan un par de días para marcharse?

Ante esta situación, no nos queda más que admitir que conceptos como lucha de clases, imperialismo, burguesía, clase obrera, pueblo… en América Latina y el mundo retoman un sentido histórico apabullante y certero frente a todos esos pseudocientíficos sociales que nos intentaban convencer de que habíamos llegado al fin de la historia, la Arcadia feliz del capital. Sin embargo, como dijo un ilustre latinoamericano hace un tiempo: ¡La historia es nuestra y la hacen los pueblos!


[1]https://www.elcomercio.com/actualidad/trabajadores-desvinculados-sector-publico-ecuador.html

[2] https://dolarizacion.ec/

[3] http://www.ecuadorinmediato.com/modules/umFileManager/pndata/2018-12/ccg_40_reformas_al_codigo_del_trabajo_2019_web_81548.pdf

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