Por Joan Ramon Sanchis Palacio
Objetivos del Desarrollo Sostenible ODS
La Asamblea General de Naciones Unidas aprobó en agosto de 2015 el documento «Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible» con el propósito de iniciar acciones y medidas encaminadas a mejorar las condiciones de las personas y el planeta en el que vivimos; la Agenda fue aprobada en septiembre del mismo año. Las medidas van dirigidas a paliar la pobreza y el hambre, a mejorar la dignidad y la igualdad de las personas, a proteger el planeta de la degradación a través de la producción y el consumo responsables y sostenibles y a favorecer el progreso económico, social y tecnológico. Estos objetivos, que se conocen públicamente como los Objetivos de Desarrollo Sostenible o ODS, están inspirados en los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas, en los fundamentos de la Declaración Universal de Derechos Humanos y en los principios de la Declaración de Río sobre Medioambiente y Desarrollo; y representan la continuación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio aprobados hace ya casi 15 años.
Se trata de 17 ODS con 169 metas concretas que entraron en vigor el 1 de enero de 2016, de carácter integrado e indivisible y de alcance mundial y aplicación universal. Los 17 ODS son: 1) poner fin a la pobreza, 2) poner fin al hambre, garantizar la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible; 3) garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos; 4) garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida; 5) lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas; 6) garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos; 7) garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos; 8) promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos; 9) construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación; 10) reducir la desigualdad en y entre los países; 11) lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusos, seguros, resilientes y sostenibles; 12) garantizar modalidades de consumo y producción sostenible; 13) adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos; 14) conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible; 15) proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar los bosques de forma sostenible, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de la diversidad biológica; 16) promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles; y 17) fortalecer los medios de ejecución y revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible.
Los medios que se plantean para implementar los objetivos y metas propuestos son: una Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible revitalizada, la financiación pública procedente de cada uno de los Estados, el papel de los diferentes integrantes del sector privado (desde las microempresas y cooperativas hasta las multinacionales) y la función de las organizaciones de la sociedad civil y las organizaciones filantrópicas.
Como se puede observar, las palabras más utilizadas entre los 17 objetivos son sostenibilidad, inclusión y resiliencia; tres conceptos que poco o nada tienen que ver con el comportamiento actual de la mayoría de las empresas, especialmente de las multinacionales. Sin embargo, para alcanzar los ODS es imprescindible que las empresas cambien su modelo de producción. Sin cambio de modelo productivo es imposible conseguir un cambio de sistema económico. Y sin embargo nada se dice de ello en el documento de Naciones Unidas. Se hace referencia al papel de los integrantes del sector privado (las empresas), pero no se establecen pautas de comportamiento para que los agentes privados del sistema económico incorporen en sus estructuras la sostenibilidad, la inclusión y la resiliencia. No se habla de la transparencia, de los códigos de bien gobierno, de la ética en los negocios y ni siquiera se cita la responsabilidad social empresarial. Sin estos elementos, los 17 ODS son papel mojado.
Estamos ante un posible cambio de modelo de negocio, de una nueva forma de organizar las empresas, que ya es factible y real
Las Nuevas Empresas Sociales
Durante muchos años ha predominado la ideología neoliberal según la cual las empresas han de centrarse en la maximización del beneficio económico y del valor de sus acciones. El precursor de este enfoque, Milton Friedman (1912-2006), remarcaba que las empresas que adoptan comportamientos socialmente responsables ponen en peligro su supervivencia al tener que sacrificar una parte de su rentabilidad económica; las empresas están para ganar dinero, sin ningún tipo de límite o restricción, de manera que las acciones socialmente responsable no son más que un obstáculo para alcanzar dicho fin. Con el tiempo, este enfoque ha sido superado con la Teoría de los Stakeholders y la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), según la cual las empresas han de revertir parte de sus beneficios económicos en la sociedad a través de acciones de responsabilidad empresarial; de manera que muchas empresas se han ido sumando a este enfoque, incluidas las multinaciones, pero con un marcado fin comercial o de marketing, utilizando la RSE como una eficaz herramienta comercial para captar nuevos clientes e incrementar así su rentabilidad económica. Por tanto, aunque las acciones de RSE suponen un cierto reconocimiento del compromiso que han de tener las empresas con su entorno, no dejan de ser acciones colaterales y de escaso valor social. Solo con acciones de RSE es imposible una transformación del modelo productivo y, por tanto, alcanzar los ODS propuestos por Naciones Unidas.
En la actualidad, algunos modelos como el de la Economía del Bien Común van más allá de la RSE y plantean que las empresas han de ser socialmente responsables pero también sostenibles, al basar su éxito en el impacto social que generan. Desde este enfoque, la RSE ya no es entendida como una herramienta de marketing sino que ésta se sitúa en el centro del negocio empresarial. Surge lo que se llama el triple enfoque o triple bottom line, de acuerdo con el cual la sostenibilidad se apoya en tres patas o dimensiones: la dimensión económica, la dimensión social y la dimensión ecológica o medioambiental. Si falla alguna de estas dimensiones, no hay sostenibilidad.
Los medios que se plantean para implementar los objetivos y metas propuestos son: una Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible revitalizada, la financiación pública procedente de cada uno de los Estados, el papel de los diferentes integrantes del sector privado (desde las microempresas y cooperativas hasta las multinacionales) y la función de las organizaciones de la sociedad civil y las organizaciones filantrópicas
Con esta nueva perspectiva, nace lo que se denominan el Valor Compartido y las Empresas Híbridas. El Valor Compartido es el resultado de la intersección de las tres dimensiones de la sostenibilidad, de forma que la creación de valor económico por parte de la empresa produce a su vez valor social y ambiental y la creación de valor social y ambiental producen una mejora en el valor económico de las empresas. Las tres dimensiones se refuerzan mutuamente y las empresas se transforman en empresas híbridas. Se trata de empresas que centran su negocio en la sostenibilidad y así garantizan su supervivencia a largo plazo. Aquellas empresas que se dedican exclusivamente a ganar dinero mediante procesos especulativos y carentes de toda ética están condenadas a su desaparición porque los consumidores las penalizaran cada vez más. Y aquellas otras empresas con carácter exclusivamente social también estan condenadas a desaparecer porque no son viables desde el punto de vista económico.
Este es el modelo de las Nuevas Empresas Sociales, empresas que independientemente de su forma jurídica, adoptan un modelo de negocio basado en la sostenibilidad, donde la dimensión económica y las dimensiones social y ecológica se refuerzan mutuamente y consolidan así su posición en la economía. No hablamos ya solo de empresas de la Economía Social, del Tercer Sector, del Sector No Lucrativo y de las Cooperativas, sino de cualquier empresa que sea capaz de utilizar el enfoque del Triple Bottom Line. No les estamos pidiendo a las empresas que sacrifiquen gran parte de su beneficio económico o que se dediquen a la filantropía, sino que a la hora de tomar decisiones y de actuar en el mercado, valoren la importancia de su impacto social y basen una parte de su éxito en la rentabilidad social generada.
A modo de conclusión
Estamos ante un posible cambio de modelo de negocio, de una nueva forma de organizar las empresas, que ya es factible y real. Empresas que reconocen su papel en la sociedad, que no solo buscan un objetivo individual sino que se marcan múltiples objetivos tratando de satisfacer no solo a propietarios y directivos sino también al resto de grupos sociales. Pero para ello también es clave la presión de los consumidores mediante el consumo responsable; producción y consumo responsable han de ir de la mano, incluso en algunos casos se pueden concentran en las mismas personas (prosumidores).
Sin ese cambio en el modelo empresarial no será posible un cambio del sistema económico y llegaremos al 2030 son haber conseguido los ODS de Naciones Unidas. Una vez más habremos perdido la batalla contra el hambre, la pobreza y la desigualdad y seguiremos sometidos a la dictadura de las multinacionales y los grandes grupos empresariales.
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