Economía | Un euro para la clase media

Por Daniel Seijo  | Ilustración de El Último Mono

«Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar»

 

 

Al igual que en el poema de Martin Niemöller, «Cuando los nazis vinieron por los comunistas», la pobreza y la desigualdad avanza en España sin que nadie parezca levantar la voz frente a una realidad, que cada día afecta a sectores más amplios de nuestra sociedad. Una realidad potenciada por la actual crisis económica que desde 2011 ha provocado un aumento del 44% en el número de multimillonarios en España (hasta alcanzar las 508 personas con un patrimonio superior a los 30 millones de euros) mientras que en el otro extremo de nuestra sociedad, todavía hoy 2,6 millones de personas se encuentran bajo el umbral de la pobreza severa; es decir, sobreviven cada día con menos de trescientos euros al mes, una situación  que les impide tener acceso a los recursos básicos que garanticen unas condiciones mínimas de nutrición, salud o acceso a la vivienda. Claras señales de alerta frente a la fractura del pacto social de nuestro país que no terminan aquí, cerca del 28% de los  españoles, muchos de ellos con trabajo, se encuentran en la actualidad en serio riesgo de caer bajo el umbral de la pobreza relativa, y al menos la mitad de los hogares de nuestro país manifiestan serias dificultades para poder llegar a fin de mes. Una situación que sin duda debería hacer que nos replanteásemos, si realmente puede considerarse clase media a una familia que se ve sometida a privaciones en su consumo alimentario, energético o de ocio para poder llegar a fin de mes. Si bien siempre hemos considerado a España como un país sustentado básicamente por las rentas de la clase media o la clase trabajadora, la reciente crisis económica y el injusto reparto a la hora de sostener las consecuencias de la misma, ha provocado que a día de hoy resulte más necesario que nunca distinguir con mayor precisión entre clase media y clase trabajadora, dado que atendiendo a diferentes estudios, nos encontrarnos con realidades sociales como que casi el 15% de los trabajadores españoles son pobres. Una seria bofetada al mito del gran cuerpo social de la clase media que nos sitúa en este sentido al nivel de realidades similares a las de Rumanía o Grecia,  países que sin duda en el imaginario colectivo serían considerados socialmente como pauperizados.

La gran clase media ha muerto y cualquier otra interpretación de nuestra realidad social, se trata tan solo de literatura política barata, destinada a narcotizar el descontento social creciente en nuestro país pese a que esto dificultará enormemente la posible recuperación de nuestra economía

La realidad de España está cambiando al ritmo de la desigualdad social entre sus habitantes, hemos pasado de ser un país de la Champions League europea, en donde gran parte de los españoles buscábamos a Curro en el Caribe cada verano, a llegar al final de Liga ajustándonos el cinturón y con la calefacción en muchos casos apagada durante el invierno, para evitar el temido descenso. Un rápido trayecto desde el tan manido “todo va bien” a sufrir en nuestras propias carnes una de las mayores crisis estructurales de nuestra historia. Ya no somos el país del AVE, ni de la sanidad universal, tampoco el de las obras faraónicas o la locomotora imparable del ladrillo, las políticas liberales nos han terminado transformado en un país que rescata autopistas y desmantela hospitales, en donde los bancos reciben dinero público y las personas son expulsadas de sus casas si se demoran en el pago, un estado en donde cientos de niños reciben sus clases durante todo el año en barracones de obra, mientras nuestros políticos roban impunemente recursos en apariencia escasos. Un país con casi 4 millones de parados y una clase dirigente sin una alternativa productiva clara a la vista.

En el hipotético caso de que se pudiesen trasladar los porcentajes que representan a grandes rasgos la situación social de nuestro país, a un grupo de diez de nuestros amigos o conocidos, en la actualidad tan sólo uno de ellos podría ser considerado como clase alta o muy alta, tres de ellos pertenecerían a la clase media y finalmente, otros cuatro estarían dentro de un baremo inferior a ésta en apariencia misma clase media. Lo lograrían pese a sufrir serias dificultades para permanecer en los teóricos baremos de la misma, es más, de estos cuatro amigos a los que situamos dentro de una hipotética clase media-baja, uno de ellos (puede que sin que nos percatemos en nuestro trato con el) se encuentraría ya en serio riesgo de caer en la pobreza relativa, pobreza en la que ya se encuentran dos de nuestros conocidos, llegando incluso uno de ellos a superarla para encontrarse inmerso en el extremo de la pobreza absoluta, muy alejado ya de nuestro circulo social y con serias dificultades para poder incorporarse nuevamente en un futuro cercano al mismo. Una realidad social alarmante, escondida entre fantasiosas cifras macroeconómicas que no hacen otra cosa sino maquillar el continuo empobrecimiento de personas reales en nuestro entorno.

¿Y qué hacemos como sociedad ante todo esto? aparentemente poco. Es cierto que España es un país en gran medida solidario, en donde el índice de donaciones a las organizaciones que se encargan de la atención a los colectivos más vulnerables ha aumentado desde el inicio de la crisis en torno a un 20%, pero ésta no es la solución, al menos no por si sola. La solución a la depauperación social que sufre nuestro país, pasa por identificar con celeridad desde las instituciones las situaciones de riesgo de pobreza y aplicar políticas sociales sobre ellas. No podemos seguir considerando a la mitad de los españoles, que afirman llegar con dificultades a fin de mes como clase media y de esa forma seguir imponiendo la mayor parte del peso de la carga impositiva sobre sus hombros. Las efectividad de la lucha contra la desigualdad y el empobrecimiento se basa principalmente en identificar correctamente la realidad social que nos ocupa,  por tanto, un ciudadano que tiene serias dificultades para llegar a fin de mes debe ser considerado como una persona en riesgo de pobreza relativa y no como clase media. Admitamos de una vez el definitivo hundimiento del sueño de una gran clase media española, para de ese modo, lograr un correcto diagnostico social que nos permita implementar políticas redistributivas que puedan fortalecer nuestro tejido social. La gran clase media ha muerto y cualquier otra interpretación de nuestra realidad social, se trata tan solo de literatura política barata, destinada a narcotizar el descontento social creciente en nuestro país pese a que esto dificultará enormemente la posible recuperación de nuestra economía.

Una realidad potenciada por la actual crisis económica que desde 2011 ha provocado un aumento del 44% en el número de multimillonarios en España, mientras que en el otro extremo de nuestra sociedad, todavía hoy 2,6 millones de personas se encuentran bajo el umbral de la pobreza severa

La lucha contra la pobreza y la inversión social debe de suponer un objetivo básico para el gobierno de nuestro país, con el que lograr imponer un reparto más justo de la riqueza y por tanto, garantizar mediante un aumento en el consumo interno un crecimiento económico estable y sostenido. Pero no nos engañemos, si como el viejo Castelao decía: “este continua siendo un país en donde la gente no pide, sino emigra”, pronto nos convertiremos en el único país de Europa en donde personas que se consideran de clase media, buscan a final de mes comida en un cubo de basura. Movimientos sociales, alternativas políticas, cooperativas y las numerosas mareas de diferente índole que inundan las calles de nuestras ciudades, deben de suponer la punta de lanza de una corriente social que luche contra la pobreza en nuestro país. Caer en la pobreza en un sistema altamente depredador y desigual, no debe suponer un estigma social, sino más bien, un motivo más en la lucha por un sistema económico más justo.

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