Economía | ¿Capitalistas «buenos» o capitalistas «malos»? Un falso dilema

Por Christian Orozco

Sobre el fundamento de la producción capitalista, sin embargo, operaciones relativamente prolongadas… exigen mayores adelantos de capital dinerario durante un periodo más extenso. La producción en tales esferas, pues, depende de los límites dentro de los cuales el capitalista individual disponga de capital dinerario. El sistema del crédito, así como la asociación conexa con el mismo ­­­–por ejemplo las sociedades por acciones–, abate esas barreras.

Karl Marx

Durante los últimos años, especialmente a partir del estallido de la última crisis mundial en 2008, se ha construido un argumento ciertamente maniqueo, gradualmente consolidado y aceptado por parte, especialmente, de círculos progresistas y de izquierda a nivel mundial. Este razonamiento versa aproximadamente, con ciertos matices, de la siguiente manera:

En la economía actual, tanto nacional como internacional, existen dos tipos de capitales y capitalistas. Los primeros son los productivos, identificados directamente con los capitales industriales y comerciales. Son capitales que sí crean riqueza, empleo, son más propensos a reconocer derechos laborales, y debemos estimularlos para tender hacia un mayor desarrollo socioeconómico.

Los segundos son los improductivos. Capitalistas y capitales directamente identificados con las corporaciones financieras y especulativas. Son capitales meramente usureros, no crean riqueza, no crean mucho empleo, operan mayoritariamente desde paraísos fiscales…Por tanto, es necesario controlarlos y reducirlos lo máximo posible. Son capitales que incluso “roban” riqueza a los capitalistas productivos.

A simple vista, como todo argumento maniqueo resulta bastante simple, atractivo y asumible. En resumen, existen dos tipos de capitalistas, unos “positivos” otros “negativos”, y una conclusión clara: hay que avanzar hacia la consolidación de un capitalismo basado en “la economía real”, preferiblemente centrado en pequeñas y medianas empresas “productivas” más cercanas a los trabajadores y a los consumidores. Sin embargo, ¿es esto posible? ¿y deseable?

La historia nos muestra sin duda alguna que la vieja ilusión pequeñoburguesa de un capitalismo amable es solamente eso, una ilusión bien intencionada pero falaz

En este sentido, un sencillo análisis de la economía mundial nos muestra un panorama muy distinto al que plantea la argumentación inicial. Como ya advertía Rudolf Hilferding (1910)[1] en su obra El Capital Financiero. Un estudio sobre la más reciente evolución del capitalismo, los capitales, ya en su época, estaban íntimamente interpenetrados entre ellos. De hecho, cuando él hablaba de capital financiero estaba haciendo referencia a la fusión dinámica entre el capital bancario y el capital industrial. Actualmente, dicho fenómeno se ha extendido ampliamente. Hoy en día, es muy sencillo encontrar ejemplos representativos de grandes empresas que antaño eran netamente industriales y que ahora presentan participaciones en instituciones financieras o fondos de inversiones mayores al 51%; o bien, grandes transnacionales financieras comprando colosales porciones de capital social de importantes multinacionales industriales. Por tanto, apelar a la existencia de una supuesta escisión tácita entre unos capitales (y capitalistas, por tanto) “buenos” y “malos” es absurdo en la compleja e interrelacionada economía mundial de nuestros días. Lógicamente, este razonamiento no significa, en modo alguno, afirmar que no existe absolutamente ninguna diferencia o conflictos entre las distintas facciones del capital, sino solamente señalar el hecho de que capitalista es el sustantivo; e industrial, comercial o financiero son los adjetivos. Y, por tanto, independientemente de su actividad económica concreta su leitmotiv es la obtención de una cada vez mayor tasa de beneficio, y a eso se supedita todo. No como una cuestión moral sino como una necesidad imperiosa del capital individual de sobrevivir a una competencia leonina.

Pero, en definitiva, ¿qué es lo que se esconde tras ese ideal que pretende elevar a los cielos a unos y condenar a la hoguera a otros? Pues bien, analizando estos argumentos no podemos más que recordar tiempos pasados en los que las grandes figuras del marxismo clásico (Lenin, Luxemburgo…) se enfrentaban dialécticamente a sus coetáneos reformistas (Bernstein o Kautsky, como sus máximos representantes, pero no los únicos) en base a una cuestión crucial: ¿Es el capitalismo reformable? ¿Es posible la construcción de un capitalismo de “rostro humano” que gradualmente desemboque inevitablemente en el socialismo a base de reformas? En una perspectiva histórica, se podría fácilmente argumentar que los primeros tenían razón, mientras que los segundos no solo se equivocaron en sus tesis, sino que, además, sus herederos intelectuales actuales sufren una grave amnesia en lo referente a eso de que las reformas son pasos intermedios hacia el socialismo. Es decir, los segundos aceptaron y apoyaron esa idea de que el capitalismo es eterno, pero que si es “socialmente responsable” mucho mejor.

Apelar a la existencia de una supuesta escisión tácita entre unos capitales (y capitalistas, por tanto) “buenos” y “malos” es absurdo en la compleja e interrelacionada economía mundial de nuestros días

Desde esta perspectiva, para poder reflexionar sobre el presente es absolutamente necesario mirar al pasado, como decía ese famoso paleontólogo estadounidense Stephen Jay Gould, somos hijos de la historia. Y la historia nos muestra sin duda alguna que la vieja ilusión pequeñoburguesa de un capitalismo amable es solamente eso, una ilusión bien intencionada pero falaz. El corazón del sistema capitalista está basado en la exportación de la clase trabajadora y en la búsqueda permanente de beneficios. Así pues, de la misma forma que no se le puede pedir empatía a un psicópata en estado terminal, tampoco sería coherente pedirle al capitalismo que sea compatible con mayores niveles de bienestar social. Sencillamente no es su naturaleza, y menos aun cuando el enorme contrapeso económico y moral que significó la URSS ha desaparecido, y más aún, cuando el viejo fantasma de las revoluciones populares constituye una antigualla del pasado para significativos sectores de la población explotada.

Resumiendo, no existen capitalistas “buenos” y capitalistas “malos”. Los beneficios que obtienen una empresa china fabricante de motocicletas y un hedge fund británico tienen una misma fuente: el trabajo no pagado de la clase obrera. Ponerle medallas a una y despreciar a la otra es simplemente no entender o no querer comprender el funcionamiento esencial del sistema capitalista.


[1] Rudolf Hilferding. (1877 – 1941) Economista marxista y político alemán. Se licenció en medicina en 1901. Fue redactor en las revistas Neue Zeit, Vorwärts, Freiheit, Kampf y Gesellschaft. Presidió el Partido Socialdemócrata Alemán, fue diputado del Reichstag (1924-1933) y Ministro de Finanzas en el primer gobierno de Stresemann.

3 Comments

  1. Agradezco enormemente tu comentario Joan Ramón. Es muy sugerente y me gustaría comentarlo.

    Desde mi punto de vista, El objetivo básico del artículo es argumentar en contra de posiciones reformistas que en muchos casos ocultan la realidad y venden la idea de que el capitalismo puede ser socialmente «responsable» y «amable». Lógicamente, las estructuras productivas y sociales de una economía industrial, financiarizada o primaria-exportadora son muy diferentes. Sin embargo, lo que yo impugno es esa idea generalizada de que más empresas industriales en una región se traduzca inevitablemente en mejores condiciones para las clases explotadas.

    ¿Más empresas de carácter social y ecológico? Sí, evidentemente no estoy en contra de ellas. Lo que yo afirmo simplemente es que un Triodos más, un Mondragón más no son una solución en absoluto. Y en última instancia la propia competencia capitalista les obligará tarde o temprano asumir una visión capitalista de sus actividades, lamentablemente el imperativo de la rentabilidad y la ley del valor afectan a todas las unidades económicas insertas en este sistema, independientemente de sus valores fundacionales.

    Finalmente, no afirmo que tenemos que avanzar necesariamente hacia estructura socieconómicas vigentes en el llamado «socialismo real». Fueron proyectos revolucionarios que representan sin duda alguna un ejemplo muy valioso para todxs aquellxs que queremos un cambio radical del mundo. No solo por sus logros sociales (que fueron enormes), sino sobre todo por todos aquellos errores que cometieron (enormes también) y, por tanto, nos permiten reflexionar sobre el futuro que queremos construir.

  2. El artículo es enormemente interesante porque plantea un eterno debate en torno a qué tipo de sistema económico es el que queremos. Sin embargo, desde mi punto de vista, hace una simplificación que lo lleva a conclusiones que, insisto, desde mi punto de vista, son cuestionables. Estoy totalmente de acuerdo en afirmar que no solo el capitalismo financiero es nocivo, sino que también hay un capitalismo industrial y productivo también nocivo. Pero apostar por un modelo productivo y unas empresas de carácter social y ecológico además de económico (sostenibilidad) es hoy en día positivo. Es posible que frente al capitalismo podamos plantear un sistema económico diferente, que tampoco es el del socialismo real (el que aplicaron los países denominados comunistas). Todos mis artículos y reflexiones van en esa linea, porque pienso que las condiciones para llegar a un comunismo como el que planteaba Marx no se dan.

    • Adicionalmente no me resisto a incluir un pequeño párrafo extraído del Manifiesto Comunista que me resulta muy revelador:

      «Una parte de la burguesía desea mitigar los males sociales al objeto de asegurar la permanencia de la sociedad burguesa. Cabe contar aquí a los economistas, a los filántropos, a los humanitarios, a los promotores de la mejora de la situación de las clases trabajadoras, a los organizadores de la beneficencia, a los miembros de la sociedad protectora de animales, fundadores de asociaciones en pro de la frugalidad y a los más pintorescos reformadores de vía estrecha. También este socialismo burgués ha sido objeto de grandes elaboraciones sistemáticas. Vamos a aducir como ejemplo la «Filosofía de la Miseria», de Prudhon.»

      http://pendientedemigracion.ucm.es/info/bas/utopia/html/todom212.htm

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