Ecología | La caza en el punto de mira

El papel de la caza sobre la conservación de la naturaleza es un debate controvertido, que suele enfrentar únicamente a dos colectivos: cazadores y ecologistas. Para trasladar la cuestión a la opinión pública general, SEO/Birdlife comenzó el año ofreciendo a la sociedad la posibilidad de opinar sobre el tema. Para ello ha abierto un proceso participativo que comienza con una encuesta sobre cuestiones relacionadas con la caza y en la que puede participar toda la ciudadanía. Además, a través de su comité científico ha publicado un estudio sobre la compatibilidad de la caza con la conservación de las aves y sus hábitats.  Aunque a simple vista la cuestión nos pueda parecer interesante y razonable, ha generado tensiones en el lobby de cazadores. La ONC (Oficina Nacional de Caza, Conservación y Desarrollo Rural) ha tachado la encuesta de sondeo cocinado y el proceso en general de ser una campaña anticaza (incluso piden la dimisión de la directora ejecutiva de SEO/BirdLife).  

pesar de un inicio basado en la supervivencia, a lo largo de los años la caza se ha ido transformando, primero en una actividad meramente recreativa, hasta llegar a mercantilizarse: actualmente es un negocio que genera más de 3.000 millones €/año y ocupa cerca del 80% del territorio nacional en cotos (la mayoría privados, por lo que la gestión corresponde a sus propietarios). Según el MAGRAMA, en 2010 se expidieron más de 1 millón de licencias, se mataron más de 20 millones de animales y se soltaron más de 2 millones de ejemplares criados en cautividad, de los cuales solo el 6% de las sueltas fueron realizadas por la administración.  

El 30 % del territorio español forma parte de la Red Natura 2000, quedando en evidencia nuestro papel como nido de biodiversidad en Europa. En este marco, la magnitud de la caza como elemento activo en la conservación de la naturaleza es mayor, ya que es uno de los grupos de impacto de origen antrópico que se identifica como amenaza para la supervivencia de las especies, principalmente por la sobreexplotación de especies silvestres y la introducción de especies invasoras. Esta es una cuestión compleja, puesto que el hecho de perder diversidad biológica (genes, especies y ecosistemas) no implica únicamente la pérdida del propio valor de la naturaleza sino también de los bienes y servicios que esos ecosistemas conceden a la sociedad, poniendo en riesgo su capacidad para mantener a generaciones futuras. 

  Ilustración del cuento de Heinrich Hoffman, Historia del Cazador Desalmado

En lo que respecta a su compatibilidad con la conservación del medio natural, el mayor problema que presenta la caza es la suelta de animales. Hay explotaciones cinegéticas que se basan fundamentalmente en el uso de especies criadas en granjas. Los animales introducidos pueden crear graves desequilibrios en los ecosistemas, desarrollando problemas sanitarios, sobrepoblación y desplazamiento de las poblaciones autóctonas. La idea de que gracias a la caza se controla la sobrepoblación de especies como conejos, jabalíes o ciervos no deja de ser irónica, pues es la propia actividad la que genera el problema que hace “imprescindible” su existencia. Y no solo debemos tener en cuenta el impacto directo sino también las pérdidas ocasionadas de manera indirecta, como son las alteraciones y fragmentación de hábitats (ocasionadas por la colocación de vallados, tiraderos o caminos), el impactos sobre las especies protegidas o el desarrollo de actividades cinegéticas altamente perniciosas, ya sean legales (media veda, caza con reclamo, control de depredadores…) o ilegales (silvestrismo, parany, cetrería, colocación de cebos envenenados…).

Habría que tener también en cuenta que su impacto en la sociedad no se limita a su repercusión económica. En primer lugar, afecta de manera notable al uso y disfrute del espacio natural, limitando el desarrollo de actividades como senderismo, educación ambiental, apicultura, recolección micológica y ecoturismo. Además, desde el punto de vista moral se ha generado una desafección hacia la caza, debido a su baja capacidad de justificación de la muerte animal y a las prácticas de maltrato asociadas a su desarrollo.  

Puesto que la caza representa una actividad de tan importante impacto en la conservación de la naturaleza, es completamente necesaria una gestión responsable tanto con la propia naturaleza como con el resto de la sociedad. No debería ser tan complicado, solo es cuestión de tratar a las poblaciones de especies como lo que son: recursos naturales renovables, respetando su capacidad de regeneración mediante una gestión de la actividad que le permita ser sostenible con el medio en el que se está inmiscuyendo. Y no se trata únicamente de evitar daños a las especies explotadas, sino también a las poblaciones de especies no cinegéticas. Por ello, si de verdad este sector defiende su actividad como un elemento más de conservación de la naturaleza debería hacerlo desde una postura más abierta, asumiendo un papel autocrítico y aceptando soluciones y mejoras para una coexistencia lo más respetuosa posible. Pero para esto deberían aceptar, en primer término, que la gestión de la caza debe estar basada en la sostenibilidad del medio y no en la demanda de los cazadores. 

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