Ecología, cambio climático y transición. Hacia un modelo de crecimiento diferente

La crisis ecológica va íntimamente ligada a la precariedad y a la crisis social, siendo un problema de carácter político y cultural.

Por Gonzalo Busqué

Una de las dependencias básicas del ser humano es la ecodependencia, que no es otra cosa que la dependencia de los bienes naturales: minerales, ciclo del agua, del carbono, etc. y también de procesos como la fotosíntesis o la polinización. No existe economía sin esos bienes fondo de la naturaleza. La cultura hegemónica occidental vive de espaldas a esa realidad, a esa dependencia sin reparar en sus límites, ignorando que ningún sistema puede subsistir de un modo ilimitado. Como resultado de ese planteamiento el sostenimiento de la vida no es una prioridad en el neoliberalismo. Sí lo son el crecimiento económico y la maximización de las tasas de ganancia del capital. Las raíces clásicas del pensamiento político occidental han separado la vida humana del resto del mundo vivo desde sus inicios y se agudiza a partir del periodo de la modernidad triunfante. Todo ello opuesto a la visión cósmica de aquellos pueblos que tienen una visión biocentrica e integradora.

Esta visión cristaliza en la política y en la economía a través de tres formas:

  1. El patriarcado como sistema jerárquico y de progreso en el que los sujetos políticos pueden vivir emancipados de la naturaleza, de su propio cuerpo y del resto de las personas.
  2. La tecnociencia permite alejar del lugar donde se actúa de los lugares donde se sufren las consecuencias.
  3. El capitalismo como un fabricante de subjetividades que genera mitos como el valor y el precio, en el que no se razona nada desde el punto de vista de las necesidades humanas y por lo tanto no se distingue de aquellas que sostienen la vida y que como consecuencia sólo hacen crecer la economía devastando bienes finitos materiales y recursos también finitos. El mito del crecimiento que alimentan dice “que la economía tiene que crecer siempre y a costa de lo que sea para poder sostener las existencias”. Este mito genera la lógica del sacrificio que añade que “todo merece la pena ser sacrificado para que la economía crezca”. Todo ello da lugar a una crisis de civilización y a una crisis material y ecológica.

El cambio climático ha dado lugar a la aparición de un negacionismo político que no pretende en realidad negar la existencia de este, sino que tiene unos efectos devastadores y que lo que persigue son procesos de adaptación al cambio climático desde una perspectiva ecofascista para proteger y blindar los privilegios del poder dominante. Existe también un negacionismo que consiste en no hacer nada, por parte de un sector de la izquierda tradicional.

Ante la evidencia de que se han traspasado los límites físicos de resistencia del planeta y que las consecuencias las sufren las capas más débiles de la sociedad (pobres, mujeres y ancianos) y que la pérdida de biodiversidad incide directamente en la vida humana tal y como demuestra la actual pandemia y las que vendrán apuntamos como respuestas posibles articuladas en tres ejes:

  • El decrecimiento de la esfera global de la economía es un dato incontestable por el agotamiento de los recursos minerales, del agua, etc
  • La vía hegemónica actual ecofascista quiere que una minoría continúe con su nivel de vida a costa de la mayoría de la población.
  • Otra vía es posible a partir de reformar el modelo económico actual según tres principios:
  1. El principio de suficiencia que no es otra cosa que vivir de acorde con aquello que necesitamos de forma sencilla.
  2. El del reparto y distribución de la riqueza existente de modo equitativo.
  3. La organización de la política desde la lógica de lo común y del cuidado.

La crisis ecológica va íntimamente ligada a la precariedad y a la crisis social, siendo un problema de carácter político y cultural.

Debemos apostar por lo tanto por cultivar una cultura de ecologismo político que nos lleve a confrontar con aspectos lesivos para la biodiversidad como es la creciente invasión del eucalipto en los montes del norte peninsular en detrimento del bosque tradicional, los megaparques eólicos que deterioran el medio rural en beneficio de industrias energéticas de carácter especulativo, la práctica de extracciones mineras a cielo abierto o el impacto del cambio climático.

 

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