Por Al Descubierto
Mario Draghi finalmente no podrá seguir en el Palacio de Quirinal.
El exbanquero y hombre fuerte de la Unión Europea no ha sido capaz de sostener el órdago ante los distintos intereses partidistas de su gobierno de coalición.
Italia acudirá a elecciones en otoño ante la dimisión de Draghi por la ruptura de su gobierno de concentración, donde se sumaban todas las fuerzas de Italia menos la extrema derecha de Fratelli d’Italia (FdI).
El banquero italiano había sido escogido (nuevamente como no electo) para liderar el rumbo de Italia en la crisis política, social y económica que sacude el país.
Y si bien es cierto que Draghi ha tenido sonados logros como la campaña de vacunación, la preponderancia de prestigio internacional o los resultados económicos, ha sido incapaz de mantener un gobierno con fuerzas enormemente distantes que ha aguantado pese a todo 17 meses.
Pero ¿por qué se rompió el gobierno? Pues esta ruptura ha ocurrido según analistas de manera “tonta”.
La crisis se desató hace una semana por el Movimiento 5 Estrellas (Mi5), que exigía a Mario Draghi atender sus posiciones o perder el apoyo de los “grillini”.
Así, el presidente no electo de Italia se presentó a una cuestión de confianza pidiendo unidad. Una petición que los partidos desoyeron, al solo recibir el apoyo de una pequeña parte de la cámara para su continuidad.
Mario Draghi presentaba entonces su dimisión ante el Presidente de la República, Sergio Mattarella. El veterano presidente la rechazaba y exigía a Draghi buscar una solución.
Y es que lo que es cierto pese a no haber ganado unas elecciones, es que Draghi se ganó el respeto de los italianos: solo 3 de cada 10 querían elecciones.
Decidió dar marcha atrás, pero ya era tarde.
El órdago contra Draghi
Si bien los enfrentamientos con el Mi5 podían arreglarse, esto no podría repararse si más fuerzas de la coalición la hacían estallar.
Así Matteo Salvini lanzaba un órdago, negándose a pactar con Mario Draghi si el Mi5 convivía en el gobierno.
Una suma casi imposible sin los “grillini” y sus aliados. De esta manera la Liga (Liga) de Salvini y Forza Italia (FI) de Berlusconi, encontraban la manera de romper el gobierno con una excusa plausible.
Mario Draghi recibió inusitadas fuerzas de apoyo, tanto en la calle como en una manifestación de casi 2000 alcaldes donde le pedían que se quedase.
Así, organizó una segunda moción de confianza para permanecer en el poder. En el discurso pedía un amplio respaldo para seguir y unidad para afrontar la crisis. Pero nadie le estaba escuchando.
La derecha italiana siguió en su papel y tanto la Liga como el FI abandonaron el hemiciclo antes de la votación. Aquí Berlusconi rompió cualquier acuerdo con su grupo, el Partido Popular Europeo, y sacó su vena más populista apoyando la ruptura.
El M5S también se marchó. La moción salió aprobada con 98 votos a favor y 38 abstenciones, pero esos 133 senadores ni siquiera reunían el quorum de la cámara.
Así, aunque se exigía una segunda votación para refrendar el resultado, Mario Draghi se rendía ante la evidencia: no tenía apoyos.
De esta manera reconocía su derrota y comunicaba que iría a ver al Presidente de la República para mostrarle su definitiva dimisión.
Posteriormente, Mattarella le conminó para quedarse en funciones hasta las nuevas elecciones que se celebrarán en otoño
El júbilo de la extrema derecha
El interés en finalizar así esta jugada ha provenido principalmente de la derecha política que se ve irremediablemente gobernando.
Y es que desde aquel verano de 2019 donde Salvini rozaba el 36% de intención de voto en solitario, la derecha suma aproximadamente el 45% de intención de voto.
Desde el error de cálculo de este con el abandono del gobierno y el inesperado gobierno de coalición entre el Partido Socialista de Italia (PSI) y el M5S muchas cosas han cambiado, pero la derecha no ha bajado de esta intención del 45%.
Así el principal beneficiado son Hermanos de Italia, la formación posfascista heredera del Movimiento Social Italiano (quienes a su vez son los herederos del Partido Fascista de Mussolini).
Su líder, Giorgia Meloni, ha crecido en las encuestas con un discurso tremendamente duro en inmigración, antiderechos y euroescéptico, con constantes referencias ultraconservadoras.
Su formación es ahora la primera fuerza con un 23% de intención de voto, en el campo de la derecha le sigue la Liga con el 14,5% y el FI con el 9,5%.
Los tres partidos forman la coalición llamada “centroderecha” pese a tener 2 fuerzas mayoritarias de extrema derecha gracias al poder de Berlusconi en los medios de comunicación, en buena parte de su propiedad.
Italia se encamina a unas elecciones con pocas sorpresas, con un PSI que ha recuperado terreno frente a un M5S en un paupérrimo 10% y una izquierda alternativa dividida en mil opciones políticas que la convierten en incapaz de ganar la contienda.
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