Donde se esconde la Memoria

Por Angelo Nero

Parece que hoy, más que nunca, es necesario mirar hacia el pasado, hacia ese pasado incómodo, sobre el que, aunque lo nieguen o lo silencien, está construido este presente. Más que nunca, porque, como entonces, el fantasma del fascismo brota, como un virus, por la vieja Europa, y en esa España que irguió el relata de la Transición con aquello de que había que cerrar heridas, dejó que se infectasen, que se pudrieran, y que germinasen en los asientos del parlamento no solo los herederos del franquismo, que ya estaban allí, sino aquellos que, sin demasiados tapujos, desean otra longa noite de pedra.

Por eso parece que hoy, más que nunca, es tan necesario mirar hacia el pasado, por medio de libros que nos hablen de los orígenes de la barbarie, de sus motivos, de sus efectos, de documentos que descubran los nombres de las víctimas, y, ya va siendo hora, de los verdugos, de películas valientes que pongan el foco en aquella etapa gris de nuestra historia, en la que la propia historia retrocedió, y un país entero atrasó cuarenta años los relojes.

Es necesario mostrar a las nuevas generaciones la crudeza de aquella dictadura genocida, que ahora intenta ser blanqueada por los nuevos profetas que alzan la bandera para esconder tras ella las miserias de una patria al servicio de los banqueros, de los empresarios, de la iglesia.

Por eso, si, es tan necesaria la aparición en nuestras pantallas de películas como “Mientras dure la guerra”, “El silencio de otros”, o “La trinchera infinita”, que desde enfoques bien diferentes, pero complementarios, miran al pasado sin esconder los verdaderos rostros de ese fascismo que vuelve a estar en nuestras calles, pidiendo ilegalizar partidos, recortar derechos y quien sabe que más, si les dejamos.

Para aquellos que repetirán el mantra de ¿pero, otra película de la guerra civil?, decirles que no, que este film no habla de la guerra, no hay frentes de batalla, a pesar de que si hay trincheras, no hay ejércitos enfrentados, como no hubo –excepto la heroica resistencia de la guerrilla- en esta tierra nuestra de Galiza, no hay guerra pero, también como hubo aquí, hay víctimas, pues más allá de las batallas, en las que las milicias partidistas y los militares leales a la República combatieron a los sublevados, en la retaguardia conquistada por estos comenzó una represión feroz, despiadada, que instauró un régimen de terror que duraría cuarenta años.

Dirigida por Jon Garaño, Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga, que ya nos sorprendieran con sus anteriores trabajos, “Lucio” (2007), “Loreak” (2014), y “Handia” (2017), en esta ocasión nos lleva a los primeros días del alzamiento fascista en un pequeño pueblo de Andalucía, donde comienza la cacería de maestros, concejales, sindicalistas y de todo aquel que, de algún modo, se hubiera significado a favor de las izquierdas.

Higinio (increíblemente interpretado por Antonio de la Torre), uno de eses concejales que soñaron un mundo mejor, es capturado junto con un puñado de compañeros, y en uno de eses terribles “paseos” hacia una muerte segura, salta de un camión para conservar la vida. Corriendo entre el laberinto de calles estrechas, perseguido a tiros por los guardias, salta las cercas, se esconde tras los muros, para poder alcanzar el campo abierto, donde le da la espalda al pueblo.

Huir, pero ¿hacia dónde?. Pronto descubrirá que en la huida son más lo que quedan tirados en las cunetas, en los barrancos, en los pozos, y que no le quedará otra que volver sobre sus pasos y buscar refugio en el único lugar donde alguien puede arriesgarse por el: en su casa, donde le espera su mujer Rosa (una verdadera revelación para mí, la actriz Belén Cuesta), con la que se casara recientemente.

Con una acertada estructura de trece capítulos, cada uno encabezado por una definición del diccionario: Campeada, esconder, detención, peligro, encerrar, aliado, década, apartado, cambiar, franco, desenterrar, amnistía y salir, la historia cuenta el terrible encierro, durante más de tres décadas, de uno de aquellos topos de los que nos hablaron los periodistas Manuel Leguineche y Jesús Torbado  en 1977 (reeditado por Capitán Swing en 2010, en una esmerada edición).

En cada episodio el drama alcanza un nuevo giro, desde la brutalidad inicial, en la que la vida pendía de un hilo, con constantes delaciones de los vecinos, asesintos de compañeros, hostigamientos a su mujer para que lo denunciara –ella, que vive tan escondida como el, pero es la que sufre la represión, en forma de palizas, rapado del pelo, y escarnio público-, pasando por la cotidianidad de la reclusión, en la tentativa de darle sentido a los días, en los que, poco a poco, se van convirtiendo en sombras, hasta las esperanzas de que algo cambie, de que una vez terminada la guerra –primero la de España, después la de Europa- se les devuelva la libertad.

Quizás los 147 minutos del metraje, algo excesivo para las salas comerciales, venga motivado por hacer sentir a los espectadores lo largo de aquel encierro, en el que la dictadura sembró el miedo en todo el país, e hizo crecer cientos, miles de topos, los que enterraron con ellos a sus familias, marcadas por el estigma de pertenecer a los vencidos, que tendrían que pagar por la derrota durante las décadas siguientes, que llevarían marcado aquel miedo en la piel, en la mirada, en el silencio…

Las referencias que nos señalan los directores de este film, además del citado libro de Manu Leguineche, en las que se sumergieron para documentarse sobre la historia de los topos, son la película de animación de Manuel H. Martín, “30 años de oscuridad” (2011), que narra la historia de Manuel Cortés, alcalde republicano de Mijas, que estuvo escondido en su casa, en un zulo, durante tres décadas, y también en trabajos anteriores como el de “Mambrú se fue a la guerra” (1986), de Fernando Fernán Gómez, o “Los girasoles ciegos” (2008) de José Luís Cuerda.

Aunque la visión novedosa de “La trinchera infinita” es la visión del propio topo, que ve como el mundo va cambiando, mientras el se va quedando anclado en su pequeño espacio, en su miedo que, en un momento dado, lo lleva a afirmar “aquí no se está tan mal”, cuando surge la oportunidad de salir al mundo exterior.

Poco a poco, van saliendo las historias de esas mujeres y hombres que sufrieron durante tantos años la represión de aquel régimen genocida, y que, todavía después del fallecimiento del dictador, siguieron escondidos, silenciados, invisibles, presos de un miedo que se extendiera por todos los rincones de la sociedad, y que nos obligan, más que nunca, a mantener las trincheras de la Memoria.

España y Francia, 2019. Dirección: Aitor Arregi, Jon Garaño e Jose Mari Goenaga. Guión: Jose Mari Goenaga e Luiso Berdejo. Productoras: La Claqueta / Irusoin / Manny Films / Moriarti Produkzioak / Trinchera Film. Fotografía: Javier Agirre. Montaje: Laurent Dufreche e Raúl López. Música: Pascal Gaigne. Diseño de producción: Pepe Domínguez del Olmo. Direción artística: Gigia Pellegrini e Mikel Serrano. Vestuario: Lourdes Fuentes e Saioa Lara. Reparto: Antonio de la Torre, Belén Cuesta, Vicente Vergara, José Manuel Poga, Emilio Palacios. Duración: 147 minutos.

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