Dios se equivocó de tierra

Por Fernando Arriero

“El señor le dijo a Moisés: Anda. sal de aquí con el pueblo que está en Egipto hacia la tierra que le prometí a Abraham, Isaac y Jacob. Si es así, se la daré a tu descendencia”. Así comienza Éxodo 33:1. Estas líneas relatan la conversación en la que Dios le pide a Moisés que salve al pueblo israelita del yugo egipcio, y lo guíe a las orillas del Eufrates. Tras abrir ríos en dos mitades, andar por el desierto sin alpargata, al final llegaron a su tierra y ahí estaba su río. Apuntan los libros hebreos de la época que allí solo había agua y tierra, que lo de prometida no aparecía por ninguna parte. Si en el momento de hacerle llegar el mensaje al Moi, Dios hubiera tenido WIFI y el navegador GPS, estoy seguro que lo manda para la orilla del Guadalquivir. Ahí está la verdadera tierra prometida.

 

Desde hace ya algún tiempo vengo observando que la sociedad andaluza está mas concienciada con su sentir andaluz, el arraigo de su cultura, el valor de su gastronomía y el disfrute de todo su relieve. Además somos inteligentes y nos hemos dado cuenta que la meseta política no ha robado un poco o mucho de nuestra identidad de comunidad polifacética, multicultural y productiva. El surgimiento de Vox nos ha hecho valorar el poder del estatuto y de los derechos conseguidos, y de lo que podemos perder como pueblo. El hecho de que la ultraderecha pretenda centralizar las políticas y destruir de un plumazo lo conquistado en varias décadas a removido una idea de identidad andaluza que antes no existía.

Estatua de Averroes, filósofo y médico andalusí de origen bereber, en la calle Cairuán (Córdoba)

La marginación intelectual sufrida por el pueblo andaluz es latente, palpable y demostrable. Todas conocemos que el papel cinematográfico del andaluz en estaba reservado para puta, yonki, criada o gracioso de turno. Además la desinformación escolar sobre los grandes pensadores andalusís como son Seneca o Averroes es clarividente. El ideario cristiano se ha puesto por encima de las demás culturas que han configurado España por los siglos de los siglos, amen. Desde la reconquista han estado luchando por ello. Los reyes quemaron nuestros escritos andalusíes en la plaza Bid-Rambla de Granada intentando con esto destruir todo el pasado que anteriormente habitó el sur de España.

La cultura andaluza tiene un elemento que la vertebra desde la tierra de Tomatito (Almería) hasta la cuna de Paco de Lucía (Algeciras) y es el flamenco. Desde el 16 de noviembre de 2010 este arte es reconocido por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.  Hecho que le ha dado un valor al sentir del pueblo andaluz. El andaluz muchas veces ha olvidado que el flamenco es la esencia de su  tierra y ha dejado que otras influencias musicales coparan ese espacio. Afortunadamente esto ha cambiado. Y el sentirse flamenco está de moda entre los millennials andaluces.  Ellos están empezando a escucharlo. Esta generación está poniendo en valor esa mezcla musical surgida de la expulsión de gitanos, moros y judíos por orden de los reconquistadores cristianos.  Todos se tuvieron que ir hacia la montaña o el campo, y ahí compartieron fuego, pena y alegría; ahí es cuando surge el flamenco. No podemos, ni queremos renegar de nuestro maravilloso pasado.

Los andaluces aprendimos el castellano pero anteriormente teníamos otra lengua. Eso hizo que al idioma nuevo le diésemos otra tonalidad y lo habitásemos con las diferentes /s/ o /z/ de la fonética andalusí. Esto explica la diferencia de pronunciación con el resto de la península y la cantidad de palabras que son de uso exclusivo en Andalucía. La aportación andaluza al castellano es innumerable: almohada, albóndiga, habichuela, alcaucil entre otras. La que más llama mi atención es la triple negación para una afirmación rotunda. Esto se consigue con “nonina”. En un contexto en la que cada una de ellas por separada ocuparía una opción negativa al juntarlas es una afirmación muy pero que muy exagerada.

-¿Quieres a tu madre? –Nonina, si es la que me parió.

No queremos que nos quiten la identidad de pueblo en una hoguera, no queremos que nos roben más la memoria de nuestros abuelos y abuelas, no queremos que nos ninguneen desde la meseta a costa de lo que votamos en el sur, no queremos retroceder en nuestras capacidades de gestión, no queremos que nadie tenga que esperar en la sala de espera de un hospital, no queremos que tener el paro más alto de Europa, no queremos ser el monigote jocoso del productor de turno. Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos, pedir paz, esperanza e igualdad para una tierra prometida para la felicidad.

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