Dinamarca: unas elecciones aplastantes

Gran parte del caos en el bloque burgués puede explicarse por el surgimiento de dos nuevos partidos, pero la derecha ha sido cuestionada simultáneamente en sus dos componentes centrales, la xenofobia y el neoliberalismo. 

Por Reinout Bosch / Sin Permiso

Las elecciones danesas del 1 de noviembre de 2022 fueron realmente históricas: los partidos consolidados han caído en desgracia, los nuevos han irrumpido en el parlamento y nunca antes tantos votantes habían cambiado sus alianzas entre partidos en los meses previos a las elecciones.Al entrar en la cabina de votación el martes pasado, los votantes daneses tenían no menos de catorce partidos diferentes para elegir. Los nuevos partidos de derecha defendían viejas posiciones populistas, pero con un rostro más popular. Dirigidos por políticos de renombre, estos partidos han recogido y renovado viejas políticas y han centrado su atractivo público en estos temas seleccionados, mientras se niegan a revelar su posición sobre otros asuntos.Este panorama político dividido dejó fracturada a la derecha y facilitó una victoria histórica para los socialdemócratas, quienes obtuvieron su mejor resultado electoral en dos décadas, obteniendo el 27,5 por ciento de los votos, ganando escaños y duplicando su tamaño en relación con su contendiente más cercano.

Los partidos burgueses tradicionales recibieron la menor porción de votos de su historia, y los tres partidos de extrema derecha solo obtuvieron sumados el 14 por ciento de los votos, lejos del impactante 21 por ciento que el nacionalista Partido Popular Danés obtuvo en 2015.

La izquierda en general experimentó un pequeño declive. El Partido Popular Socialista ganó algunos nuevos votantes, mientras que la Alianza Roji-Verde perdió cuatro de sus 13 escaños. Sorprendentemente, el partido verde, la Alternativa, que se esperaba que quedase fuera del parlamento, se recuperó y terminó ganando algunos votos en comparación con las últimas elecciones.

Los socialdemócratas despejan la mesa en las reñidas elecciones danesas

Las elecciones danesas, celebradas medio año antes de que expirara el mandato del gobierno, se esperaban desde hacía algunos meses. Tras un informe que criticaba a la primera ministra socialdemócrata, Mette Frederiksen, por la forma en que el gobierno liquidó la industria de pieles de visón durante la pandemia de Covid (una matanza destinada a evitar que el virus mutara más rápido), los social liberales -que habían apoyado al gobierno todo el mandato – exigieron que se convocaran nuevas elecciones antes de la apertura del parlamento.

Los social liberales esperaban forzar la mano de la Primera Ministra después de las elecciones: apostando por la debilidad de la derecha, esperaban que los socialdemócratas fueran reelegidos y ellos mismos entrar en un gobierno de coalición, poniendo así fin a tres años de Gobierno mono partidista.

Este cálculo cínico acabo siendo un desastre total para el partido. La opinión popular se volvió rápidamente en contra de su estrategia, y los social liberales se encontraron en una trampa: condenados por derribar a la Primera Ministra solo para volver a nombrarla, e igualmente condenados si se echaban para atrás tras su error de cálculo.

Cuando llegó la noche de las elecciones, el apoyo de los social liberales se redujo a la mitad: el partido recibió solo el 3,8 por ciento de los votos. Ahora se ha convertido en uno de los partidos más pequeños, aunque todavía está en condiciones de negociar el próximo gobierno.

¿El poder absoluto del gobierno?

Para los social demócratas, la exigencia de elecciones, también expresada con fuerza por la oposición burguesa, no llegó en el peor de los momentos. La convocatoria anticipada de elecciones es parte normal del juego político danés, y la Primera Ministra había dejado claramente abierta la opción de celebrar elecciones en otoño. Ello le daría la oportunidad de ser reelegida antes de que debieran pagarse las vertiginosas facturas de servicios públicos de este invierno y allanaría el camino para una campaña electoral informal que se prolongaría durante meses, una situación generalmente favorable para el partido gobernante.

Habiendo sido elegido en el verano de 2019, la mayor parte de la legislatura ha estado marcada por la pandemia del Covid-19. La primera ministra Frederiksen y muchos de sus colegas tuvieron un aumento de popularidad entonces. Dirigiendo con mano firme el aparato estatal, ella y sus asesores cercanos intentaron guiar a Dinamarca a través de la crisis sanitaria a través de confinamientos extensos pero breves, con relativo éxito.

No obstante, sus muchas conferencias de prensa, instruyendo al público con gran detalle sobre cómo comportarse, crearon una impresión pública de la Primera Ministra que después ha intentado superar. La asunción de la responsabilidad personal de los confinamientos y de la matanza selectiva, legalmente cuestionable, de los visones, la envolvió en un aire de arrogancia.

Al acercarse las esperadas elecciones, los partidos de derecha trataron cada vez más de acusar a la Primera Ministra de autoritaria, de buscar el control total del aparato estatal, incluso de tener tendencias dictatoriales. Esta narrativa, aunque ocultaba una pizca de verdad, no dejaba de ser una gran exageración y servía principalmente para disfrazar el hecho de que la derecha no tenía una alternativa convincente a las políticas del gobierno.

Cuando finalmente los social liberales forzaron la convocatoria, poniendo fin a las especulaciones y anunciando la fecha de las elecciones para el 1 de noviembre, Mette Frederiksen sorprendió a muchos analistas al expresar su deseo de que el nuevo gobierno se ‘centrase’, y que incluyera tanto a su propio partido como a partes de la oposición. Sin duda, el gesto también buscaba contrarestar las críticas a su gobierno por haber concentrado demasiado poder.

Escisión liberal

Gran parte del caos en el bloque burgués puede explicarse por el surgimiento de dos nuevos partidos, pero la derecha ha sido cuestionada simultáneamente en sus dos componentes centrales, la xenofobia y el neoliberalismo. Este último ha perdido gran parte de su poder de persuasión tras la pandemia y la subsiguiente escasez de mano de obra, mientras que el primero ha sido completamente aceptado por los socialdemócratas.

Los últimos años han estado marcados por una escisión de los liberales, con mucho el partido burgués dominante. Después de un resultado electoral decepcionante en 2019, el ex primer ministro Lars Løkke Rasmussen se vio obligado a dimitir como lider del partido que había dirigido durante una década. Su caida se produjo como resultado de lo que se consideró dentro del partido un error de cálculo estratégico de su parte, es decir, pedir un gobierno «centrista».

Después de muchas discusiones y la participación de Løkke Rasmussen en un par de programas de televisión, decidió abandonar el partido liberal, primero independizándose y luego presentando su nuevo proyecto de partido: los Moderados. El partido se fundó sobre la misma premisa que hizo caer a Løkke Rasmussen: la defensa de un gobierno que cerrase la brecha entre los socialdemócratas y los partidos burgueses, consolidando el centro y aislando tanto a la izquierda como a la extrema derecha.

Aprovechando los deseos expresados ​​por la primera ministra Frederiksen y apoyándose en el carisma personal de Løkke Rasmussen, esta estrategia ha tenido un éxito rotundo. Fundados apenas en junio, los Moderados han pasado de ser un grupo unipersonal a convertirse en la tercera mayor facción del parlamento, con el 9,3 por ciento de los votos.

La ex ministra de Integración de Løkke Rasmussen, Inger Støjberg, fue responsable de la segunda escisión de los liberales. Habiendo recibido una sentencia de prisión de dos meses por descuidar sus responsabilidades como ministra, y con su propio partido destituyéndola como vicepresidenta antes de votar a favor de su juicio político, Inger Støjberg decidió romper con los liberales para crear un nuevo partido de extrema derecha: los demócratas daneses.

Sin embargo, el nuevo partido no parecía dispuesto a hacer públicas sus posiciones, aparte de profesar una aversión por los inmigrantes musulmanes y la ‘élite’ en la capital, Copenhague, y hacer una defensa del estado de derecho. El nuevo partido atrajo rápidamente a una parte considerable de los parlamentarios del Partido Popular Danés, asolado por la crisis.

La gran popularidad personal de Støjberg ha conseguido para los demócratas daneses un resultado sólido. Con el 8,1 por ciento de los votos, su partido duplica el tamaño de la Nueva Derecha y triplicando el tamaño del Partido Popular Danés. El PPD, que llegó a ser  dominante entre los partidos nacionalistas, cruzó por los pelos el umbral del 2 por ciento requerido para tener representación parlamentaria.

Arrogancia conservadora

Este verano, mientras el Partido Liberal se dividía, los votantes burgueses, cansados ​​de la retórica de la extrema derecha, buscaban un nuevo refugio seguro. El partido Conservador, un socio menor de la derecha desde finales de los noventa, experimentó un aumento repentino en las encuestas, y el presidente del partido, Søren Pape Poulsen, emergió como el candidato más probable para primer ministro en el ala derecha del espectro político.

Empequeñeciendo a sus aliados, sobre todo a los liberales, Pape Poulsen parecía el ganador seguro de estas elecciones al acabar el verano. El partido se disparaba en las encuestas y su líder era el candidato más popular. Pero ¡cómo han caído los poderosos!

En una serie de artículos bien argumentados, el tabloide Ekstra Bladet reveló un escándalo tras otro. Todas las pruebas se refirieron a un viaje privado a la República Dominicana de Pape Poulsen y otros dos ministros en 2018.

Pape Poulsen, entonces Ministro de Relaciones Exteriores, se reunió con representantes del gobierno dominicano sin notificar a su propio ministerio. Las discusiones en la reunión aún no están claras, pero en el momento de las revelaciones, Pape Poulsen argumentó que la reunión había sido organizada por su esposo, Josue Medina Vasques Poulsen, de nacionalidad dominicana.

Pape Poulsen había afirmado anteriormente que su esposo tenía raíces judías y era sobrino del expresidente de República Dominicana, Danilo Medina. Ambas afirmaciones fueron fácilmente probadas como falsas. Vasques se crió en una destacada familia evangélica sin ningún vínculo con el expresidente dominicano.

Avergonzado por estas mentiras, Pape Poulsen puso fin a su matrimonio, perdió su credibilidad y, en retrospectiva, cualquier esperanza de exigir el título de primer ministro para su partido. Tras haber sido en las encuestas el segundo partido este verano, los conservadores terminaron recibiendo el 5,5 por ciento de los votos.

El pantano verde

Antes de las elecciones, la escena política de Dinamarca podía presumir de una serie de pequeños partidos verdes, ninguno con posibilidades aparentes de representación. El más importante de ellos es la Alternativa, un partido escindido de los Social Liberales en 2013 que, junto con su líder, el exministro de cultura Uffe Elbæk, atrajo un notable entusiasmo entre los urbanitas en ese momento.

Sin embargo, después de no cumplir su promesa de una nueva cultura política, al partido le fue bastante mal en las elecciones de 2019. Se desintegró aún más cuando el líder del partido renunció y nombró su propio sucesor, aunque los miembros del partido se opusieran. Uffe Elbæk escindió el partido, llevándose consigo a la mayoría de sus diputados.

Su nuevo partido, los Verdes Independientes, se dispuso a hacerse un hueco en el panorama político. Al entregar el liderazgo al carismático político Sikkandar Siddique, el partido se posicionó como la nueva voz de la izquierda. Afirmando estar inspirados, extrañamente, en el anarquismo, la dirección del partido se presentó como la voz más decidida del antirracismo, con una agenda verde intransigente.

A medida que se acercaban las elecciones, ninguno de estos pequeños partidos verdes parecía tener posibilidades de representación. Naturalmente, se hicieron llamamientos a la unificación, tanto desde el movimiento ecologista como de la izquierda, que vio disminuir las posibilidades de un gobierno socialdemócrata si se perdían demasiados votos en los partidos que no superarían el umbral del 2 por ciento.

En septiembre, la Alternativa y algunos partidos más pequeños se fusionaron, pero los Verdes Independientes rechazaron el llamamiento a la unidad, a pesar de las súplicas de su fundador Uffe Elbæk, y en su lugar se lanzaron al ataque, criticando a la Alternativa por haber aceptado compromisos políticos en la agenda verde. Uffe Elbæk abandonó el partido y regresó a la Alternativa. La operación de rescate tuvo éxito y la Alternativa obtuvo el 3,3 por ciento de los votos, mientras que los Verdes Independientes obtuvieron menos del uno por ciento.

¿El precio de la lealtad?

Si bien gran parte del espectro político ha atravesado momentos difíciles, la izquierda ha atravesado la legislatura en gran medida estable y en campaña electoral constante. Tanto el Partido Popular Socialista como la Alianza Roji-Verde han sido firmes partidarios del gobierno minoritario socialdemócrata, asegurando pequeños avances en la transición a las energías renovables y pequeñas mejoras en el estado del bienestar a costa de una retórica racista continua. Esto incluyó la implementación continua de las racistas «leyes de gueto» danesas (ahora rebautizados «sociedades paralelas») y una campaña socialdemócrata para establecer un campo de refugiados en el régimen dictatorial de Ruanda.

La defensa de un gobierno centrista tanto por los socialdemócratas como los moderados también proporcionó la oportunidad para que la izquierda hiciera campaña por un gobierno socialdemócrata que volviera a depender de sus votos. El Partido Popular Socialista fue el que mejor jugó esta carta, posicionándose como la opción obvia para los votantes que querían empujar a los socialdemócratas hacia la izquierda, y el 8,3 por ciento de los votantes optó por apoyarlos.

La Alianza Roji-Verde, por otro lado, ha tenido problemas con esta estrategia, y su electorado considera que se ha comprometido demasiado en la última legislatura. Si bien obtuvo algunas victorias en la política de bienestar, el partido ha apoyado a un gobierno que no está dispuesto a tomar medidas decisivas contra el cambio climático y defiende políticas racistas heredadas del gobierno anterior.

El partido claramente ha perdido votantes descontentos con esta estrategia a favor del Partido Popular Socialista, mientras que los votantes que desean un cambio más radical han respaldado a los Verdes Independientes. En particular, el partido ha perdido mucho apoyo en los barrios de mayoría inmigrante, donde los Verdes Independientes en algunos lugares recibieron uno de cada tres votos.

El gobierno que viene

Con el 99,8 por ciento de los votos contados, parecía que el nuevo gobierno, ya sea de izquierda o de derecha, necesitaría el apoyo de los Moderados. Pero los últimos votos resultaron decisivos para cambiar este panorama, y ​​la izquierda alcanzó por poco la mayoría.

No obstante, el resultado más esperado de las próximas negociaciones es un gobierno minoritario compuesto por socialdemócratas y moderados. De esta forma, Løkke Rasmussen y sus partidarios burgueses habrán logrado su objetivo de un gobierno de centro, un gobierno que se apoye para diferentes temas en el equilibrio entre las alas izquierda y derecha del parlamento.

Esto dejaría a la izquierda en una posición más marginal que de costumbre. según los resultados, será más difícil obtener incluso las pequeñas concesiones de la última legislatura. Los próximos días serán testigos de un frenético cabildeo de la izquierda tratando de persuadir a Mette Frederiksen de que no cumpla su promesa de gobernar en el centro.

Resultados

resultados de las elecciones

En el sistema electoral danés, los territorios de Groenlandia y las Islas Feroe eligen dos representantes cada uno. Groenlandia suele elegir a un socialista y a un socialdemócrata; las Islas Feroe dividen su representación entre los socialdemócratas y un partido burgués aliado de los liberalesLos tres escaños que apoyan a la izquierda son cruciales para la continuación de un gobierno respaldado por la izquierda.

historiador y trabajador social residente en Copenhague. Es uno de los iniciadores del Instituto de Análisis Marxista y miembro de la junta del sitio de noticias Solidaritet.dk.

Traducción:Enrique García

Fuente:

http://links.org.au/denmark-2022-landslide-election

 

 

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