Díaz Ayuso, caminando entre dinosaurios

Ser comunista es un orgullo y una vocación por mejorar individual y colectivamente y poner toda nuestra dignidad de persona, al servicio de nuestra clase y de la humanidad.

Por Kike Parra

«Pedirle a un comunista que entienda de economía es como pedirle a un neandertal que entienda de Internet.» Así se despachaba Díaz Ayuso durante la sesión de control al Gobierno del 9 de diciembre de 2021 en la Asamblea regional de Madrid, ante el reproche de Carolina Alonso, coportavoz de Unidas Podemos que le había recriminado la redacción de los Presupuestos para 2022.

Una vez más, Díaz Ayuso vuelve a alardear de esa ignorancia que le hace “tan popular”.

En primer lugar, los neandertales, como demuestran recientes estudios, término, quizá desconocido por la presidenta madrileña, tenían una capacidad intelectual no distinta de los Homo Sapiens.

En segundo lugar, Ayuso no sabe lo que es el comunismo. No se ha molestado en averiguarlo. Tampoco lo comprendería porque en sus intereses de clase o de aquellos a quienes representa, su percepción del mundo y sus valores son otros, donde el “nosotros” está detrás del “yo”.

Y en tercer lugar, tampoco entiende de economía. De hecho, la defensa de sus postulados a través de expresiones como «Sé que va a ser muy difícil hacerles entender que con los Presupuestos lo que se hace es sufragar servicios públicos y con políticas liberales se activa la economía, se recauda más y así se sufragan esos servicios públicos», o «¿Quién reactiva la economía? Ni usted ni yo. Los autónomos, los comerciantes, los empresarios, las clases medias a las que su Gobierno…”, implican la simple repetición de un mantra que reafirma la simpleza de unas afirmaciones vacías de análisis y totalmente superficiales, por lo que no aportan nada más que gresca a un clásico debate estéril, entre “monetaristas” y “keynesianos”, pero en esta ocasión de tercera división. Ser testigos de este debate es como caminar entre dinosaurios.

Ninguna de las dos corrientes económicas, hoy en día mayoritarias y hegemónicas ha sabido dar una respuesta a los problemas sociales. Tampoco forma parte de su quehacer, puesto que tal y como Marx apuntara en 1872, en el Epílogo a la Segunda Edición de El Capital,

La burguesía había conquistado el poder político en Francia y en Inglaterra. A partir de este momento, la lucha de clases comienza a revestir, práctica y teóricamente, formas cada vez más acusadas y más amenazadoras. Había sonado la campana funeral de la ciencia económica burguesa. Ya no se trataba de si tal o cual teorema era o no verdadero, sino de si resultaba beneficioso o perjudicial, cómodo o molesto, de si infringía o no las ordenanzas de la policía. Los investigadores desinteresados fueron sustituidos por espadachines a sueldo y los estudios científicos imparciales dejaron el puesto a la conciencia turbia y a las perversas intenciones de la apologética.

Pero, ni siquiera han sido capaces de entender los procesos internos del capitalismo que defienden a “capa y espada”, y por lo tanto prever sus crisis inherentes, explicar correctamente las subidas de precios como las actuales o comprender la tendencia a la baja rentabilidad …

Y en esa labor mercenaria de los economistas burgueses, tanto las propuestas “enfrentadas” de Ayuso y de Carolina Alonso, tienen mucho en común y de ellas, hacen bandera. Bastaría con eliminar el tono de confrontación y poner en plano el significado de sus discursos para darnos cuenta. Y desde luego, tienen más en común entre ellas, que cualquiera de las mismas con el método de estudio de Marx, a través del cual fue capaz de esclarecer el capitalismo como modo de producción, sus relaciones y contradicciones.

En el caso en concreto que nos ocupa, “la comunista” de UP, (aunque igualmente esto mismo podría haberlo dicho Ayuso), argumentó ante la Asamblea que con “los fondos europeos se abre una oportunidad histórica, donde el crecimiento económico se construya con y no contra el medio ambiente. Donde la recuperación económica llegue a todo el mundo y no solo a unos privilegiados… En este país hay dos modelos económicos, uno social y ambicioso que va hacia el futuro y otro depredador y fracasado.”

Lógicamente, si la portavoz socialdemócrata hubiera sido comunista, no habría defendido los fondos de recuperación, que suponen un apuntalamiento al sistema capitalista en descomposición y con crecientes dificultades para recomponerse.

En este sentido, el capitalismo en su última fase, a través de las técnicas de la mercadotecnia, se ha erigido como salvador de la naturaleza “concienciando a consumidores y usuarios” para intentar frenar la devastación del planeta, mientras se ha empeñado y empeña en hacerlo posible manteniendo un sistema de producción que tiene como único objetivo hacer funcionar el ciclo de reproducción ampliada del capital. Y ese es el objetivo de los fondos de recuperación, incrementar la productividad buscando una salida hacia adelante y seguir abundando en los elementos causantes de nuestros males, nos lanzamos de nuevo al desenfreno de inyectar cantidades ingentes de dinero público para convertirlos en capital y así revitalizar los mercados en el corto-medio plazo.

En esencia, se trata de inyectar capital a las grandes empresas. Por muy alto que PSOE o Unidas Podemos aseveren lo contrario, el grueso de los fondos europeos se destinarán a financiar la tendencia a la baja rentabilidad de la producción. En este sentido, “autónomos” o pequeñas empresas, desterradas del proceso por la tendencia natural a la concentración y centralización de capitales, recogerán con suerte unas migajas del banquete, servido en bandejas de oro, por una clase obrera, empobrecida en el presente e hipotecada en su futuro.

Así intuimos que sería no más parido el proyecto, pero es que los datos nos van dando la razón.

Ya en marzo de 2021, las grandes empresas españolas habían pedido más de 123.000 millones de euros a los diferentes ministerios para la puesta en marcha de proyectos de reactivación económica.

Según la Cámara de Comercio de España, mientras el 53,4% de las organizaciones con más de 250 empleados sabe lo que son estos fondos, solo 37,3% de las pymes tiene alguna noción sobre ellos y solo el 28% contra el 41,2% de las grandes corporaciones tiene intención de solicitar las ayudas.

Por otro lado, Bruselas ya ha aprobado el primer PERTE (Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica). Se trata del Proyecto del Vehículo Eléctrico y Conectado, por un valor de 3000 millones de euros, aunque irán sumando más fondos hasta llegar a los 24.000 millones de euros, entre cuyos receptores están Iberdrola, Seat o Caixabank.

Tras este primero, se prevé la aprobación de otros como el de Salud, sector agroalimentario, aeroespacial, naval… y unos cuantos más.

El Real Decreto Ley 36/2020, de 30 de diciembre, introduce esta figura que se inserta en la administración pública y otorga capacidad en la toma de decisiones a los grandes monopolios sectorialmente estratégicos, promocionando la privatización de la economía, a través del eufemismo de la colaboración publico-privada.

Está claro que a Carolina Alonso no le ofende que le llamen comunista. No es algo de lo que avergonzarse, sino todo lo contrario. Ser comunista es un orgullo y una vocación por mejorar individual y colectivamente y poner toda nuestra dignidad de persona, al servicio de nuestra clase y de la humanidad.

Pero simplemente, los postulados que defienden Unidas Podemos, obviamente, no son comunistas.

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