Desmantelan en Kirguistán el mayor monumento a Lenin de Asia Central

El ayuntamiento de Osh ha insistido en que la remoción del monumento responde a motivos ‘estéticos y arquitectónicos’, parte de un esfuerzo por modernizar la ciudad.

Por Joan Balfegó | 9/06/2025

El pasado 7 de junio, la ciudad de Osh, la segunda más grande de Kirguistán, fue testigo de un evento cargado de simbolismo: el desmantelamiento de la estatua de Vladímir Ilich Lenin, considerada la más grande de Asia Central. Este monumento, de aproximadamente 23 metros de altura y 7.5 toneladas, erigido en 1975 durante la era soviética, fue retirado de la plaza central de la ciudad y trasladado a un parque menos prominente, donde será reubicado. En su lugar, las autoridades locales han anunciado la instalación de un mástil de 95 metros con la bandera nacional kirguisa, en un gesto que busca reforzar la identidad nacional. Este acto, aunque presentado como una decisión de planificación urbana, no puede desvincularse de un contexto global de creciente odio al comunismo y sus símbolos, un fenómeno que ha generado intensos debates sobre la memoria histórica y el legado soviético.

La estatua de Lenin en Osh, emplazada en la plaza central desde hace medio siglo, era un vestigio imponente del pasado soviético de Kirguistán, un país que formó parte de la Unión Soviética tras la Revolución bolchevique de 1917 y que se independizó en 1991 tras la caída de la URSS. Durante décadas, el monumento fue un recordatorio de la influencia política, cultural y estratégica de la URSS en la región, que aún mantiene lazos estrechos con Rusia, incluyendo la presencia de bases militares rusas en su territorio. Sin embargo, la decisión de desmantelar la estatua no es un hecho aislado en Kirguistán. En 2003, un monumento similar en la capital, Biskek, fue trasladado de la plaza Ala-Too a una ubicación menos visible, reflejando una tendencia en las exrepúblicas soviéticas de redefinir su identidad nacional al margen de los símbolos comunistas.

El ayuntamiento de Osh ha insistido en que la remoción del monumento responde a motivos ‘estéticos y arquitectónicos’, parte de un esfuerzo por modernizar la ciudad. Según un comunicado oficial, el desmantelamiento es una ‘práctica común’ y no debe interpretarse en clave política. No obstante, la acción ha generado controversia, con sectores de la población defendiendo la estatua como un patrimonio histórico-cultural.

El desmantelamiento de la estatua de Lenin en Osh se produce en un momento en que el rechazo a los símbolos comunistas parece intensificarse en diversas partes del mundo, particularmente en las antiguas repúblicas soviéticas y en Europa del Este. Este fenómeno, a menudo descrito como una reacción anticomunista, tiene raíces profundas en la reinterpretación y el borrado de la historia. En Ucrania, por ejemplo, las leyes de ‘descomunización’ promulgadas desde 2015 han llevado a la remoción de cientos de estatuas de Lenin y otros símbolos soviéticos, incluyendo el derribo de un monumento en Kiev en 2013 durante las protestas de Euromaidán. En Bulgaria, el Monumento al Ejército Soviético en Sofía comenzó a ser desmantelado en 2023, mientras que en Tayikistán la última estatua de Lenin fue retirada en 2008.

Este movimiento no se limita a la esfera física de los monumentos. En muchos países, el anticomunismo se ha manifestado en narrativas políticas que buscan demonizar el legado comunista. En el caso de Kirguistán, la remoción de la estatua de Lenin coincide con un momento de reafirmación de la identidad nacional, en el que los símbolos soviéticos son reemplazados por iconos locales, como el héroe épico Manas, cuya estatua en Biskek es un emblema del orgullo kirguís. Sin embargo, este proceso no está exento de críticas, ya que algunos sectores consideran que borrar estos vestigios históricos equivale a simplificar o manipular la narrativa del pasado.

Por otro lado, el auge del anticomunismo no es un fenómeno universal ni homogéneo. En Rusia, por ejemplo, se observa una tendencia opuesta con la reciente inauguración de un monumento a Stalin en Moscú en mayo, como parte de un esfuerzo por rehabilitar su imagen en el contexto de la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Esta contradicción refleja la complejidad de las actitudes hacia el pasado soviético: mientras algunos países buscan desvincularse de él, otros lo reivindican como parte de su identidad histórica.

En Kirguistán, donde la población aún habla ruso y kirguís como lenguas oficiales, la relación con Rusia sigue siendo significativa, lo que añade una capa de complejidad a la decisión de retirar el monumento. El desmantelamiento del mayor monumento a Lenin en Kirguistán no es solo un cambio en el paisaje urbano de Osh, sino un reflejo de las tensiones entre la memoria colectiva y la construcción de un nuevo sentimiento nacionalista.

Mientras la bandera kirguisa ondea ahora en el lugar donde antes se alzaba Lenin, el debate sobre el significado de estos monumentos y su lugar en la historia contemporánea está lejos de resolverse. Lo que es seguro es que el desmantelamiento de la estatua en Osh no será el último capítulo en esta compleja narrativa global.

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