el poder galo se está viendo sometido a una creciente presión tanto por parte de otras potencias, emergentes y consolidadas, como por las poblaciones locales, que se muestran visiblemente desencantadas con el dominio postcolonial francés
Por Alex Santos Roldan / Descifrando la guerra
Cuando un ser vivo empieza a perder fuerza vital, la sangre que bombea su corazón hacia el resto del cuerpo se reduce en cantidad, cosa que lleva a que sus extremidades se gangrenen y acaben desconectándose del resto del cuerpo. De forma similar ocurre cuando una gran potencia pierde progresivamente su poder; un ejemplo paradigmático de ello es Francia.
Desde sus territorios de ultramar en América, pasando evidentemente por la “Françafrique” y hasta Nueva Caledonia y la Polinesia, el poder galo se está viendo sometido a una creciente presión tanto por parte de otras potencias, emergentes y consolidadas, como por las poblaciones locales, que se muestran visiblemente desencantadas con el dominio postcolonial francés.
Y es que este proceso de descomposición, al igual que el sucedido con el cuerpo de un ser vivo, desprende un profundo e intenso hedor a muerte. Olor que penetra en las fosas nasales tanto de enemigos jurados, como de rivales y hasta de supuestos aliados, haciendo que estos se dejen guiar por su olfato y actúen en consecuencia. Pese a todo, dicha cadena de sucesos depende en buena medida de cómo se desarrollen los acontecimientos en una parte muy específica del globo: el Pacífico Sur.
Como adelantamos en anteriores artículos de la serie, el Pacífico Sur sufre de lo que se podría denominar cómo “claustrofobia geopolítica” puesto que por desdichas del colonialismo la región quedó encajonada entre Francia, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda. Hoy este orden regional parece tocar a su fin, cosa que atrae a nuevos actores regionales, los cuales no dudarán en abrirse un hueco a costa de la influencia del actor más débil asentado en el terreno: Francia.
Aun así, hasta que el corazón deja de responder, la sangre sigue fluctuando con mayor o menor intensidad por el cuerpo. Esto es aplicable al imperio colonial francés, puesto que desde el Elíseo, la posibilidad de retirarse del teatro de operaciones del Pacífico suena inverosímil. Por contra, tanto en el gobierno como en la oposición se realizan alegatos a defender la grandeza imperial y a combatir al independentismo y a China. Sin embargo, si Francia quiere mantenerse como una potencia relevante en el Pacífico, deberá hacer frente a dos realidades totalmente diferentes entre sí y que, por tanto, exigirán medidas a su talla.
Diseñando sociedades
La vitalidad de los imperios depende directamente del nivel de aceptación que tenga su dominio entre los pueblos subyugados. Y Nueva Caledonia da buena cuenta de ello. Durante alrededor de tres mil años, el aislamiento geográfico de la isla permitió al pueblo kanak forjar una identidad y una cultura propias, las cuales fueron puestas en jaque a mediados del siglo XIX por la colonización francesa. Las características socioculturales de los locales provocaron una violenta reacción ante los extranjeros que se saldó con alrededor de un millar de muertos en la revuelta de 1878.
Es en este punto en el que desde París se comprendió que el control francés de la isla dependía de forma sustancial de la composición demográfica de su población. Por lo tanto, durante las décadas sucesivas se promovió el asentamiento de personas provenientes de la metrópoli y de otras colonias.
Pero el punto de inflexión llega con Charles De Gaulle en los años sesenta, momento en el que se produce una conjunción de intereses de tipo nacionalista con otros de corte económico. Y es que el descubrimiento de grandes reservas de níquel en la colonia atrae a numerosos inmigrantes de la Francia continental que por primera vez son mayoría en la isla.
Así, y con la promoción explícita de las administraciones galas, se establece una doble división en la sociedad isleña: una primera de clases, creándose una clase acomodada de origen europeo (caldoches) y otra obrera (kanaks) proveniente de los pueblos autóctonos, y una segunda de tipo territorial, puesto que el primer colectivo se asentó en la región sur de la isla, la más rica, expulsando a sus contrapartes a reservas en la zona norte.
Se conforma de esta forma una sociedad dividida por la mitad, cuya “manzana de la discordia” es el control de la explotación del níquel, puesto que su control por parte de una de las dos comunidades enriquece a una y empobrece a la otra, y viceversa.
Ante esta tesitura y en pleno proceso de descolonización, el conflicto arraigó en el seno de la sociedad neocaledonia, formándose dos partidos opuestos entre sí que aglutinaban a todas las corrientes de una u otra tendencia: el Rassemblement pour la Calédonie dans la république (RPCR) de Jaques Lafleur y el Front Libération national Kanak et Socialist (FNLKS) de Jean-Marie Tjibaou. La rigidez de la administración colonial, que era incapaz de realizar concesiones, contribuyó notablemente al aumento de las tensiones, las cuales llevaron a Nueva Caledonia al borde de la guerra civil.
El choque violento, que por la falta de compromiso político se había vuelto inevitable, estalló en 1988 durante la campaña por las elecciones presidenciales entre François Mitterrand y Jacques Chirac, cuando un grupo de insurgentes secuestró y retuvo en una cueva a 27 gendarmes. El incidente se resolvió con la intervención de las fuerzas especiales francesas, saldándose con 2 rehenes y 19 secuestradores muertos.
El baño de sangre obligó a los dos líderes a sentarse en la mesa de negociaciones, de la cual surgió el Acuerdo de Numea, en el que se establecen dos puntos primordiales: los independentistas tienen derecho a convocar hasta tres referéndums de independencia en las siguientes fechas, 2018, 2020 y 2022, y el Estado francés se compromete a llevar a cabo políticas para la reducción de las desigualdades.
Más de 20 años después, las desigualdades, lejos de aminorar, se han agrandado, pero pese a esto en los dos sucesivos referéndums de independencia la opción independentista no ha logrado resultados satisfactorios. Ante esta contradicción cabe preguntarse: ¿Por qué?
- Los acuerdos de Numea han dividido al FLNKS entre aquellos que optan por una posición moderada cómo el Union calédonienne y aquellos más radicales cómo la Union Nationale pour l’indépendance.
- El asesinato de Jean-Marie Tjibaou por parte de un radical independentista dejó sin un liderazgo carismático a las autoridades kanakas.
- Durante las últimas décadas la población kanak se ha reducido hasta alcanzar el 40%, pero al contrario de en los años 60, las poblaciones que están ocupando su espacio no son las “caldoches”, sino que son inmigrantes provenientes de Vanuatu y del resto de posesiones francesas en la región.
En esta tesitura, el adelantamiento del tercer referéndum de 2022 a diciembre del 2021 ha sido visto desde la resistencia kanak cómo un intento del Elíseo de aprovechar los fallos estructurales del movimiento independentista para cerrar el asunto con un resultado favorable antes de que dichos problemas sean revertidos. Por ello, la oposición en conjunto decidió boicotear los comicios, consiguiendo que la participación se redujera a menos de la mitad del censo.
Se abre así una incógnita sobre el futuro político inmediato de Nueva Caledonia, puesto que el éxito del boicot supone un duro golpe a la legitimidad democrática de las autoridades francesas, haciendo a su vez peligrar la precaria paz establecida en los acuerdos de Numea.
Implicaciones regionales
La identidad es una pieza fundamental en la construcción de cualquier nación-estado, y esta, con frecuencia, se construye a partir de hechos históricos recientes que resultan traumáticos para la población. Esto es una constante en todas las naciones que han padecido el colonialismo europeo. Por lo tanto, es de esperar que en una región donde la mayoría de los países obtuvieron la independencia hace menos de 60 años y en la que todavía persisten conatos coloniales, el anticolonialismo y los sentimientos de hermandad internacionales sean un pilar articulador de los discursos.
Bajo las premisas de anticolonialismo y de hermandad fue fundado, en 1986, el Melanesian Spearhead Group, grupo que desde sus inicios ya tenía como un objetivo crucial la descolonización de Nueva Caledonia. De esta forma, junto al resto de naciones soberanas melanesias, el FLNKS tiene representación en nombre de Nueva Caledonia y en detrimento de las autoridades francesas locales.
En una región dónde la corrupción y el estancamiento económico ahogan las perspectivas de futuro, los líderes políticos buscan la exacerbación de los sentimientos y rencores de sus poblaciones como medio de legitimación, y el conflicto neocaledonio les brinda una oportunidad magnífica para ello. Pese a ello, tanto las autoridades francesas como melanesias han mantenido buenas relaciones debido a las preocupaciones de las primeras por el aumento de la influencia china y por el interés de las segundas de diversificar sus asociaciones con potencias en un intento de no quedar atrapadas en las disputas de estas.
Pero el desarrollo del conflicto en Nueva Caledonia no es entendible sin el posicionamiento de dos de los socios clave del MGS: Vanuatu y Fiji.
El primero, pese a haber acercado posiciones con el Elíseo durante las últimas décadas, se ha mostrado siempre contrario a la presencia europea en la región debido a que durante la Guerra Fría dicha nación se aproximó fuertemente al bloque comunista. Además, ambas poblaciones mantienen estrechos vínculos, cosa que crea un elevado grado de interdependencia. Y he aquí dónde radica el principal interés de Vanuatu, puesto que la frágil democracia impuesta tras la independencia se ha visto amenazada en múltiples ocasiones por la inestabilidad interna. Por lo tanto, una transición pacífica en Nueva Caledonia a la independencia satisface los intereses tanto discursivos como estabilizadores de los líderes políticos vanuatuenses.
El segundo, como ya relatamos en su artículo, trata de hacerse un hueco en la política internacional al mismo tiempo que evita quedar emparedado entre las potencias anglosajonas. Y es en este esquema en el que Francia juega un papel fundamental. Los intereses fiyianos son dobles, puesto que la presencia francesa en Nueva Caledonia justifica un eventual acercamiento a Francia y a la Unión Europea, mientras que la independencia representa una oportunidad para empezar a generar su propia área de influencia en el Pacífico a costa de la gala.
Cadenas y níquel
La caída de unos supone una ventana de oportunidad para el ascenso de otros. El debilitamiento de la posición gala en el Pacífico deja un espacio demasiado grande como para no ser objeto del deseo de otras potencias. En este punto es dónde entra en escena China, y es que, los yacimientos de níquel que alberga Nueva Caledonia, los cuales están controlados por la multinacional francesa Eramet, atraen naturalmente a Beijing hacia el archipiélago debido a que dicho mineral es indispensable para la producción de baterías.
Actualmente, el gigante asiático se encuentra en una posición desventajosa respecto a este producto, puesto que el mercado se encuentra copado por empresas ajenas a sus intereses. De esta forma, una Nueva Caledonia bajo la órbita de Pekín supliría en buena medida la demanda de níquel de esta y encumbraría a la MCC (Metallurgical Corporation of China), una empresa estatal china, como uno de los mayores jugadores del mercado del níquel.
Pero en Nueva Caledonia no solo se juegan intereses económicos para China, sino que la independencia de la isla beneficia a Pekín en los siguientes ámbitos:
- Políticamente, brinda la oportunidad de crear junto a la creciente influencia china en las Islas Salomón, una esfera de influencia propia en la región que sirva de contrapeso al poder de las potencias anglosajonas y aísle aún más a Taiwán.
- En el ámbito discursivo puede ser presentado a nivel externo cómo una victoria anticolonialista ante el imperialismo europeo y a nivel interno cómo una venganza ante una de las potencias occidentales que se benefició de la debilidad china durante el conocido cómo “siglo de las humillaciones”.
- Militarmente una plausible presencia de bases navales tanto en Nueva Caledonia cómo en otras naciones de la zona cómo las Islas Salomón otorga la oportunidad de deshacer las aspiraciones estadounidenses de contener a China mediante la “Island Chain Strategy”.
Dicha estrategia consiste en un entramado de bases militares dispersas por las diferentes islas del Pacífico en sentido vertical y paralelas unas con las otras, que tienen el objetivo de impedir la expansión marítima china. Es en este contexto en el que Nueva Caledonia toma una especial relevancia en las ambiciones militares de China porque tiene una posición especialmente amenazante para Australia, al mismo tiempo que las ya existentes instalaciones militares en la isla facilitan la implantación de las fuerzas militares chinas.
Puñaladas traperas
Cuando un ser vivo enferma gravemente, el resto de individuos que le rodean tienen dos opciones principales: probar de aplicar un tratamiento que mitigue sus dolencias o bien aplicar medidas quirúrgicas que eviten que la enfermedad se contagie al resto.
Esta última opción fue la escogida por las potencias de la alianza AUKUS (Australia, Reino Unido y Estados Unidos) cuando en septiembre del 2021 anunciaron la formación de una alianza militar “occidental”, en la que quedaba fuera Francia. Por si fuera poco, al mismo tiempo, Australia rescindió el contrato firmado con el Elíseo en 2016, por el cual se comprometía a adquirir una docena de submarinos, para hacerse con un lote de submarinos de propulsión nuclear estadounidenses. Las potencias anglosajonas habían decidido desvincular sus estrategias de los intereses de Francia, ya que en un ejercicio de pragmatismo, en las cancillerías anglosajonas se concluyó que la debilidad francesa suponía un lastre para la consecución de sus objetivos en el Pacífico.
En dicha tesitura cabe preguntarse: ¿Qué gana cada una de las potencias participantes en la alianza AUKUS excluyendo a Francia de esta?
- Para Australia el apoyo a un imperio colonial que se antoja moribundo se ha percibido cómo una estratégia estéril, optando por dejar a su suerte a Francia, y ocupar los vacíos de poder por sus propios medios en caso de que la influencia francesa fuera mermada.
- Desde la administración de Boris Johnson un Reino Unido influyente en el ámbito internacional permite al actual primer ministro presentarse ante los votantes conservadores y pro-Brexit como el líder ideal en la realidad post-referéndum. Y, además, la mejor manera de iniciar esta imprenta es torpedeando los intereses de una de las mayores potencias de la Unión Europea y rival histórica del Reino Unido.
- El Pentágono en su carrera con China por la supremacía en el Pacífico contempla la asociación estratégica con Francia como una losa. Por lo tanto cerrar la puerta a una potencia en lento pero constante declive le permite abrir otras con mayor facilidad a potencia emergentes cómo Vietnam o Indonesia.
Conclusiones
La “traición” como así fue tildada desde el Elíseo, del mundo anglosajón a Francia, precipitó la decisión del adelantamiento del tercer referéndum de independencia en Nueva Caledonia, suponiendo un reavivamiento del independentismo Kanak mediante el boicot de este y la puesta en duda de los acuerdos de paz de Numea.
Por si fuera poco, la administración de Emmanuel Macron se ve cada día más cercada por los extremos del espectro político, contribuyendo a que las decisiones de esta sean más asertivas en un intento de contener el avance tanto de Le Pen como de Melenchón.
Esto en Nueva Caledonia se traduce como un reavivamiento del conflicto étnico-nacionalista el cúal a su vez tiende a atraer y arrastrar a las potencias y naciones circundantes.
Ante esta coyuntura, y con la convicción de que la pérdida de Nueva Caledonia supone el primer clavo en el ataúd del neo-imperialismo galo, es inevitable plantearse si la decisión de las potencias del AUKUS puede ser realmente efectiva en la contención de China. Solo el tiempo nos arrojará luz sobre la cuestión.
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