Desafección política y soluciones reales

La desafección también puede llevar al fortalecimiento de alternativas políticas y movimientos populistas que canalizan el descontento ciudadano.

Por Isabel Ginés | 11/06/2024

En las últimas décadas, se ha observado un notable aumento en la desafección de la ciudadanía hacia los partidos políticos, sus dirigentes y el sistema político en general. Esta desafección se manifiesta en prácticas que pueden describirse como extinción, mutación o distorsión de los modos tradicionales de participación en las democracias contemporáneas, especialmente en los sistemas electorales representativos predominantes.

Durante los primeros años del siglo XXI, la desafección hacia los partidos políticos y las élites ha ganado un apoyo considerable. Esta desafección es evidente en varios niveles, desde la percepción institucional hasta el descrédito de las instituciones políticas, y se retroalimenta entre los ciudadanos y los liderazgos dentro de las formaciones políticas.

El sociólogo francés Pierre Bréchon describe la desafección política como un estado de decepción y falta de confianza en los políticos, acompañado de un escaso interés por los asuntos políticos. Este fenómeno, considerado multidimensional, afecta diversos elementos del sistema político y varía con el tiempo y las circunstancias. La disminución de la participación electoral es uno de los indicadores más claros de esta desafección, afectando la legitimidad de los gobernantes elegidos.

Según la teoría del desencanto político propuesta por Hamilton en 1974, la desafección política tiene un origen estable pero es especialmente relevante en momentos coyunturales, cuando la confianza de los ciudadanos en el sistema y sus líderes se pone a prueba. Este desencanto se basa en la retroalimentación negativa entre expectativas y realizaciones, siendo más persistente entre las experiencias negativas de los ciudadanos que entre las positivas.

La apatía política, o la ausencia de interés por los asuntos políticos, es otra manifestación de la desafección. Los ciudadanos apáticos evitan la participación política porque no les interesa o porque están satisfechos con el funcionamiento del sistema y no ven la necesidad de involucrarse. Almond y Verba, en su obra de 1963, describen la indiferencia política como el desapego de los ciudadanos respecto a los elementos del sistema político. Aunque trivial, esta forma de desafección es relevante, ya que puede propiciar descontento social y político en situaciones extremas.

La desafección política se manifiesta de varias formas: apatía política, desencanto político, indiferencia partisanista y desapego de las instituciones políticas. Estos factores contribuyen a bajos niveles de participación electoral, incluso en periodos de alta movilización partidaria. La desvinculación de los ciudadanos se refleja en su escaso interés por la política, limitados conocimientos políticos y débiles identificaciones partidarias, lo que lleva a una participación más emocional y pasiva, centrada en la personalidad de los candidatos o en eventos específicos durante el proceso electoral.

El abstencionismo electoral es una forma concreta de desafección política, caracterizada por el desinterés en los asuntos colectivos sin necesariamente estar en contra del sistema político. Este fenómeno implica una desvinculación del sistema y una actitud escéptica sobre la capacidad de ser escuchados y de influir en las decisiones de gobierno. El desinterés electoral suele ser pasajero y varía según las circunstancias, pero sugiere una desconexión y una falta de compromiso con las actividades políticas.

En las recientes elecciones europeas celebradas aquí en España, se ha evidenciado un fenómeno creciente de desafección política. Este fenómeno, que refleja la desconexión y desinterés de los ciudadanos hacia los partidos políticos y el sistema electoral.

Muchos ciudadanos españoles han mostrado apatía hacia las elecciones europeas, no solo por la percepción de que las decisiones del Parlamento Europeo están distantes de sus preocupaciones diarias, sino también por un desencanto generalizado con la política. Este desencanto se deriva de la falta de confianza en los políticos y en su capacidad para representar y responder a las demandas ciudadanas. ¿Qué me ofrecen? ¿Son todos corruptos? ¿Se pasan el día riñendo?

La desafección también puede llevar al fortalecimiento de alternativas políticas y movimientos populistas que canalizan el descontento ciudadano. Estos movimientos suelen aprovechar la desconfianza y el desencanto para ganar apoyo, presentándose como una solución frente a los partidos tradicionales y las instituciones establecidas. Vemos como un nuevo partido acapara muchos votos, un partido peligroso sin lógica y programa solido, solo tiene mandato con odio y populismo.

Los recientes resultados electorales han dejado un sabor amargo para muchos, especialmente en el ámbito izquierdista. Sin embargo, es crucial que en vez de buscar conspiraciones, despedazarse entre la izquierda o culpables externos, se realice una profunda autocrítica. La desafección política y el fracaso en llegar a la ciudadanía son aspectos que no pueden ser ignorados. Más autocrítica, más unión y más reflexionar en los errores para solventarlos. No comprar marcos a la extrema derecha y no salir a celebrar la decadencia.

Es fácil culpar a factores externos por los malos resultados: la guerra sucia, los medios que amplifican las voces de la ultraderecha, y la desunión de la izquierda. Si bien estos elementos existen, son peligrosos y se debe trabajar en combatirlos porque afectan al panorama político, no podemos negar que la raíz del problema está en la desconexión con la ciudadanía y en señalarse entre ellos.

Salir a celebrar que sacas más que otro partido de izquierda o celebrar un resultado mediocre porque tu voto aumento un poco, es desgarrador.

No se puede celebrar los resultados de ayer, no pueden parecer buenos los resultados de ayer y salir a hablar de que has sacado más que tu adversario y el análisis lastimoso sea este.

Es terrible este marco y este discurso.

La política debe centrarse en las personas, en los derechos, en mejorar la sociedad, en los ciudadanos y en sus necesidades. Si los partidos progresistas no logran llegar a la gente, especialmente a los jóvenes, el problema no está fuera, sino dentro.

La autocrítica no es solo necesaria, es fundamental para mejorar. Es crucial examinar las estrategias, reconocer los errores y buscar fórmulas para enmendarlos. Celebrar resultados mediocres simplemente porque se ha superado a otro partido de izquierdas es una actitud irresponsable. Los políticos deben dejar de discutir entre ellos en público y centrarse en cómo mejorar, unir y crear una base sólida que responda a las necesidades de la ciudadanía.

Los líderes políticos tienen la responsabilidad de mirar más allá de sus victorias parciales y enfocarse en construir algo que verdaderamente beneficie a la sociedad. Las divisiones internas y los enfrentamientos públicos solo sirven para debilitar la posición de la izquierda y alejar a los votantes. La política debe ser un terreno de colaboración, no de confrontación.

El ascenso de la ultraderecha en países como Francia, Alemania e Italia es una señal de alerta que no debe ser ignorada. En España, la ultraderecha se mantiene fuerte y sigue ganando terreno con tácticas populistas que resuenan con fuerza, nuevos partidos que vienen a provocar y crear un marco de violencia, partidos de la vieja usanza que generan odio y un enemigo vulnerable. Esto subraya la necesidad de una respuesta sólida y efectiva por parte de la izquierda.

Un punto crucial que no puede ser pasado por alto es la influencia de las redes sociales. La ultraderecha ha sabido ganar esta batalla, mientras que la izquierda parece haber quedado rezagada. Los jóvenes, que son los principales usuarios de estas plataformas, se ven expuestos a mensajes de la ultraderecha sin una contrapartida efectiva. Es esencial que la izquierda invierta en crear foros de opinión, contar con influencers que expongan la realidad y ofrezcan soluciones. No se puede permitir que la ultraderecha continúe convenciendo a los jóvenes con estrategias de marketing efectivas sin una respuesta adecuada. La izquierda debe estar en las redes: confrontando los mensajes de odio, destapando las mentiras y organizando una opinión común que ayude a los jóvenes a sentirse escuchados, respaldados, se les dan soluciones y logren que importe votar, entender la política y participar en ella. Las redes es una batalla perdida por ahora: hay que luchar en ese lado para que los jóvenes se sientan parte de algo, escuchados y respondan con contundencia a la defensa de los derechos humanos, de mejorar su vida y no haya decadencia en manos del odio.

La izquierda debe adaptarse a los nuevos tiempos, invertir en las redes sociales y no dejar que la ultraderecha siga ganando terreno.

La izquierda debe comenzar a reflexionar profundamente, realizar una autocrítica constructiva y proponer soluciones efectivas. Cualquier otra cosa es perder el tiempo, como ya hemos hecho al perder terreno político y social. Es imperativo que la izquierda recupere su relevancia y se reinvente para enfrentar los desafíos actuales.

Hoy más que nunca, la izquierda es necesaria. Estamos en una época donde el barco de los diferentes países parece navegar sin control hacia la derecha, lo que incrementa la desigualdad y amenaza los derechos fundamentales. Sin embargo, no basta con existir como oposición; la izquierda debe estar preparada y ser capaz de reconocer y aprender de sus errores.

Es crucial que dejemos de lado las guerras internas que tanto nos dividen y enfoquemos nuestra energía en encontrar soluciones reales y efectivas para los ciudadanos. Esto implica una conexión más estrecha con las necesidades de la gente, comprendiendo sus problemas y proporcionando herramientas que mejoren su calidad de vida.

Solo a través de la reflexión, la unidad y la implementación de soluciones concretas podremos construir un futuro más justo y equitativo para todos donde no gane la extrema derecha, los partidos nuevos populistas y sigamos perdiendo terreno.

Se debe seguir luchando para que la izquierda vuelva a ser primera fuerza política unida que trabaja por y para la gente.

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