Derechos | El “silencio feminista” en torno a las mujeres del mundo rural

Por Mª José Aguilar Idáñez

Hace casi una década me preguntaba el porqué de la ausencia de estudios sociales sobre las mujeres rurales en países avanzados, que estuvieran elaborados desde la perspectiva de género y fueran más allá de descripciones exploratorias al servicio de corporaciones y organismos financiadores de programas llamados de “desarrollo rural” (Aguilar, 2010). Hoy la sociología rural y los estudios feministas siguen teniendo esa “asignatura pendiente”, a mi modesto entender.

La primigenia relación entre vida urbana y el movimiento de emancipación femenina provocó de manera paradójica una desatención de la teoría feminista por la diferenciación entre el mundo rural y el urbano en los análisis de las relaciones de género.

Sarah Whatmore (1991) señala dos causas principales de ese “silencio feminista” en torno a las mujeres del mundo rural en los países avanzados: la primera, que hasta que no se han hecho evidentes los signos de la crisis urbana, las nuevas pautas de movilidad geográfica y el uso social del espacio en las sociedades post-industriales, el espacio rural ha sido contemplado como algo marginal, reducto de atraso y condenado a desaparecer o ser absorbido por la cultura urbana. La segunda, que el pensamiento feminista se ha ocupado de analizar y poner en cuestión la dicotomía entre producción y reproducción, trabajo y familia, sin haber podido prescindir de tales categorías.

El hecho de que la mayoría de los sociólogos rurales hayan sido varones, unido a una orientación “comunitaria” de la sociología rural han terminado de explicar esta especie de “abandono sociológico” del mundo rural en perspectiva de género

Los problemas de investigación construidos en torno a unas categorías extrañas a la experiencia cotidiana de la mayoría de las mujeres rurales, cuya vida familiar y laboral se desarrolla en un único espacio social con límites muy difusos entre lo “productivo” y lo “reproductivo”, no parecen ser muy procedentes. “Esta inadecuación de las herramientas conceptuales propias de la teoría del género a los rasgos característicos de la sociedad rural, ha hecho más difícil si cabe superar el “agrocentrismo” y el “androcentrismo” de una sociología rural obsesivamente ocupada por los procesos de modernización técnica y económica de la agricultura, y por los agricultores (varones) como únicas víctimas o protagonistas del tales procesos” (Sampedro, 1996). Seguramente el hecho de que la mayoría de los sociólogos rurales hayan sido también varones, unido a una orientación “comunitaria” de la sociología rural han terminado de explicar esta especie de “abandono sociológico” del mundo rural en perspectiva de género hasta épocas relativamente recientes.

Por otra parte, este carácter artificioso de la división sexual del trabajo que en el capitalismo se convierte en división social (todas las personas, varones y mujeres se convierten para este sistema en mercancías), ha servido para inaugurar la contestación a la razón patriarcal: “la razón parental es sometida a crítica desde la razón capitalista y a la palabra de hombre (la vieja razón) se enfrenta la palabra de mujer (el discurso feminista)” (Ibáñez, 1994).

“Esta capacidad de enfrentar la razón patriarcal, de desplegar estrategias que permiten cambiar la propia posición respecto al control del poder social, se refleja, por ejemplo, en la adecuación de la intensidad o el calendario de la fecundidad a los proyectos laborales, o en la creciente inversión femenina en educación, que coloca a las mujeres en una situación cada vez más ventajosa la hora de competir por los empleos terciarios cualificados, fundamentalmente en el sector público” (Sampedro, 1996). Cada vez son más los estudios que reconocen la importancia de estas “estrategias de género” en la transformación de la condición femenina (Gil Calvo, 1991; Garrido, 1992).

Como la misma Rosario Sampedro indica, la incorporación de la teoría del género a la sociología rural se produce básicamente en la década de los ochenta, con dos aportaciones principales: la reflexión acerca de la identidad profesional de las agricultoras en Francia (Lagrave, 1987), y la aplicación de los conceptos centrales del pensamiento feminista a análisis del trabajo de la mujer en la agricultura familiar británica, que suponen una continuación en el campo de la sociología rural de la reflexión iniciada en ese país por la geografía humana (Whatmore, 1991). Pero, sobre todo, ha sido la recusación empírica a los presupuestos tradicionalmente aplicados al estudio de las mujeres en la agricultura y el medio rural lo que ha provocado esta revisión teórica, pues, como dice Lagrave (1983): las mujeres se afianzan como objeto de interés de la sociología rural en la medida en que se convierten en un “problema”, desde su ausencia del medio rural y desde su contestación al papel subordinado y marginal que los procesos de modernización agraria tienden a perpetuar, cuando no a acentuar.

Las mujeres se afianzan como objeto de interés de la sociología rural en la medida en que se convierten en un “problema”

El rechazo de las jóvenes rurales al matrimonio con agricultores y su huida del medio rural –que provoca una alarmante masculinización de los pueblos y un aumento de la soltería definitiva de los agricultores-, así como el surgimiento de la reivindicación, por primera vez explícita, de un estatuto de cotitularidad para las cónyuges de los agricultores, son fenómenos que contribuyen a poner en cuestión el supuesto carácter “sustitutivo” y acomodaticio del trabajo femenino rural, apareciendo claras estrategias de género que ponen en crisis la figura de la “ayuda familiar agraria” y la viabilidad de la propia agricultura como actividad familiar (Sampedro, 1996).

Esta contestación de las relaciones de género tradicionales constituye un elemento básico de la transformación de las sociedades rurales y la agricultura familiar y las dota (a las relaciones de género) de un carácter esencial como motor de cambio social.

1 Comment

  1. Creo que el problema del olvido del feminismo hcia la mujer rural es en realidad un paradigma de lo que hace el feminismo con las mujeres que no se acercan a éĺ, por voluntad o incapacidad, y este hecho se ejemplifica muy claramente en un sector tan separado y distinguido del conjunto de la sociedad urbana como el agrario, pero ocurre lo mismo con otros colectivos femeninos que no están tan claramente delimitados, ¿que hace el feminismo por las religiosas?, ¿qué ocurre con las amas de casa sin preparación, que últimamente vuelven a ser jóvenes? y hay más sectores no tan genéricos, mujeres sin más. Parece que el feminismo no ayude a las mujeres que no se acercan activamente a éĺ, y aunque se pueda decir que si ellas no actuan no pueden esperar que otros lo hagan por ellas, yo me fijaría en las activistas que en Africa pelean por erradicar la ablación, tienen que convencer antes a las mujeres que a los hombres, pero no por ello las abandonan.

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