Derechos | ¿Qué significa promover comunidades y entornos sostenibles desde el trabajo social?

Por Mª José Aguilar Idáñez

Promover comunidades y entornos sostenibles no es asunto exclusivo del trabajo social comunitario, sino de TODO el trabajo social. Aunque se trabaje con una sola persona, el trabajo social debe intervenir en el ambiente social, de modo que las acciones, por pequeñas y personales que sean, generen sinergias que ayuden a la creación de entornos vitales humanos, donde los bienes relacionales y comunales puedan alcanzar su máxima potencia. Y todo ello debe hacerse centrado en la persona y, además, de forma sostenible.

La sostenibilidad es un valor y un concepto que el pensamiento ecologista ha logrado incorporar en el discurso social, cultural, político y económico, pero que no siempre ha sido aplicado con rigor. Con frecuencia, lamentablemente, el concepto se ha “desvirtuado” (o empleado vacío de su verdadero contenido) para ser usado como “adorno” o una moda más. Como si añadir el vocablo “sostenible” a cualquier acción humana le diera legitimidad o la convirtiera per se en algo bueno. De esa forma, se ha utilizado torticeramente el concepto de “sostenibilidad” para justificar recortes de derechos sociales, para realizar intervenciones cada vez más burocratizadas y procedimentalizadas (lo que Dustin denomina “MacDonaldización del trabajo social”), para privatizar servicios de bienestar, eliminar programas sociales o despedir profesionales.

Por ello quiero detenerme aquí en señalar algunas críticas que el pensamiento ecologista ha formulado al concepto tradicional de bienestar, ya que si queremos desarrollar un trabajo social que contribuya a mejorar los entornos vitales de las personas y que éstos sean sostenibles desde el punto de vista del desarrollo humano (que no hay que confundir con el desarrollo económico), me parece interesante tenerlos en cuenta.

La concepción ecologista sobre el bienestar social y los servicios sociales, está enraizada con la crítica a las sociedades industriales avanzadas y a sus estructuras de producción del bienestar. La crítica ecologista a la sociedad industrial contiene inevitablemente una serie de críticas a los actuales servicios de bienestar:

  • los servicios de bienestar de estas sociedades se plantean para hacer frente a los síntomas más que a las causas de los problemas sociales,
  • implican niveles altos de tecnología asociados a un despilfarro de los recursos y a la destrucción ambiental, y
  • se basan en grandes unidades de organización que dificultan la independencia y autonomía personal y la participación de la gente.

La visión ecologista de la política y el bienestar social incluye los criterios ambientales y la idea de sostenibilidad social como un eje central de las mismas. Además, la política social –según el pensamiento ecologista- debe gestionarse localmente, reducir el gasto público no social y otorgar una mayor autonomía y participación a los ciudadanos.

Esto implica, por ejemplo, apoyar la promoción de recursos comunitarios que favorezcan la permanencia de las personas en su entorno y su participación activa en la sociedad. A nivel de servicios supone priorizar los apoyos profesionales en el entorno familiar y comunitario, los centros de día y diversos dispositivos de proximidad (apoyos domiciliarios de todo tipo, educación familiar, centros abiertos, respiro familiar no residencial, teleasistencia, etc.).

Desde el punto de vista estratégico, la sostenibilidad supone potenciar todos los programas preventivos. No sólo por el ahorro económico que supone en tratamientos y atenciones especializadas de mayor coste, sino porque constituyen el modo más efectivo de garantizar los derechos a la protección social de las personas. Se trata de apostar por el desarrollo de programas preventivos frente a las adicciones, el maltrato, la exclusión, la pobreza, el desamparo, el envejecimiento, etc. de la infancia, la adolescencia, la juventud, las mujeres, las personas mayores, y todo tipo de colectivos que pueden ser susceptibles de sufrir alguna de las problemáticas que con programas preventivos se pueden evitar con menor coste.

Crear entornos sostenibles solo puede lograrse mediante políticas sociales sostenibles, lo que significa fortalecer y fomentar la iniciativa social en el ámbito de la acción social. No se trata (como sucede a menudo) de utilizar las entidades del tercer sector para eludir la responsabilidad pública, fragilizar la protección social, precarizar el empleo en el sector social o crear redes clientelares. Tampoco se trata de fomentar la mercantilización-privatización de los bienes públicos. Se trata de todo lo contrario: trabajar para construir una sociedad civil organizada, con verdaderas organizaciones voluntarias y de la comunidad capaces de participar crítica y activamente y densificar la red social (crear y reforzar bienes comunales) y de trabajar también con las familias y el vecindario para reforzar los bienes relacionales que son tan importantes como los bienes públicos y privados en materia de protección social.

Como recuerdan George y Wilding, el ecologismo otorga un importante papel a la política social, la cual debería ser financiada y administrada según los principios de igualitarismo, satisfacción de necesidades básicas para todos, independencia comunitaria e individual, participación pública, mantenimiento y respeto por el ambiente.

Apostar por la sostenibilidad es, sobre todo, trabajar por la sostenibilidad de la vida, por ello los cuidados (en perspectiva de género) deberían ser el vector transformador de todas las políticas (no sólo de las políticas sociales) y del trabajo social. Y es que no deberíamos olvidar que el trabajo social tiene tres grandes objetivos estratégicos que podríamos sintetizar en la fórmula –por sus siglas en inglés- de las “3C”Caring, Curing y Changing; esto es: Cuidar, Intervenir y Transformar.

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