Derechos | La marea crece

Por Anabel Titos Palacios 

Es tu primer día. Te acaban de llamar para cubrir a un compañero que hace un mes que se dio de baja. Son las 8:00 de la mañana. Suena el timbre. Entras a tu clase. Llegar llegas, pero tarde, un mes tarde y no para impartir la asignatura para que te preparaste, para la que opositaste, para la que traes toda una maleta llena de recursos. Ahora viene el reto, te planteas posibles opciones para dar salida a todos los contenidos programados: como primera medida podrías acelerar el ritmo, sin aturullar a tu alumnado, claro; podrías verbalizar más rápido, recurrir a las explicaciones retóricas o suprimir esas dinámicas colaborativas que, sabiendo que son más potentes, necesitan su tiempo. Podrían ser soluciones. En fin, se trata de coger las tijeras, los recortes requieren recortes, te repites para intentar convencerte, solo tienes que valorar lo menos importante y esperar que aquellos que realicen las pruebas externas tengan el mismo criterio.

Que no se cubran las bajas, que los profesores impartan otras materias ¿Eso es lo que queremos? Empieza la frustración, la marea crece.

Así que respiras hondo y confías en no encontrarte con más de 30 alumnas y alumnos en la clase. Con sus nombres y sus apellidos, con sus aspiraciones y vocaciones, con sus dificultades y sus necesidades. Un alumnado muy diverso al que se pretende dar salida de forma parecida al mercado laboral, sin pensar en esa escuela que le hará desarrollarse como persona crítica, comprometida, responsable, libre y feliz. Un alumnado al que, en muchos casos se le ha quitado el apoyo, para cubrir al profesor ausente. Muy realista todo.

Aulas masificadas que imposibilitan la personalización de la enseñanza, retirada de horas de apoyo para atender a la diversidad, menor relevancia de las humanidades y materias que aumentan la autonomía y capacidad crítica ¿Eso es lo que queremos? Vuelve la frustración, la marea crece

Es entonces cuando finalizas tus 20 horas lectivas de clase. Y ahora tocan las no lectivas. Las no visibles. Aquellas en las que te reciclas, corriges, reorientas, diseñas materiales,  exploras nuevas metodologías de trabajo y aprendizaje y analizas modelos educativos más innovadores. En las que recoges información de tus alumnas y alumnos para la reunión que tienes con sus familias, en las que piensas qué está pasando con ese alumno que esta semana está distraído o en el que distrae a sus compañeras y compañeros, en las que te reúnes también con el claustro, el equipo educativo o la junta de evaluación. ¿Recortamos?

Exceso de horas lectivas en detrimento de la preparación de clases y la calidad docente. ¿Esto es lo que queremos? Vuelve la frustración la marea crece.

La marea crece sí, y no sólo por nuestro trabajo, por nuestros alumnos y sus familias, crece con la privatización gradual de un sistema público donde cada día la supresión de plazas y la paralización de la construcción de centros públicos conviven con una mayor presencia y privilegios de la oferta privada (sí, también de esa privada subvencionada que llaman concertada). Crece con una Universidad que incrementa sus tasas y reduce sus becas consiguiendo aumentar la desigualdad y dificultar  el acceso y continuidad educativa de aquell@s con menos recursos.

Crece una marea docente que en muchos casos, sin formar parte de una plantilla consolidada ocupa una posición muy sólida y estable:  junto a la comunidad educativa. Junto al alumnado y sus familias y en el mismo aula donde llegar llegas, pero esta vez no es tarde. Donde llegas justo a tiempo.

A tiempo de luchar por una ley educativa pactada, consensuada y que responda a las necesidades que percibimos día a día en el aula. A tiempo de construir y crear un lugar de encuentro donde el debate y la mejora educativa sean el verdadero motor de cambio. A tiempo de que suba la marea por una educación pública de calidad.

 Así que nos vestimos de verde que hay mucho por hacer. Nos vemos el 9 de marzo.

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