Derechos | Gestación subrogada: los niños robados

Por Daniel Seijo

La feria de la gestación subrogada celebrada en Madrid el pasado fin de semana, supone un paso más en la decadencia de una sociedad mercantilista que si bien ha pulido las formas de sus métodos de explotación, en el fondo, no ha disminuido ni un ápice la crueldad de los mismos. La polémica de los vientres de alquiler germina con este evento en el mismo país que había expuesto su profunda indignación ante la realidad de los niños robados durante el franquismo, pero que sin embargo ahora muestra su incapacidad para manifestar indignación o un rechazo generalizado ante una feria en la que por apenas 150.000 euros, una pareja puede adquirir por catálogo el derecho sobre una vida humana. Con una total impunidad, el poder del dinero logra aparentemente dignificar el tráfico de seres humanos sin que el partido del gobierno, en otras ocasiones tan concienciado con el derecho a la vida, parezca dispuesto a echarse las manos a la cabeza ante tan flagrante muestra de inmoralidad por parte del sistema.

Entre merchandising, catálogos y promesas de satisfacción garantizada para los clientes (en el fondo para la dinámica capitalista los futuros “padres” no son más que eso) las 24 empresas presentes en esta feria, pugnaron por maximizar sus beneficios y atraer parejas interesadas en adquirir un bebe, sin que nadie seguramente reparase durante sus transacciones en la explotación de la miseria subyacente tras los contratos alcanzados en países como la India o en la inhumana legislación ucraniana, un país, el más pobre de Europa, en donde quién lleva una vida dentro pierde todo derecho sobre ella por imperativo legal, pese a que pueda arrepentirse de su decisión en el último momento. Poco o nada parece importarle esa materialidad a los futuros padres, supongo que al igual que la mayor parte de la población no presta atención a la procedencia de los diamantes que adornan su cuerpo o a las condiciones en las que se fabrica su ropa, ellos han logrado ver en la vida de un ser humano un mero producto más en el mercado, otra frontera sobrepasada por el mercantilismo social que en esta ocasión abre posibilidades realmente estremecedoras.

Existen alternativas para aquellos que quieren ser padres, para quienes no quieren algo rápido, sencillo y a la carta.

Sí la lógica de mercado se impone, puede que finalmente tengamos que acostumbrarnos a que si antes los niños venían de Paris, quizás ahora y con un contrato de por medio, muchos lleguen a nuestras ciudades procedentes de Ucrania, Georgia, India o Grecia, países ahogados por su situación económica y social en donde las mujeres se ven abocadas a alquilar sus cuerpos como un mero accesorio para el neoliberalismo depredador global. En apenas unas décadas hemos pasado de la necesidad de torturar y secuestrar a las madres del proletariado para robarles a sus hijos con el objetivo de entregárselos a las clases pudientes, a simplemente someter a esas mismas madres a una explotación institucionalizada por la vía de la esclavitud económica, que en un curioso y decadente concepto de la democracia ha puesto la propiedad de la vida de un hijo al alcance de todo aquel que pueda pagar su precio. Pese a que se nos intente convencer de lo contrario, no puede tratarse de una decisión libre cuando la presión de la pobreza y el peso de la desigualdad entre las clases sociales hace su aparición en escena, al igual que tampoco puede tratarse de una cuestión de amor o solidaridad cuando de lo que estamos hablando es de una transacción económica en donde la moralidad, si es que existe, juega un papel muy secundario en el contrato firmado entre las partes.

Existen alternativas al mercadeo de la vida humana y la explotación de los cuerpos de las mujeres, opciones quizás más largas y complicadas como la adopción u otras menos directas como la que ofrecen países como Canadá, en donde los vientres de alquiler son una realidad asociada a la solidaridad y no al consumo. Existen alternativas para aquellos que quieren ser padres, para quienes no quieren algo rápido, sencillo y a la carta, sino un hijo a quién poder mirar a la cara sin por ello tener que ponerle un precio sobre su cabeza. Trabajemos por una alternativa en ese sentido, digamos un NO rotundo a los nuevos niños robados.

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