Del uribismo al rodolfismo

La segunda vuelta presidencial vislumbrará el futuro de Colombia. La derecha sabe que Rodolfo Hernández es su última bala. Del uribismo al rodolfismo.

Por Andrea Amantegui Guezala

El próximo 19 de junio el electorado colombiano se enfrenta a la posibilidad de vencer a la derecha reaccionaria y probar suerte con la izquierda por vez primera en su historia. El pasado domingo Gustavo Petro y su Pacto Histórico se hacían con el 40 % de los sufragios escrutados y Rodolfo Hernández, candidato de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, con el 28,15 %. Las legislativas de marzo, en las que Petro se consolidaba como candidato de la coalición de izquierda, no estuvieron exentas de polémica.

Representantes de Pacto Histórico aseguraron que los votos de más de 20.000 centros de votación nunca fueron escrutados, algo que confirmó la Registraduría y el Consejo Nacional Electoral. Casi a la vez, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe acusaban a la coalición de fraude para conseguir más votos, asegurando Pastrana que la legitimidad de Duque había quedado “en entredicho”. La cuestión es que aquel domingo de marzo parecía que todo estaba perdido para Rodolfo Hernández y nada más lejos de la realidad.

Hernández es un empresario inmobiliario que se hizo de oro en la década de los setenta especulando en Bucaramanga. Este septuagenario se dice antisistema, lo que conforma una suerte de oxímoron con algunas de sus declaraciones: “Yo financio los edificios que hago y cojo las hipotecas, esa es la vaca de la leche, imagínense quince años un hombrecito pagándome intereses, es una delicia”. Hernández hace del populismo y su ideología confusa todo un arte, incluyendo entre sus propuestas “el derecho de todos los colombianos a conocer el mar”.

Casi desconocido para la opinión pública colombiana, o al menos más allá del departamento de Santander, el magnate se desenvuelve con soltura en Tiktok, plataforma con la que ha conseguido convencer a más de cinco millones de votantes de su cercanía y sencillez. Dice admirar a Hitler, a quien se refiere como “un gran pensador alemán”, palabras de las que decidió distanciarse segundos después aduciendo que “cualquiera tiene un lapsus”.

Se postula por la Liga de Gobernantes Anticorrupción, movimiento de centroderecha que él mismo creó hace tres años y que presenta otro oxímoron: la Fiscalía General de la Nación acusa a Hernández de interés indebido en la celebración de contratos en el caso Vitalogic, por el que tiene una investigación abierta. De hecho, tiene más de veinte, algunas de ellas por agredir a funcionarios públicos, como hizo durante su alcaldía en Bucaramanga con el concejal de la misma ciudad John Claro, lo que le costó la suspensión de cargo público por un periodo de tres meses.

Al otro lado del espectro se sitúa Gustavo Petro, exalcalde de Bogota y exguerrillero del M19 -en 1990 la guerrilla firmó el primer acuerdo de paz con el Estado colombiano, durante el Gobierno de Virgilio Barco- que podría convertirse en el primer presidente izquierdista del país. De cara a las presidenciales Petro se centró en Federico Gutiérrez, Fico, máxima representación del uribismo, que ya había adelantado a otros candidatos como Alejandro Char y Enrique Peñalosa. Mientras tanto Hernández hacía lo suyo y tras un giro inesperado, desbancaba a Fico. Ahora Pacto Histórico celebra una victoria de tintes pírricos, con el debilitamiento que produce una emboscada para la que nunca estás preparado.

Francia Márquez, la rompedora mirada ecofeminista que Colombia precisa con urgencia, podría convertirse en la primera vicepresidenta negra del país. En un acto electoral en Santander de Quilichao del pasado 14 de mayo Márquez hablaba de los grandes óbices que impiden una vida digna en Colombia, “el colonialismo, el racismo y el patriarcado”. Francia quiere usar “el cariño maternal para cuidar nuestro territorio”, poner en el centro lo que sustenta la vida, literalmente.

Llegar a la Casa Nariño no será fácil. Colombia es una sociedad educada en el miedo al progreso y la derecha ha sabido aprovechar a la perfección el fantasma de su país vecino, Venezuela, que ha despojado de herramientas teóricas y sostén ideológico a las izquierdas latinoamericanas. Tras la salida de Fico de la contienda, la derecha sabe que Rodolfo Hernández es su última bala. Del uribismo al rodolfismo. Pero Colombia precisa cambios, el estallido social durante el Paro Nacional en 2021 tras el anuncio de la reforma tributaria, que solo fue el culmen de un sinfín de políticas neoliberales, no solo derribó la reforma. La violencia de la fuerza pública, denunciada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, mató a decenas -83 muertes- y despertó a millones. La segunda vuelta presidencial vislumbrará el futuro de Colombia.

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