Declaración Universal de los Derechos de los Contenedores

Por José Antonio Martín Acosta

 

Esta es la Declaración Universal de los Derechos de los Contenedores
 
Cuando camines por la extensa ciudad
No te des de bruces contra un contenedor
El alma descansa en la basura
Es como la fresca reminiscencia de lo que somos
Seres apagados en un incendio de agua
 
Nuestra dignidad es más pequeña que el plástico
Nuestra dignidad carece de ruedas
No posee la tapa que cerrará nuestro ataúd
No posee la libertad de reposar putrefacto
Sobre los adoquines infectos de la gran ciudad
 
En verdad somos menos necesarios que las ratas
Somos más abyectos que una raspa de pescado
Nuestro hedor es humano
Enorme necedad que nos iguala a la nada
 
Sin embargo el reposo entre cuatro tiras de plástico
Ejercita la locura del fuego
Destruye la basura de nuestro entorno
Encumbra al heroísmo la pulcritud de la ciudad
Destruir lo que hiede nunca fue pecado
 
Se hace así difícil compararse a los contenedores
Que representan la soledad de nuestros días
Son como ancianos abandonados
A los que no hace caso nadie
Que devoran añil y opio y líquidos obscenos
Que acaban con la vertiginosa combinación del consumo
Que son el mar de nuestra tierra
Y el estiércol de nuestro campo
 
En esta declaración condenamos los atentados
La barbarie cometida una y otra vez contra los hermanos
De las esquinas
Contra los colores de la fracción
Almas con cuatro ruedas
Filos de navaja mellados
Sueños de plástico que van al humo
Fuegos devorados por la sinrazón
 
Y si tú humano
Osaras por un momento compararte a mí
Que recojo el vértigo que sufres
La tragedia de tu hambre
Las diminutas gotas de tu frustración
Los abrojos de tu ánimo
Los restos de tus sueños
El vómito del viejo
Los pañales del niño
La voracidad excesiva de tu gula sideral
El excremento informe de tu ansia repentina
Si tú osaras un momento a compararte conmigo
Amos de los árboles habrán de plantarte cara
Seres disfrazados de un azul nuclear
Tendrán que sembrarte el cuerpo de cardenales
Alas de mariposa se edificarán en tus ojos
Entre la oscura sangre de los dementes
Filos de navaja habrán de romperte la espalda
Caleidoscopios de cristal grabarán tus fechorías
Apuñalarán tu vientre
Devorarán para siempre tu sonrisa
Porque tú no eres nada humano
Apenas puedes moverte sin ser vigilado
Veinticuatro horas de libertad apalabrada
Sustantivo de defraudadores
Flor recogida en un desierto de estiércol 
 
Porque tú no eres nada humano
Tú no vales ni tu cuerpo embalsamado
Ni el camión que te recoja
Ni la apisonadora que te entierre en el olvido
Nada eres en este cuento de traidores
 
Yo sirvo para enmascarar el hedor de las calles
Para aparcar los rencores de los platos rotos
Para amedrentar los descuartizamientos cotidianos
Para cambiar los muebles de lugar
Y que no exista un sumidero de nostalgia sobre tu rostro
Porque yo mantengo limpias las calles
De ese intento constante que es la dignidad
La dignidad de quien se da cuenta de que es un florero
Un pesebre andante
Un rencor con brazos
Un ser que ha tornado su carne por un número
Un líder del fotomontaje
Un asco entre exabruptos 
Un eructo entre esputos
Un esclavo fácil de intercambiar 
 
Yo tengo más derechos que tú 
Humano
Un objeto que sirve como urna funeraria
Para todos los objetos
Y que arde como una vela 
Cada vez que a ti te viene en gana
Porque es sabido
Que tu mundo está acabando
Y que habré de enterrar a un puñado de vosotros
Dentro de mis tripas de policloruro de vinilo
Dentro de mi cuerpo de polietileno de alta densidad
Y rodando por la última cuesta juntos iremos
Al caer el frío
Si no es que antes despertáis 
Asaltáis los cielos
Y ocupáis de una vez por todas
Todos los palacios.

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