El estallido de la Gran Guerra supuso un terremoto que afectó a la socialdemocracia de pleno por su colaboración institucional bajo la fórmula de las uniones sagradas. El segundo terremoto llegaría con el surgimiento del comunismo y el ejemplo de la Revolución de Octubre de 1917
Por Eduardo Montagut
En el SPD se produjo un intenso debate a finales del siglo XIX, muy paradójico y complejo, como tendremos oportunidad de comprobar, y en el que tomaría carta de naturaleza una forma de conjugar socialismo y democracia, alejándose de tentaciones totalitarias o autoritarias, en todo caso. Posteriormente, en distintas fases y con matices o adaptaciones propias de cada lugar, los partidos hermanos adoptarían este modelo. Pensemos, por ejemplo, y en relación con esta cuestión de las particularidades, en la existencia de los conflictos nacionalistas que tuvo que abordar la socialdemocracia austriaca, o la relación peculiar con fuerzas liberales y burguesas de algunas socialdemocracias nórdicas. También es importante para entender estas especificidades la cuestión de las complejas relaciones con el anarquismo, algo que marcaría mucho a los socialistas españoles e italianos.
A finales del siglo XIX era evidente que el socialismo europeo estaba profundamente dividido entre la ortodoxia y el revisionismo, entre la revolución y el reformismo.
El revisionismo tomó carta de naturaleza con las propuestas teóricas de Eduard Bernstein en Alemania. En 1899 publicó Las Premisas del Socialismo y las tareas de la Socialdemocracia. Bernstein pretendía acabar con la contradicción entre las propuestas revolucionarias del SPD y la praxis política del mismo, claramente reformista. Algunas de las formulaciones del revisionismo ya se podían rastrear en el prólogo de Engels en La Lucha de Clases en Francia de Marx, cuando expresaba que los elementos revolucionarios prosperaban más empleando los medios legales, es decir, cuando entraban en el juego político, en el parlamentarismo, que cuando usaban los medios ilegales o subversivos. Otra influencia ideológica o camino paralelo del revisionismo se puede encontrar en las formulaciones fabianas británicas de reforma política y social, aunque el laborismo tendría un carácter muy particular. Bernstein pensaba que el desarrollo social podría producirse sin cataclismos. Si la catástrofe social no era inmanente a las cosas, no era, por lo tanto, necesaria históricamente. En la época de crecimiento económico en la Europa de su tiempo no se había producido lo que había vaticinado Marx, porque la situación del sistema económico había cambiado. El principio de inevitabilidad no valía ni existía la voluntad política de llevar a cabo la revolución social.
En el Congreso de Hannover del SPD del año 1899 se debatieron las ideas de Bernstein y fueron derrotadas, así como en sucesivos congresos. En el SPD se generaron tres grandes corrientes. El ala derecha, en torno a la revista Cuadernos Mensuales Socialistas, y con líderes como Schippel, Heine, Calwer, entre otros, defendía el revisionismo. El ala izquierda del Partido, representada por Rosa Luxemburgo, Franz Mehring y Clara Zetkin, fue también derrotada en los Congresos del SPD. Dio lugar a la Nueva Izquierda, que proponía un planteamiento claramente revolucionario y antimperialista. Y, por fin, estaría la tendencia que podríamos calificar de centrista y que era la mayoritaria, con Kautsky como principal valedor del pensamiento marxista. Este sector, vinculado al aparato del SPD, sostenía un inestable equilibrio ideológico entre el programa y discurso plenamente revolucionario y la práctica política claramente reformista, como apuntábamos más arriba. Para Ignaz Auer, secretario del SPD, cambiar el discurso ideológico del Partido como pretendía Bernstein y seguir con la práctica política pragmática era un esfuerzo inútil y peligroso porque podía generar graves tensiones internas. Es curioso como Auer expresó a Bernstein que nunca debía haber hecho públicas sus formulaciones, que se aplicaban en la práctica, porque no se podía hacer otra cosa en un partido de masas. En conclusión, las tesis de Bernstein fueron derrotadas oficialmente, pero se aplicaban a rajatabla en el quehacer del Partido.
En realidad, Bernstein estaba plasmando la tendencia de la integración progresiva de la socialdemocracia en las sociedades y sistemas políticos cada vez más democráticos de Europa. La lucha por el sufragio universal en toda Europa occidental fue objetivo de la socialdemocracia porque se podía convertir en un arma poderosa para el proletariado. Intensas fueron las luchas en la propia Alemania o en Bélgica. Pero, además, se podía intentar contar con el apoyo de una parte de la burguesía, ya que el desarrollo económico había generado muchas diferencias internas, apareciendo las clases medias. En el cambio de siglo comenzó el debate sobre el posible acercamiento a esos sectores progresistas y acerca de las colaboraciones parlamentarias y hasta gubernamentales. Los franceses en la III República, con un gran debate interno y con derivaciones externas, fueron pioneros. El PSI vivió un enfrentamiento interno casi continuo de una intensa vehemencia en sus congresos en el comienzo de siglo XX, provocando escisiones. En el caso español hubo que esperar a las consecuencias de la Semana Trágica de 1909 para que el PSOE decidiera tender puentes con el republicanismo, al que había fustigado desde la fundación del Partido por considerarlo una fórmula netamente burguesa. Estos debates fueron también muy intensos en el seno de la Segunda Internacional no sólo en relación con la estrategia política, sino también en las discusiones sobre el nacionalismo, el colonialismo y la huelga general.
Por otro lado, el análisis revisionista parece claramente vinculado con la coyuntura económica de principios de siglo. Superada la Gran Depresión de 1873 parecía que el capitalismo se había librado de las periódicas crisis. El socialismo podía o debía sustituir al capitalismo de forma paulatina, a través de conquistas alcanzadas en el juego político, con reformas, sin llegar a la revolución. Pero el pensamiento marxista más ortodoxo respondió al revisionismo formulando la teoría del imperialismo, y que permitía salvar la cuestión de la revolución y adaptar las ideas de Marx y Engels, propias de la época del librecambismo de la primera Revolución Industrial, a la realidad de la Segunda Revolución Industrial. El imperialismo que se vivía en aquellos momentos solamente habría aplazado en el tiempo la crisis y el colapso final del capitalismo. Hobson, Rosa Luxemburgo y Lenin estaban detrás de esta formulación. El capitalismo se había extendido gracias a la mundialización del mercado, la exportación de capitales, el expolio de las colonias, el triunfo del proteccionismo y de las concentraciones empresariales y financieras. Al final, estallaría una guerra mundial que debía posibilitar la revolución.
Otro factor a tener en cuenta en relación con la aparición del revisionismo tiene que ver con un aspecto poco conocido y que se refiere al distinto grado de penetración de las ideas marxistas en los partidos socialistas que se fueron creando en el último tercio del siglo XIX. Algunos estudios han permitido comprobar que dicha penetración no fue tan intensa ni tan completa como se ha venido pensado tradicionalmente. Los casos francés y español pueden ser significativos, aunque no únicos.
Por fin, habría que tener presente la tendencia a la burocratización de los partidos socialistas, especialmente del SPD, una enorme formación política con innumerables organizaciones, y que sirvió de modelo a otras socialdemocracias de su ámbito germano y nórdico. El revisionismo sería la práctica diaria de muchos dirigentes políticos y sindicales socialistas, aunque muchos de ellos no fueran conscientes, un aspecto harto interesante, habida cuenta de la importancia del concepto marxista de conciencia de clase. El estallido de la Gran Guerra supuso un terremoto que afectó a la socialdemocracia de pleno por su colaboración institucional bajo la fórmula de las uniones sagradas. El segundo terremoto llegaría con el surgimiento del comunismo y el ejemplo de la Revolución de Octubre de 1917. Pero esto supone la entrada en otra etapa de la Historia de la socialdemocracia en el período de entreguerras donde tuvo que competir no sólo con los nuevos partidos vinculados en distinto grado con los bolcheviques, y que nacieron por escisiones en los partidos socialistas, sino también con el fascismo que, en el contexto de una gravísima y profunda crisis, atrajo el voto de amplias capas populares.
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