¿De qué hablamos cuando hablamos de Posmodernidad? Respuesta a ‘Unidad y Lucha’

Michel Clouscard

La Posmodernidad es coronada por el principio de una revolución permanente, pero una revolución simulada e individual, que solo se realiza mediante el consumo y la transgresión banal.

Por Martín Álvarez Rodríguez | 28/12/2023

En este mismo medio se ha publicado recientemente un escrito que, al menos en apariencia, pretendía caracterizar y criticar a la Posmodernidad, tildándola de «ideología reaccionaria». Si bien se agradece que los autores del mismo salgan de su bucle temporal de hace 100 años para tratar de caracterizar lo que es un fenómeno genuino de nuestros días, el resultado es bastante desolador.

Para la crítica del mismo me serviré del autor que a mi parecer hace una crítica más lúcida y certera contra esa misma Posmodernidad, el francés Michel Clouscard. Si bien es cierto que el texto criticado no exhibe nombres de autores ni citas, poniendo como excusa la brevedad del mismo, esto hace que se acabe cayendo en la fácil fórmula de «este es un tema extremadamente complejo, por lo que lo abordo de forma simplista». Si bien es una fórmula efectiva a primera vista, acaba retratando la escasa preparación con respecto al tema tratado.

Pasando propiamente al tema, debemos definir la Posmodernidad como el estadio que se comienza a fraguar en Occidente tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y el gran realineamiento ideológico y político que esto provoca, y que eclosiona en los fenómenos del mayo del 68 francés. Aunque es cierto que no se trata de una tarea fácilmente sintetizable, tratemos de esbozar los principales autores e ideas de la misma: con anterioridad a la Escuela de Frankfurt, podemos citar a Gyorgy Lukács, cuyo concepto de «reificación», partiendo de una interpretación torticera del «fetichismo de la mercancía», es la base para sentar la teoría central posmoderna de que como la clase obrera en Occidente ahora tiene poder de consumo se ha aburguesado y le ha dejado de interesar la revolución, y por lo tanto hay que buscar nuevos sujetos interesados en mayor medida en la misma. En segunda línea tenemos a Walter Benjamin y su lacrimógena interpretación de la historia, que, invirtiendo toda lógica, defenderá que nuestra acción debe estar más encaminada a enmendar el pasado que a proyectarnos hacia el futuro. Pero la obra cumbre en la fragua de la Posmodernidad será La dialéctica de la Ilustración, donde Horkheimer y Adorno teorizarán que el fascismo es un modo demasiado cantoso para defender el capitalismo, y por lo tanto propondrán darle la vuelta a todos los valores fascistas para así «cambiar todo para que nada cambie». Esta lúgubre estela será seguida por otros autores, a los cuales Clouscard prestará más atención. Los principales serán Marcuse, que cual Frankenstein tratará de introducir las locuras positivistas de Freud en Marx, y a este le harán coro las «vedettes del lenguaje»: Foucault, Levi-Strauss, Bourdieu…

Pero para lo que aquí nos incumbe (y teniendo en cuenta que la obra de Michel Clouscard excede por mucho en cantidad y profundidad a un texto que no es capaz de definir lo que se supone que está criticando…) nos centraremos en como Clouscard nada a contracorriente en la definición del contexto y las circunstancias que ven nacer a la Posmodernidad. El filósofo francés hace especial hincapié en la influencia que tuvo el Plan Marshall para Europa, siendo el caramelo envenenado con que todo lo americano se introdujo hasta el tuétano en el ser europeo, bajo la falsa bandera de una abundancia ilimitada. Concretamente el galo habla de Potlatch (el ritual de la sociedades tribales que consiste en despilfarrar los medios de un clan como símbolo de riqueza y abundancia), pero al mismo tiempo estudia como solo se trata de una falsa abundancia, ya que la composición de clases que aún sigue vigente hace que los obreros solo participen de la sobra y de los productos de menos calidad de ese nuevo entramado.

Ya a modo más genérico, tenemos que pensar que desde 1945, pero especialmente 1968 (momento en el que toman las riendas la generaciones que no habían tenido ninguna relación con la guerra) Europa sufre un cambio en todos sus aspectos, con generaciones enteras que no saben lo que es la escasez, y eso trastoca tanto su relación con la producción como incluso son la reproducción. Pero al mismo tiempo aún quedaban dos importantes cuestiones difíciles de desenraizar de territorio europeo: el recuerdo de los abusos de los fascismos y la resistencia partisana, y un recuerdo aún más remoto al ideal revolucionario francés de que «ante las injusticias, el pueblo tiene derecho a la rebelión». Por lo tanto, reduciéndolo a su esencia, la Posmodernidad es coronada por el principio de una revolución permanente, pero una revolución simulada e individual, que solo se realiza mediante el consumo y la transgresión banal.

Tras estos apuntes que nos dan una mínima definición de Posmodernidad para el genio francés, pasemos a lo que se nos dice en el texto. Primero que nada sorprende que se juzga erróneamente a la misma solamente como un «término». Concretamente se define la modernidad como «desarrollo del capitalismo, los estados nacionales, los medios de comunicación de masas y los valores del racionalismo, entre otras cosas, está todavía vigente». Y esto no es cierto, el capitalismo no se desarrolla como a inicios de XX, sino que se refugia en el capital financiero, destroza la industria, promueve guerras por medio globo, restringe la natalidad a mínimos, llama a importar mano de obra barata de forma masiva… por otro lado los estados nacionales están en franca decadencia, la soberanía es cada vez más una entelequia, y los valores del racionalismo ya no son los imperantes, y es que antes ya Spengler y Heidegger se los habían cargado, y en la actualidad el progreso ni se menciona, se habla de desarrollo sostenible bajo el amparo de la Agenda 2030, mientras no se sabe definir lo que es una mujer… Pretender que nada ha cambiado desde la fase previa al reinado mundial de USA, coronado en 1945, es simplemente insostenible.

Continuando con la crítica, en el escrito no se define ningún principio de la posmodernidad, y los pocos que se citan son erróneos. Para empezar no se trata de una amalgama de teorías críticas con el marxismo sin más, son teorías que pretenden introducirse en el marxismo y detonarlo desde dentro. Y no es cierto tampoco en lo tocante a «con la posibilidad de que el capitalismo pueda ser superado históricamente por la clase obrera», ya que para la Posmodernidad la clase obrera ha dejado de existir, por lo que se defiende es que el capitalismo va a ser superado por los nuevos sujetos oprimidos. De igual forma la posmodernidad no rehúye del partido, sino que nace en el seno del mismo, a esto hace referencia Clouscard en lo referente a la necesidad de la crítica, antecediendo así al concepto de “dictadura de lo políticamente correcto”. En la misma línea iría nuestra crítica a la afirmación «la clásica máxima de que la unidad hace la fuerza», no es así, precisamente quién más clama por la unidad es la posmodernidad, porque para desarrollarse necesitó el andamiaje del movimiento obrero, en el cual se introdujo y carcomió por dentro, como un caballo de Troya en toda regla.

Con respecto a la afirmación «se afirma que en este mundo ya no hay cabida para la transformación revolucionaria», volvemos a reiterar que es justo al revés, se defiende una revolución individual constante por medio de la transgresión.

Pero Unidad y Lucha roza el delirio cuando habla de «términos como cultura woke o marxismo cultural, el outfit del pensamiento reaccionario en gamas pardas y rojipardas». Y es que esto se podría aplicar de igual forma a ellos mismos, o sino por lo menos delata su incoherencia; ya que o la posmodernidad es reaccionaria para la clase trabajadora o hay que defenderla ante los malvados rojipardos (siendo esta la categoría más indefinida de la historia).

La parte final ya supera en difusión al resto del escrito. Y no señores, el 15M no es el movimiento genuino de la posmodernidad, sino uno de tantas repeticiones mecánicas de lo que fue mayo del 68 (el cual no se cita en ningún momento).

En resumen, lo que molesta a Unidad y Lucha no es la Posmodernidad en sí, sino que esta no hace que la gente se sume al clásico partido «comunista» al uso (al uso que se lleva desde el XX Congreso en adelante…). Pero es que no entienden que se trata de dos cuestiones antagónicas e irreconciliables, las premisas básicas de la Posmodernidad hacen huir en masa a los clásicos militantes de las organizaciones, que lo que piden es una actitud consecuente y revolucionaria en la lucha, no que se les de la chapa con «los nuevos conflictos y realidades», y al mismo tiempo las categorías que encumbra esa misma Posmodernidad como los sujetos revolucionarios del futuro, ante el supuesto aburguesamiento del proletariado, no van a militar de forma regular y organizada, ya que su supuesta opresión responde a cuestiones o bien no estructurales (como la cuestión de clase) o bien directamente inventadas (como las teorías raciales, los patriarcados propios de otro tiempo o ya simplemente teorías absurdas como las de los panópticos de poder, o que la higiene y la biología son represivas).


El artículo publicado en NR al que hace referencia el autor es Posmodernidad, ideología reaccionaria contra la clase trabajadora

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