De cómo la ‘democracia mayoritaria’ arrolla la democracia

Países con un exquisito pedigrí democrático están sucumbiendo al empuje del nuevo juguete de la “democracia mayoritaria”. No hablamos solo de estados de tercera categoría. Los mismos Estados Unidos realizaron un incipiente experimento en ese terreno durante el mandato de Donald Trump, y no existe ninguna garantía de que no lo vayan a repetir a corto o medio plazo.

Por Eugenio García Gascón / Globalter

Todavía es pronto para saber si se consolidará el nuevo concepto peyorativo de ‘democracia mayoritaria’ del que están hablando algunos medios para referirse al inquietante proceso que se está desarrollando en Israel. Un periodista del Canal 12 lo usó recientemente cambiando el tono de la voz, insuflándole cierta sorna con connotaciones negativas para con un Ejecutivo que se sustenta sobre un confortable apoyo popular. El Gobierno dispone de una mayoría sólida en el parlamento pero adopta medidas que ignoran a la oposición y aplastan con un implacable rodillo algunos principios básicos de la democracia.

Israel no es un caso único. Hungría, por ejemplo, un país miembro de la OTAN y de la UE, es otro. Pero el fenómeno está ocurriendo en lugares apartados que se consideran a sí mismos plenamente democráticos, pero donde la nueva “democracia mayoritaria” empieza a ejercer su poder sin contenciones. Hungría, donde Viktor Orbán ha arrollado a la oposición acabando con los medios de información críticos, es el modelo más sobresaliente de los flamantes sistemas occidentales que se están introduciendo en el mundo iliberal que ya no solo engloba a países subdesarrollados o en vías de desarrollo como la India o Pakistán.

Países con un exquisito pedigrí democrático están sucumbiendo al empuje del nuevo juguete de la “democracia mayoritaria”. No hablamos solo de estados de tercera categoría. Los mismos Estados Unidos realizaron un incipiente experimento en ese terreno durante el mandato de Donald Trump, y no existe ninguna garantía de que no lo vayan a repetir a corto o medio plazo. El caso de Israel es un poco diferente en la medida que está sometido a fuertes sacudidas nacionalistas y religionistas que agravan la situación, dado que el nacionalismo y el religionismo merman la democracia de oficio desde la misma casilla de salida.

Las respuestas de esos gobiernos a las críticas que suscitan suelen ser similares. Los líderes implicados en la “democracia mayoritaria” recuerdan que han sido elegidos libremente por la mayoría, y argumentan que justamente eso es la democracia y que el respaldo de los votos les da libertad para dictar sus políticas. De una elección a otra se incrementa el número de votantes que los apoyan, de manera que el nuevo sistema goza de buena salud y se presenta a sí mismo como una tendencia de futuro que se consolida cada vez en más lugares y arraiga con fuerza donde ya funciona.

En Occidente la “democracia mayoritaria” la defienden principalmente partidos de derecha y de extrema derecha que poco a poco obtienen una mayor representación en el parlamento, aunque el fenómeno no tiene que ser necesariamente de derechas. Mucha gente ha perdido la confianza en el sistema democrático tradicional, sumido en una crisis profunda en el centro del arco, mientras los extremos se refuerzan constantemente. Platón decía que la democracia conduce a la tiranía y da la impresión de que estamos viviendo una transición en esa dirección.

En otras ocasiones de la historia, los tiranos han puesto fin a la democracia violentamente, arropados por una parte más o menos considerable del pueblo. Pero ahora el pueblo llano respalda a los tiranos desde las urnas. La gente parece cansada de la democracia tradicional y se inclina hacia la tiranía. La fatiga quizá proviene de vivir en sociedades extraordinariamente complejas que no son fáciles de gestionar, de manera que el pueblo prefiere las simplificaciones que promete la tiranía por encima de la creciente complejidad de la democracia. El resultado son las “democracias mayoritarias” en auge, es decir un eufemismo de la tiranía.

Las políticas de Orbán o Benjamín Netanyahu casan a menudo con las de la tiranía, pero a diferencia de los tiranos históricos, Orbán y Netanyahu insisten en que han obtenido una claro respaldo en las urnas en elecciones limpias. El pueblo los ha elegido consecuentemente cuando tenía en su mano la posibilidad de derrotarlos por medio de las papeletas. Este es el fundamento de la “democracia mayoritaria” a la que se refiere con sorna el periodista israelí.

Vivimos tiempos de cambio. La democracia tradicional no podrá sostenerse siempre, quizá no se sostenga durante mucho tiempo más. Israel y Hungría pueden ser simplemente las vanguardias que marcan el rumbo hacia el que avanza Occidente y el resto del mundo: la democracia tradicional se apaga y poco a poco se va degenerando mientras la tiranía engorda.

En los casos de Israel y Hungría se observa en las calles cierta resistencia, pero el ruido proviene de una clara minoría. En todo caso, será interesante ver cómo se resuelven las tensiones en esos dos países que constituyen un verdadero laboratorio de la tiranía moderna.

Eugenio García Gascón ha sido corresponsal en Jerusalén 29 años. Es premio de periodismo Cirilo Rodríguez.

Artículo original en Globalter

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