Cumbres borrascosas

Por Jesús Ausín

En un país muy lejano, la vida pasa en un tren. Es un viejo ferrocarril cuya máquina funciona a través de una caldera que calienta agua quemando carbón y que provoca una densa y negruzca humareda. Es un tren peculiar porque la locomotora, no encabeza el convoy sino que está situada entre los vagones de los pasajeros. Aunque para ser exactos deberíamos decir que hay dos vagones situados antes de la locomotora y todos los demás van detrás.

En ese primer vagón, libre del humo, viaja el rey del país y toda su corte de prohombres.  El segundo va vacío. Lo usan como seguridad ante posibles incidencias.

En los vagones de detrás, viajan los súbditos colocados a conveniencia.

El primer vagón detrás de la locomotora, el cuarto de la caravana, justo detrás de la carbonera, lo ocupan los que hacen que la caldera funcione, suministrando carbón constantemente al fuego, cargando el agua en cada parada y revisando los manómetros para que todo fluya como el rey y su séquito esperan. A pesar de que sin ellos el tren se pararía, son los que peor aire respiran, teniendo una paupérrima esperanza de vida justamente a causa del humo.

En el siguiente vagón al que ocupan los carboneros, va el servicio de la corte. Cocineros, mayordomos, sirvientes en general que se creen unos privilegiados porque acceden diariamente al vagón presidencial a través de una pasarela que bordea la locomotora. Se ríen de los maquinistas por su color negro fruto del hollín que se les pega como una lapa y procuran no cruzarse con ellos por si les tiznan con su negrura.

Tras ellos, están los coches habitados por los llamados ilustres medios que se dedican al suministro de bienes para la cocina, a  supervisar las reparaciones y el mantenimiento general de la caravana sobre raíles. Estos casi nunca ven al rey y a su corte pero sienten fervor por ellos, hasta el punto que creen que si el vagón que encabeza la comitiva no estuviera allí situado, el tren descarrilaría y todos se irían a la mierda.

Y en el último vagón viajan los que no tienen que ser parte formal de la corte para vivir como ellos o incluso mejor. Son los que han convencido al rey de que ni los carboneros, ni los sirvientes son necesarios, porque en los alrededores de la vía, hay personas que pueden hacer su trabajo por la mitad de precio y sin la carga de tener que llevarlos en el tren. Le han prometido al rey que sin ellos, se reducirá la factura de carbón y las paradas para el agua. En realidad el coste es justamente el doble por sus comisiones. Para que no se note, han decidido reducir el aporte diario de comida a los habitantes de esos vagones y están dejando sin trabajo a los medios que han empezado a sentir cierto malestar porque están viendo que sus hijos ya no tendrán cabida en ese tren.

Sin embargo en el vagón dónde viajan los ilustres medios, así como en el de los carboneros y en el de los sirvientes, no todos piensan igual. Unos pocos, quieren que el tren se modernice y se cambie la máquina de carbón, que cada vez empeora más la salud de más viajeros, por una eléctrica que calentaría el agua a través de unos paneles solares instalados por todos los vagones. Son casi los mismos que ven cómo se endurecen las condiciones del convoy. Los que saben a ciencia cierta que todo es consecuencia de los habitantes del último vagón que están arruinando el país y sirviéndose del sistema para su beneficio. Son también los mismos que quieren asaltar el vagón de la realeza para desalojar a los que allí toman el té y leen el periódico mientras los de atrás mueren de enfermedades respiratorias y a consecuencia de la cada vez más raquítica ración de comida. Han propuesto que ese departamento sea ocupado por personas del tren a través de la elección directa por los propios pasajeros.

No hace mucho que han descubierto una pequeña grieta en la caldera. El hallazgo ha corrido como la llama en un reguero de pólvora. Los del primer vagón, incluido el rey, cree que los culpables de la misma son todos aquellos que abogan por el cambio a la tracción eléctrica, que han saboteado la locomotora.  Y no les preocupa mucho, porque no creen que si la caldera acaba explosionando, a ellos les afecte. Los del último vagón conocen las consecuencias, pero como siempre, prefieren sacar beneficio de la adversidad. Le han ofrecido al rey reforzar con acero la caldera. El humo será aún más intenso y espeso y necesitarán más carbón, pero eso a ellos les queda lejos. Los que ocupan el vagón de los ilustres medios, en general no están preocupados porque creen ciegamente en el rey y están seguros de que la caldera nunca va a estallar. A ellos nunca les pasa nada. Los carboneros saben que si la caldera estalla, serán los primeros en morir. Pero la mayor parte de ellos tienen miedo porque si se cambia la máquina por una eléctrica, serán desembarcados del tren. Los sirvientes, como los medios, creen que eso solo afecta a los carboneros. La realeza no puede vivir sin sus servicios y están seguros de que a ellos, nada les puede afectar. Aunque ya les está pasando, con los recortes en la comida, aunque no parecen ser conscientes.

En una parada inesperada, han subido al tren unos cuantos ingenieros. Son ilustres de la energía limpia. En su honor el rey y su corte han pintado los vagones, del tercero al quinto de un blanco resplandeciente y han instalado cientos de bombillas para que siempre sea de día. La pintura es altamente contaminante por la cantidad de plomo que lleva y para poder encender todas las bombillas tendrán que poner el manómetro de la caldera en rojo.

La mayor parte de los pasajeros que han acudido a ver los vagones recién pintados, aplauden la iniciativa y se han quedado obnubilados por la luminosidad del espacio.

No piensan en la caldera, porque lo importante es que todo está precioso y los ingenieros, como ellos, van a quedar impresionados.

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Cumbres borrascosas

La casualidad ha querido hacer coincidir este año, ese invento maléfico del imperio globalizado al mundo consumista que llaman Black Friday, con la Cumbre del Clima 2019. Es como organizar una semana contra las drogas, mientras se liberaliza la venta de cocaína, heroína y éxtasis a las puertas del evento.

Claro que en esta coyuntura dónde lo que más importa es la estética y no la ética, el pueblo que trabaja o reside cercano a los Recintos Feriales de IFEMA en Madrid, permanecen preocupado por los posibles disturbios que puede traer consigo la conferencia. En realidad lo que les preocupa no son los disturbios, sino que sea su vehículo el que sufra un ataque vandálico. Del mismo modo están histéricos por las retenciones que puedan producirse como consecuencia de la citada cumbre. Y es curioso porque en una metrópoli como Madrid, donde diariamente para recorrer en hora puta los escasos 30 km que hay entre Leganés y el IFEMA se tarda entre una y dos horas, lo que preocupan son los quince minutos más que puedas tardar en llegar al curro y no la cantidad de recursos contaminantes (CO2 por desplazamientos,  por consumo eléctrico, por carburante, …) que se emplearán para la cumbre.

Pero como digo, es la estética lo que importa. Y no hay nadie que aproveche más la estética que la derecha española. El alcalde de Madrid, el alcahuete de los de la COZ, ha aprovechado la conferencia del Clima para autodotarse del título europeo de “Green City”. Un título otorgado por la Comisión Europea a aquellas ciudades que se distinguen por su política medioambiental y que jamás ha sido otorgado a Madrid. El Green City es justamente lo contrario al Madrid del Alcahuete que desde su llegada ha intentado acabar con lo poco “verde” que tiene Madrid como el “Madrid Central”, o ha llenado el centro de la ciudad de bombillas cuya contaminación lumínica ha sido reprochada por numerosas organizaciones ecologistas. Como la estética es lo importante, presumía en un twit del sábado 30 de noviembre de estar plantando árboles. Plantas, que seguramente, como sus predecesoras, acabarán sucumbiendo a la falta de cuidados como el riego posterior o las podas indiscriminadas fuera de temporada. Pero además, en el caso de subsistir a la negligencia del Ayuntamiento, sus resbaladizas hojas, acabarán siendo un peligro para los viandantes, de nuevo por la negligencia de una corporación, que racanea el personal de saneamiento municipal.

Como digo, en esta coyuntura en la que la estética se impone al raciocinio, mientras en esta encuesta realizada por The Objetive los ciudadanos españoles perciben el cambio climático como la mayor amenaza para el mundo, esos mismos ciudadanos se gastan una media de 269 euros en este invento maléfico del consumismo llamado Black Friday, la mayor parte de ellos, en ropa que se produce en el mal llamado tercer mundo entre tintes que contaminan las aguas, enferman a los esclavos que las fabrican y producen cientos de toneladas de C02 en su logística.

Volviendo a la encuesta, llama también la atención que mientras solo el 3% de los encuestados niegan el cambio climático y el 84% creen que las medidas que se toman para evitarlo son insuficientes, sin embargo, según el barómetro del CIS el 63% de ellos opinan que es reversible. Porque en esta sociedad aborregada por la televisión, se tiene presente que hay cosas malas, aunque siempre se cree que esas cosas nunca les van a pasar a ellos y que, al final, vendrá la mano de dios, o de San Pedro, para impedir que sucedan para todos.

En la misma encuesta, en el reparto de responsabilidades y conforme a esa teología cristiana de que los culpables siempre son los demás (el demonio, la maldad, la serpiente, la mujer, …) los encuestados opinan que la mayor responsabilidad se reparte entre las empresas, los gobiernos y otros países. Solo uno de cada dos de los hombres creemos que la responsabilidad es nuestra. Entre las féminas, ese dato crece hasta el 61% que por algo son mucho más listas que nosotros.

Trayendo la estadística a la vida cotidiana, los responsables del cambio climático que hace que hasta en Burgos puedan crecer ya olivos son: el Primark por vender camisetas a dos euros, el gobierno por permitir que las venda y China, Bangladesh o la India por fabricarlas con esos colorantes tan contaminantes y por meterlas en contenedores que tienen que viajar a la otra parte del mundo. Que estemos en estos días del puñetero invento consumista a hostia limpia para entrar en el centro que esta multinacional tiene en Gran Vía o en el Centro Comercial Plenilunio, no es culpa nuestra. Como decía el borracho, que no lo vendan.

Resumiendo. Esta cumbre climática, como la de París hace cuatro años, únicamente sirven para dar conocimiento general del problema que tiene la humanidad (que no la tierra) por su comportamiento agresivo contra el medio. No es poco. La concienciación es importante. Pero hemos llegado a un punto de no retorno, entre otras cosas porque lo firmado en 2016 que salió de la cumbre de París del 2015, no se ha cumplido ni de lejos. Es decir, concienciar es importante pero no hay tiempo para que esa concienciación sea tan generalizada que incida en la política. Y es muy fácil echarle la culpa a los demás, mientras abarrotamos las tiendas por el Black Friday, mientras usamos el coche hasta para ir al baño, mientras consumimos por capricho frutas y verduras que vienen de miles de kilómetros para cuyo cultivo se están dañando selvas, usando pesticidas y se explota al ser humano.

El español medio, agilipollado por esos cantamañanas televisivos que en sus programas matutinos además de desinformar hacen que las personas crean que lo importante son las idioteces que suceden en los realitys de sus cadenas (o de la contraria como en el caso de una presunta violación de la que se ha dado mucho ruido y ninguna denuncia), meten miedo a la gente sobre presuntos (también) futuros gobiernos progresistas, mientras ellos tienen la pasta en SICAV desde las que evaden impuestos, está más preocupado por quién ha ganado un reality sobre cocina que porque sus hijos o nietos acaben desapareciendo por imposibilidad de que el ser humano, por su carácter de alimaña terrestre que destruye el medio en el que vive, sea capaz de sobrevivir a una tierra con condiciones de temperatura y pluviosidad extremas.

Sigamos consumiendo como si no hubiera un mañana para que justamente no lo haya.

Salud, ecología, feminismo, república y más escuelas.

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