Cumbre de la CELAC: Integración o barbarie

La integración latinoamericana fue defendida por los libertadores fundacionales, Bolívar a principios del siglo XIX, por Martí a finales, por Sandino en Nicaragua e incluso por Rodó

Por Carmen Parejo Rendón

Este fin de semana en los Estados Unidos Mexicanos asistimos a la cumbre de la CELAC, Comunidad de Estados latinoamericanos y caribeños. Treinta y tres países que se encuentran en antípodas ideológicas se reunían en una cumbre marcada por un debate histórico que ha atravesado, formado y deformado, el futuro y presente de todo el continente americano.

Aunque sean muchos los debates subyacentes – y los desvíos y las distracciones interesadas- lo que realmente se ponía sobre la mesa en México era, una vez más, la liberación de los pueblos americanos, algunos- como el país anfitrión- en el bicentenario de su primera independencia.

En España entre 1820 y 1823 se produce lo que se conoce como el trienio liberal. Esta experiencia es destruida por la vuelta al absolutismo tras la invasión de las fuerzas reaccionarias europeas de la Santa Alianza con los 100 mil hijos de San Luis.

En este contexto, los británicos invitan a los EEUU para unirse a una declaración conjunta con el objeto de impedir que la España absolutista reclame e imponga sus principios ideológicos en los territorios americanos liberados. EEUU responde con una contra declaración donde fija la máxima de “América para los americanos”, dejando claro que esa declaración unilateral debe «atar las manos de todas las potencias, Inglaterra inclusive, pero que se las deje libres, entera, absolutamente libres en América, a Estados Unidos». Tal y como explicó el propio John Quincy Adams, secretario de Estado de Monroe y posterior presidente.

Bajo esta premisa, y aprovechando que el proceso de independencia de las 13 colonias británicas, que daría paso a EEUU, tuvo lugar casi cuarenta años antes que los procesos de independencia de sus vecinos, se han llevado a cabo múltiples acciones que garantizasen esa expansión estadounidense. Golpes de Estado, invasiones, bloqueos, sanciones… Todo con un único fin: asegurar un patio trasero de dominación hegemónica continental que dé salida a sus exportaciones y que además sirva como refuerzo para competir por la hegemonía mundial.

Solo así, EEUU, un país que surge de territorios colonizados ha podido convertirse en lo que es hoy, primera potencia mundial, pese a las contradicciones de hegemonía que actualmente se puedan ir desarrollando.

Este elemento constitutivo de los EEUU y su papel en el mundo es clave para entender por qué, incluso hoy, siguen desarrollando una política injerencista contra todo país latinoamericano que se salga de sus dominios. Es esto, y no ninguna cuestión metafísica sobre “democracia”, lo que explica las acciones contra la República de Cuba, la República de Nicaragua o la República Bolivariana de Venezuela. También, la que explica la persecución contra Lula, Vilma, Cristina Fernández o Rafael Correa. Es esta necesidad de control la que a su vez explica el papel de la OEA (conocida popularmente como ministerio de colonias) en el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia.

Esta situación también es clave para entender a qué se refieren los líderes progresistas latinoamericanos cuando hablan de la necesidad de un segundo proceso de independencia. Y este conflicto histórico que ha marcado el devenir de esos pueblos también será fundamental para entender la propia creación de la CELAC, que de entrada es un foro de integración independiente de ese influjo.

La dependencia neocolonial determina el papel de productores de materias primas y mano de obra necesarias en su momento al imperio inglés, europeo y al imperialismo estadounidense. Esto provoca que incluso en países donde se produce una industrialización incipiente solo se llegue a un nivel medio de desarrollo capitalista y que esto se produzca de una forma dependiente que imposibilita el paso a una fase de gran industria. En síntesis, la doctrina Monroe, también es responsable de las complicaciones compartidas de los países americanos para garantizar su propio desarrollo económico, lo que genera unas fuertes desigualdades y dificulta el acceso a una mejor calidad de vida de sus habitantes. A su vez, la dependencia económica también se refleja en una falta de soberanía política. La integración latinoamericana, desde la perspectiva económica, facilitaría la respuesta colectiva ante el saqueo y sería la única forma de garantizar un camino compartido hacia el desarrollo social y económico que permitiese a su vez una mayor equidad social y su propia emancipación como estados soberanos.

Como destacó durante la cumbre el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, muchos de los líderes miran como ejemplo a la Unión Europea, cayendo en una contradicción de base, puesto que el desarrollo imperialista de las principales potencias de la comunidad económica europea, es opuesto al desarrollo de las economías dependientes americanas. Así, es más lógico mirar a situaciones similares como las que enfrentan organismos como la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), la Organización de Cooperación de Shanghái o la Unión Africana.

La CELAC surge a propuesta de Lula Da Silva, expresidente de Brasil, produciéndose el encuentro constitutivo en México, bajo la gobernanza del derechista Felipe Calderón, el 23 de febrero de 2010. La intromisión de EEUU ha sido constante a través del control que ejercen sobre distintos países de la región. Un ejemplo fue el reciente espectáculo lamentable protagonizado por Luis Lacalle, presidente de Uruguay, que pretendió imponer la agenda de una OEA -que como dijimos tiene hoy serios problemas de legitimidad- dentro de la cumbre. Mostrando también un problema base de estos pueblos como es la creación de una oligarquía nacional parasitaria, dependiente histórica del neocolonialismo que, además, ha sido protagonista de la implementación del modelo neoliberal en sus respectivos países. Un modelo neoliberal que lejos de combatir la situación de subdesarrollo, desigualdad y neocolonalismo; lo ha fortalecido aumentando la dependencia internacional de la economía de esos países. Ayudando -doscientos años después de la independencia- entre otras cosas, a la “vuelta de los españoles”, ya no como Imperio sino a través de la expansión de sus capitales con multinacionales como Repsol, Telefónica o el Grupo Santander. Provocando un destrozo del tejido social y el aumento del crimen organizado y de migraciones masivas desesperadas.

Es esta cuestión y no otra la que estaba sobre la mesa en la cumbre de la CELAC. En esta cumbre vimos América al desnudo y los porqués profundos que hay detrás de las campañas mediáticas, económicas y políticas contra determinados países. Sería fundamental no caer en distracciones y atender a este debate si queremos aproximarnos a comprender no sólo el desarrollo pasado de los pueblos latinoamericanos sino la naturaleza real de los procesos emancipatorios de carácter progresista que se han ido desarrollando en ellos.

La idea de integración latinoamericana no surgió ahora. La integración latinoamericana fue comprendida y defendida por los libertadores fundacionales, por Bolívar a principios del siglo XIX, por Martí a finales de ese mismo siglo, por Sandino en Nicaragua e incluso por Rodó, que nada tenía que ver con su compatriota Luis Lacalle.

La integración latinoamericana será un paso fundamental para la segunda y definitiva emancipación de todos los pueblos americanos.

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