Cultura | Un puñado de personas en una habitación

Por Jose Arcangelo Beatrice @r0bore


Aquella tarde, ávido de contenidos audiovisuales, en la que terminé con dolor de cabeza por la ingesta de cuatro películas sin apenas pausa entre ellas (ritual que me gustaría reproducir al menos una vez cada par de años, aunque sin la molestia), divagué acerca del rasgo que tenían en común dos de ellas. Este tipo concreto de películas me ha llamado la atención de tal manera que me lanzo al visionado con bastante prisa una vez soy consciente de su existencia. De hecho, ya estoy esperando a que la siguiente entre en mi radar. Me gustaría hablar, y de paso, si surge el interés, recomendar el pequeño universo que emana de una premisa inicialmente muy simple y concreta, pero que puede ramificarse en ilimitadas posibilidades.

Supongamos que el autor cuenta con más talento que presupuesto. Es posible que sea su primera cinta. No puede invertir una millonada en actores ni en decorados así que partirá de una premisa sencilla que tenga sentido: un puñado de personas en una habitación.

personas-habitacion

Llegando al núcleo del tema que quiero abordar, parece que hemos solucionado el primer escollo. A partir de aquí, vamos a ver si realmente tiene posibilidades.

Aviso a los lectores: Los títulos han sido colocados de manera que no supongan ningún destripe sustancial. Como mucho, desvelan algún aspecto de la premisa inicial que queda resuelta antes mismo de aparecer los primeros créditos.

Hablamos de un grupo, probablemente reducido, de personas que han llegado a ese lugar por sus medios [Coherence (James Ward Brykit, 2013)] o, en ocasiones, habrán despertado ahí sin saber por qué [Circle (Aaron Hann, Mario Miscione, 2015)].

Se enfrentan a un gran enigma, ya sea relacionado con ese extraño espacio [Triangle (Christopher Smith, 2009); Cube (Vincenzo Natali, 1997], con el secreto de alguno de sus ocupantes [ Man on Earth (Richard Schenkman, 2007)], o con la imperiosa necesidad de averiguar cómo abandonar el lugar o permanecer en él a toda costa, quizás para sobrevivir. Por lo tanto, dependiendo de si los miembros del grupo se conocen o no entre sí y confían los unos en los otros, se puede afrontar el misterio con un razonamiento grupal en el que cada cual aporta su punto de vista específico o de manera más individualista y escrupulosamente prudente, donde germina la sospecha [The Invitation (Karyn Kusama, 2015)] o incluso la paranoia. Cobra importancia el background, carácter y personalidad de cada uno y, por lo tanto, los recursos de los que disponga para prevalecer o los que pueda aportar al grupo.

En ocasiones, el mundo exterior es dibujado a partir de los diálogos y reflexiones de los personajes. Puede no ser mostrado ni un segundo por pantalla, pero constituye el contexto para que la acción tenga lugar. El mismo grupo de personas y el mismo lugar pueden dar mucho juego si de pronto introducimos una nueva regla: un simple cambio en cómo funciona, por ejemplo, el tiempo [Arq (Tony Elliott, 2016)]. Cierto es que el ser humano también puede introducir sus propias y perversas reglas ya sea por lo que considere curiosidad científica (un tanto distorsionada) o por esas incómodas extrañezas que, sin embargo, nos definen como parte del colectivo de los habitantes de este mundo y de este tiempo. Dejo a identificación de este último aspecto a interpretación y a la reflexión sobre Exam (Stuart Hazeldine, 2009) y The Killing Room (Jonathan Liebesman, 2009).

La siguiente serie de películas incumplen alguno de los puntos que he expuesto pero las siento cercanas a las que he mencionado a pesar de esa diferencia:

Primer (Shane Carruth, 2004), tenía un presupuesto ínfimo y un elenco muy reducido. Presenta una historia de viajes en el tiempo muy sesuda y trabajada, pero no encierra a sus personajes … juntos.

Moon (Duncan Jones, 2009), Ex Machina (Alex Garland, 2015), 10 Cloverfield Lane (Dan Trachtenberg, 2016) y Tape (Richard Linklater, 2001), cuentan, todas ellas, con personajes encerrados y aislados, pero ya nos encontramos ante rostros conocidos tanto detrás como delante de las cámaras y, por lo tanto, otros presupuestos. No obstante, tienen «ese espíritu» del que vengo hablando. No dejan de ser mujeres y hombres atascados en una situación y que buscan una salida. En su conjunto es un reflejo claro de la vida rutinaria y sometida a los designios de las élites, sin perspectiva de cambios de verdad en el plazo de dos o tres generaciones como mínimo, sumergida en distracciones tramposas que terminan por vendernos la sensación de normalidad pretendida sin conseguir, en cambio, que nos convenzamos del todo de que no somos más que los sujetos de prueba de algún experimento o, directamente, solo números.

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