Cultura | Los Austrias y la deforestación en España

Por Eduardo Montagut

En la época moderna española no hubo ninguna catástrofe forestal como la que sufrimos en la actualidad, pero sí es cierto que el paisaje se alteró en aquella etapa histórica. La tala de bosques hizo que algunas zonas terminaran convirtiéndose en páramos. También hubo cambios de especies. El roble y otros árboles longevos retrocedieron ante el pino, empobreciendo los recursos forestales.
Las causas que explican el fenómeno de la deforestación en el Antiguo Régimen son varias, primando unas sobre otras dependiendo de los lugares.
En primer lugar, hay que entender las particularidades de la agricultura extensiva, propia de la época, por su íntima relación con los bosques y montes. La presión demográfica llevaba a la extensión de los cultivos a través de las roturaciones. En momentos de crisis el bosque respiraba, ya que se frenaban las rozas y podía crecer el sotobosque en los terrenos abandonados, que solían coincidir con los de menor rendimiento agrícola. En las zonas de difícil aprovechamiento agrícola, en áreas montañosas o semimontañosas, el bosque resistía mucho mejor. La actividad ganadera también incidía en los árboles.
El carbón vegetal y la leña, fuentes de energía fundamentales hasta la Revolución Industrial, fueron factores muy importantes en el retroceso del bosque. Entre las industrias que empleaban mucha leña estaría la textil, ya que se necesitaba mucha potencia calorífica para la elaboración de tintes. Otro factor tendría que ver con la construcción: la madera era elemento fundamental en todo el sistema de vigas. La construcción de navíos, especialmente los de la Armada Real, incidió en los bosques de las zonas marítimas cercanas a los astilleros y arsenales, generando fuertes conflictos entre los concejos y los comisarios de la Marina que buscaban la madera. No olvidemos que los grandes barcos de guerra necesitaban miles de árboles.

Las autoridades del Antiguo Régimen intentaron defender el bosque. Los municipios en cuyos términos había una gran riqueza forestal comenzaron en el siglo XVI a aprobar ordenanzas sobre la tala de árboles para proteger esos recursos, creándose oficiales para vigilar su cumplimiento, los guardias de montes. La administración real generó una amplia legislación, al respecto, tanto sobre la tala como sobre los plantíos. Los Reyes Católicos dieron una Pragmática en 1496 por la que se restringía la tala de árboles a los grandes bosques y solamente de ramas, para que en el futuro pudieran seguir dando leña. El emperador Carlos promulgó otra Pragmática en 1518 sobre formación de montes y arboledas con unas ordenanzas, al respecto. Estas disposiciones especificaban la necesidad de que en cada lugar se estudiase dónde era conveniente plantar montes y pinares, así como dónde establecer pastos para el ganado sin dañar la agricultura. Se pretendía encontrar un equilibrio entre los tres aprovechamientos, algo harto complicado. Las autoridades locales tendrían la obligación de apremiar a que los vecinos plantasen árboles y vigilar que no se talasen, estableciendo las correspondientes penas por incumplimiento de las ordenanzas. El problema fue siempre el incumplimiento de lo dispuesto, provocando que se repitiesen las disposiciones. Carlos I tuvo que insistir a corregidores y jueces de residencia para que se obedecieran las ordenanzas, tanto en 1525 como en 1543. Felipe II volvió sobre lo mismo en 1558. Pero además, a instancias de las Cortes de Valladolid de 1555, se prohibió que los ganados pudieran entrar en los montes que se quemasen, práctica que debía estar muy extendida para aumentar los terrenos dedicados al pasto. En esta disposición también se hacía referencia a que los vecinos que tuvieran licencias para cortar árboles fueran obligados a reponer lo talado con tres nuevos. Tampoco se permitía cerrar los montes a ningún vecino o comunidad. Por último, se estipulaba que los dueños y pastores del ganado cabrío no pudiesen entrar en estos plantíos.
Los Austrias fueron grandes defensores de los montes de su propio patrimonio. Eran dueños de extensos bosques en los Sitios Reales, administrados por la Junta de Obras y Bosques. Felipe II plantó miles de árboles y demostró una gran preocupación por la importancia de la conservación de los bosques para las futuras generaciones. Se dieron muchas normas y disposiciones sobre los bosques reales, que fueron recopiladas en tiempos de Carlos II. No olvidemos también la importancia que estos bosques tenían para una de las actividades favoritas de los monarcas, la caza, un recurso muy vigilado y de disfrute exclusivo.

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