Cultura | Joe Hill, sindicalista y cantautor

Por Carlos Cesar Álvarez

En las últimas décadas del siglo XIX, el sindicalismo se desarrolló en Estados Unidos en un contexto marcado por tres características: una fuerte inmigración procedente sobre todo de Europa, el acceso al mercado laboral de esclavos liberados tras la Guerra Civil (1861-1865) y la expansión del país hacia el Oeste. Ya entrado el siglo XX, una de las organizaciones de trabajadores más relevantes fue la Industrial Workers of the World (IWW), fundada en 1905, que reunía socialistas revolucionarios y anarcosindicalistas.

En las frecuentes huelgas y jornadas de protesta organizadas por la IWW destacaba la presencia de un joven que interpretaba canciones que hablaban de la vida de los obreros, la opresión y la injusticia social. Decía llamarse Joe Hill, pero había nacido en Suecia en 1879 y su nombre real era Joel Emanuel Hägglund. Pertenecía a una familia obrera de religión protestante y desde niño aprendió a tocar diversos instrumentos, como el órgano, el piano, el acordeón, el banjo, la guitarra y el violín. Tras la muerte de su padre en accidente laboral y de su madre por enfermedad, en 1902 decidió probar fortuna emigrando a Estados Unidos en compañía de Paul, uno de sus cinco hermanos. En ese país, que era la tierra de promisión para muchos jóvenes europeos, trabajó de minero y de estibador, dos de los oficios más duros. Más tarde se trasladó a San Pedro, California, cambió su nombre por Joseph Hillstrom y encontró ocupación como mecánico en la industria.

Se afilió al IWW en 1910. Por entonces este sindicato se dedicaba a boicotear las marchas del Ejército de Salvación. Los wobblies (como eran llamados los afiliados al IWW) se situaban en la calle al lado de los conservadores y cantaban las mismas canciones que ellos pero con letras diferentes, de carácter satírico. Joe escribió algunas de estas letras, como por ejemplo, la del tema “The Preacher and the Slave” (El predicador y el esclavo), parodia del himno del Ejército de Salvación. La letra de Joe Hill decía:

Predicadores de largos cabellos salen cada noche,

pretenden decirte lo que está mal y lo que está bien.

Pero cuando se les pregunta qué tal algo de comer,

ellos responderán con su dulce voz:

 

Comerás en el futuro

en aquel glorioso lugar sobre el cielo.

Trabaja y reza, vive sobre el heno.

Comerás pasteles en el cielo cuando mueras.

Estas canciones de lucha fueron célebres entre los trabajadores y llegaron a recopilarse en un libro titulado “Songs of the workers”, que fue más conocido como “The Red Songbook” (El cancionero rojo)

A Joe Hill se le considera el primer cantautor protesta. Frases como la siguiente demuestran que él manejaba ese concepto: “Si una persona logra reunir unos pocos hechos evidentes en una canción y disfrazarlos con un manto de humor para amenizarlos, conseguirá llegar a un gran número de trabajadores poco formados o indiferentes para leer un panfleto o un editorial sobre economía.”

Hay constancia de que en 1911 Joe Hill viajó a México, donde se dice que colaboró con los anarquistas en la revuelta contra Porfirio Díaz, y a Hawaii, aunque se desconocen las circunstancias de este segundo viaje. En 1913 fue encarcelado por organizar una huelga de estibadores en San Pedro. Se convirtió en un personaje molesto al que nadie daba trabajo, por lo que decidió trasladarse a Utah donde encontró empleo en las minas.

El 10 de enero de 1914 un carnicero llamado John Morrison y su hijo Arling fueron asesinados a tiros durante el asalto a su tienda en Salt Lake City. Antes de morir Arling tuvo tiempo de disparar su revólver y herir a uno de los asaltantes.

Esa noche Joe Hill acudió a la consulta del doctor Frank M. McHugh con una herida de bala en el vientre. Joe afirmó que había recibido el disparo en el transcurso de una disputa a causa de una mujer, pero se negó en todo momento a dar más detalles, ni a identificar a la dama, probablemente casada, con la que había pasado la noche. Otros cuatro hombres fueron atendidos en la ciudad ese día por heridas de bala, pero la policía solo detuvo a Joe, el único comprometido políticamente. Él no tenía ningún motivo para matar a un carnicero, pero sus acusadores pronto encontraron uno: John Morrison era un antiguo policía y Joe debía odiarlo por razones políticas.

El arma del crimen nunca fue encontrada. Joe fue juzgado y condenado a muerte a partir de pruebas circunstanciales, sin testigos fiables que declarasen contra él. Uno de sus abogados declaró: “Lo más importante que el Estado tenía contra Hill es que era un miembro del IWW y por lo tanto era sin duda culpable. Hill trató de mantener al IWW al margen… pero la prensa lo señaló.”

Joe pasó casi dos años en prisión. Durante ese tiempo siguió escribiendo canciones como “The rebel girl”, inspirada en la activista Elizabeth Gurley Flynn y que él consideraba su mejor composición:

Hay mujeres de muchas clases

en este extraño mundo, como todos saben.

Algunas viven en hermosas mansiones

y usan la mejor ropa.

 

Hay reinas y princesas de sangre azul

cuyo atractivo está hecho de diamantes y perlas.

Pero la única mujer de pura sangre

es la chica rebelde.

 

¡Esa es la chica rebelde, la chica rebelde!

Para la clase trabajadora, es una perla preciosa.

Ella trae coraje, orgullo y alegría

a los luchadores rebeldes.

 

Hubo peticiones de clemencia, algunas llegadas desde Suecia, y el propio presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, se interesó por el caso. Sin embargo el gobernador de Utah, William Spry, que era el único que podía conmutar la pena al reo, se negó a ello.

En su última carta a su amigo y dirigente del IWW, Joe Hill escribió una frase que ha quedado para la historia: “No me lloréis. ¡Organizaos!”

Joe Hill fue fusilado en la prisión del Estado de Utah el 19 de noviembre de 1915, a los 36 años. Dicen que él mismo ordenó abrir fuego al pelotón de ejecución. Ese día un niño de tres años jugaba en las praderas de Oklahoma. Su nombre era Woody Guthrie y sería el encargado de recoger el testigo de Joe Hill. Y tras él, Pete Seeger, Bob Dylan, Joan Baez y otros muchos.

La “Balada de Joe Hill” es una canción compuesta en 1936 por Earl Robinson con letra de Alfred Hayes. Los milicianos americanos del Batallón Lincoln la trajeron a España durante la Guerra Civil. Años más tarde, Joan Baez interpretó el tema en el Festival de Woodstock.

 

 

¿Mató realmente Joe Hill al comerciante? Bob Dylan escribió lo siguiente: “Joe, muy popular entre todos los trabajadores del país -mineros y matarifes, rotulistas y herreros, yeseros, montadores de calderas, fundidores-, los unió y luchó por los derechos de todos, arriesgó su vida para mejorar las condiciones de las clases bajas, los desheredados, los trabajadores peor pagados y tratados del país. Basta con leer su historia para formarse una idea del personaje y llegar a la conclusión de que no era el tipo de persona que roba y asesina sin más a un tendero. Eso no concuerda con su manera de ser. Cuesta creer que lo hiciera por cuatro monedas. Su vida es un ejemplo de honor y justicia. Era un hombre sin rumbo, un espíritu protector, un soldado de a pie. Sin embargo, los políticos e industriales que lo odiaban lo consideraban un criminal curtido, enemigo de la sociedad, y esperaron durante años la ocasión de deshacerse de él. Lo declararon culpable incluso antes del proceso.”

El testamento de Joe quedó expresado en este poema:

Mi testamento es fácil de decidir

porque no hay nada que repartir.

Mi familia no necesita preocuparse y gemir,

«El musgo no se agarra a una piedra rodante».

 

¿Mi cuerpo? Oh, si pudiera elegir

yo lo reduciría a cenizas,

y dejaría a las alegres brisas soplar

mi polvo a un lugar donde crezcan flores.

 

Tal vez una flor que se esté marchitando

vuelva a la vida y florezca de nuevo.

Estas son mis últimas voluntades.

Buena suerte a todos ustedes.

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