Cultura | James Baldwin y EEUU: El fin de una era

Por Eduardo Nabal y Juan Argelina

 Algunos, como la legendaria feminista Gloria Steheim, piensan  que los EEUU no están preparados para ser presididos por una mujer. Me da que no es ese el problema ya que  H. Clinton ha demostrado ser una estratega de primer orden y  feroz continuista de las políticas de sus predecesores aunque menos querida y populista en tiempos de recesión que su contrincante ya en el poder. Obama no hizo mucho de lo que prometió, decepcionó a propios y ajenos   y en su lugar tenemos a uno que además de multimillonario es machista, racista, homófobo y con resabios de chulo facistoide. Muchos de los que hoy lo apoyan o han apoyado (con argumentos variopintos) parecen haberse librado del superego censor de los movimientos antirracistas, feministas, LGTB etc., en favor de un racismo latente y falsamente popular, que hoy empieza a desvanecerse ante las verdaderas políticas interiores y exteriores del nuevo presidente.  Pero tampoco Trump  podrá hacer lo que quiera porque a escala global  gobierna el dólar, los mercados y no solo los presidentes. En cualquier caso no está de más recordar, en nombre de los perdedores que siguen muriendo en los barrios mas desfavorecidos de EEUU, a un gran escritor que en las décadas más convulsas del siglo pasado dio voz desgarrada a esas grandes minorías que hoy temen por lo poco que han conseguido.  El excelente documental “I’m not your negro” de Raoul Peck –donde se funden el pasado y el presente-  ha vuelto a llamar la atención sobre el valor de su la figura personal e histórica de Baldwin no solo en la década de los sesenta sino como profeta de la violencia y la alienación de posteriores generaciones. Uno de los mayores exponentes de a llamada narrativa afroamericana del momento además de un autor comprometido, a su manera y dentro de las cortapisas de su época, con la liberación homosexual fue el novelista y dramaturgo James Baldwin que estuvo cerca de la campaña política Marthin Luther King y desconfió de algunas proclamas iracundas de Malcom X, hacia un pueblo todavía discriminado, de forma más sutil o violenta, en los EEUU. A pesar de que ha tenido  un presidente negro lo cierto es que sigue habiendo barrios estigmatizados, una elevada discriminación laboral. Un alto tanto por ciento todavía elevado de los  y las trabajadoras peor remunerados siguen siendo afroamericanos o la cada vez más variada y valiente gente de origen hispano. Ha habido pequeños cambios pero no cambios profundos. Más vistosos que reales. Las estrellas de cine afroamericanas se siguen pudiendo contar con los dedos de una mano y dependiendo de la zona de EEUU se les ofrecen más o menos oportunidades. Para acceder a la educación universitaria deben o proceder de familia muy acomodada o, lo más habitual, ser grandes deportistas. El profundo Sur donde Baldwin ambientó algunas de sus novelas no es tan diferente en sus raíces del que existe en estos tiempos de temor y recesión. Además Baldwin que hoy es recordado en muchos sitios por el ser el autor de “El cuarto de Giovanni” (sobre el amor imposible entre un turista estadounidense y un joven italiano) tuvo que enfrentarse a los prejuicios hacia las mujeres y los gays o bisexuales en un sector de la comunidad negra organizada. Es paradójico que tanto en el movimiento LGTB como, sobre todo, en el movimiento negro (de gran fuerza casi en la misma época) las personas afroamericanas “no heterosexuales” tuvieran que sufrir formas refinadas de sexismo o racismo, igual que las lesbianas anglosajonas en un sector del movimiento feminista más escuchado.

Hay poco y, en general, mal traducido de este escritor que escribía con las tripas, dejándose la piel en sus personajes que traspasando la autobiografía se situaban entre la gran literatura estadounidense con dimensiones de fresco social, épica y denuncia social. Pero el retrato  humanista está presente en todas sus creaciones, dramatúrgicas, novelísticas o ensayísticas. Un autor que paso de ser un novelista hábil a un hombre de letras comprometido con su tiempo que dejó su pueblo para irse a la ciudad, como tantos  otros,a buscar una oportunidad donde encontró círculos literarios y hermanos de raza pero también formas mas sofisticadas de racismo y homofobia vigentes en la década donde sitúa sus obras más importantes. Algunos de sus trabajos como la pieza dramática “Blues para Mister Charlie” o “Blues de la calle Beale” han sido llevados al cine, esta última actualizada por el francés Robert Guediguian. Aunque sus obras narrativas mas respetadas siguen siendo “Ven y dilo en la montaña” u “Otro país” donde muestra el desamparo de los negros de los barrios bajos sometidos a la presión policial, la desconfianza y el estigma social. A lo que se une la descripción de una lucha todavía ardua por ser aceptados como gays o lesbianas (y ahí tenemos el testimonio de Audre Lorde) dentro de los movimientos de clase o raza. La amenaza de ser recluidos en guetos más pobres, la más temible de la cárcel o el linchamiento siguen en la memoria herida pero llena de vitalidad de las historias de uno de los novelistas, sino mejores, más sinceros e intensos del siglo XX.

Su paso de la identidad individual (en una sociedad individualista) a la “toma de conciencia colectiva” aparece documentada no solo en sus libros sino también en diversas entrevistas, intervenciones políticas y denuncias, tímidas pero certeras, del machismo y la homofobia en todas las clases, razas o religiones. No es cuestión de sumar opresiones sino de cuestionar la normalidad y su artificiosidad y el concepto mismo de “minoría” a través del tiempo.

La vida y obra de James Baldwin muestra la evolución, son los tiempos en que Rosa Parks se sienta en un autobús desafiando una prohibición racista, mueren asesinados por la derecha de EEUU tanto Marthin Luther King como Malcom X. También aparece unido al jazz y a otros autores que por primera vez mencionaron la homosexualidad en la Norteamérica conservadora de los años cincuenta como  Patricia Highsmith, Tennessee Williams, Nela Larsen, Truman Capote, Carson McCullers, James Purdy o Howard Fast, este último incluido en la lista negra del senador McCarthy y autor, entre otras novelas , de “Espartaco” y “El compromiso” .  También encontramos en Baldwin la herencia del gran poeta y narrador  gay Lagston Hughes (uno de los padres del “Renacimiento de Harlem”)  o de afroamericanos de renombre más cercanos en el tiempo como Richard Wright (Native Son), Ralph Ellison (El hombre invisible, reeditada en castellano recientemente) o posteriormente Chester Himes (Por el pasado, llorarás). Aunque nadie en la academia de aquí o de allá negaría el hecho de la discriminación o la articulación de subculturas raciales para comprender la narrativa de Baldwin todavía hay quien piensa que su vivencia de la homosexualidad en la sociedad macarthysta es un  hecho irrelevante o sobre el que se puede pasar rápidamente.

Muchos libros de James Baldwin fueron traducidos al castellano hace mucho tiempo y sigue siendo un famoso desconocido como ocurre con la dramaturga Lillian Hellman o la novelista Shirley Jackson. Pero la fuerza de obras sobre la violencia racial como “Blues para Mister Charlie” o la riqueza de matices de clase y género depositadas en “Otro país” hacen de él un autor, todavía, a reivindicar. Baldwin políticamente estuvo mas cerca de Luther King que de Malcom X aunque las memorias de este último siguen siendo un documento impagable sobre una lucha entendida de forma autobiografía personal como en el caso de los recuerdos carcelarios de Angela Davis o las experiencias juveniles de Audre Lorde. Pero al mismo tiempo, Lorde (madre, negra y lesbiana) contó la experiencia de las afroamericanas sin recursos en un libro menos belicoso que los del reverendo y médico, la fascinante “Zami”, recién editada (por fin) en castellano.

Baldwin es heredero del renacimiento del Harlem, muchas de sus historias pueden leerse con música de jazz que antes de su estandarización perteneció a los negros y a otras minorías que expresaban así su lamento pero también su enorme sentido de la belleza, huyendo del victimismo a favor de la poesía. Así Louis Astromg, John Coltrane, Charlie Parker  o sobre todo Nina Simone (“Strange fruit”) cantaron al amor y la lucha, pero también a la experiencia de la negritud en la asfixiante Norteamérica sureña. Baldwin desmontó esos mecanismos mentales por los que el oprimido adora al opresor.  En sus novelas no faltan los diálogos, un estilo dinámico  otro algo mas desfasado, que no obstante, no logran rebajar el interés humano y la calidad literaria de toda su obra. Un mundo de humo, baterías, subsuelos, compañerismo, miedo, persecución y homoerotismo que  fue recreado de forma barroca y estetizante por el cineasta queer Isaac Julien en su estilizada “Looking for Lagston”, agarrándose a la belleza del color diferente de las pieles de los personajes.

Rompiendo esquemas  y quitando velos Baldwin ocupa un puesto de importancia de transición en la literatura afroamericana y en la literatura gay o que aborda, con cada vez menos prejuicios, la diversidad sexual y amorosa. Nacido en Harlem, su obra es más intimista que la de los famosos beatniks pero también más profunda. Como ellos amo el jazz, la autodeterminación y el empoderamiento de la gente señalada por su raza, orientación sexual o procedencia social y geográfica. Todo esto lo deja claro en sus frases sobre el amor. “El amor no es un punto de partida o llegada es un verdadero campo de batalla y conquistas”.

Por estos lares si bien a florecido cierta literatura LGTB la literatura racial ha sido menos fructífera, así en los márgenes de lo poscolonial en mas fácil encontrar autores marroquíes en Francia o pakistaníes en Inglaterra que ver publicadas las obras de los y las gitanos, las gentes que emigran o que vuelven. Tal vez solo Latinoamérica haya brillado como una herida luminosa y productiva en el campo de las letras en castellano. La raza, el género, la orientación sexual, la clase social, la diversidad funcional etc. son elementos que unen pero también separan en el miedo. No debemos verlos únicamente  como vectores de opresión o victimización sino también como chispas de creatividad, corrientes de lucha o espacios de posibilidad por explorar aún en los tiempos más oscuros para un país que, como el nuestro, no teme al ridículo.

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