Los movimientos anti-vacunas no han pisado tan fuerte el Estado español como en otros países vecinos gracias a esta cultura social adquirida de concebir la Sanidad como cuidados básicos y universales.
Por Nerea Fernández
El tema de los cuidados y construir comunidad frente a este sistema destructivo que aboga por la individualidad en vez de lo colectivo está cogiendo mucha fuerza últimamente. O será que es un asunto que a mí me apasiona y no hago más que leer sobre ello. Lo que no cabe duda es que cada vez más columnistas escriben sobre cuidados, vecinas, barrios, relaciones (amistad o parejas) que cuidan y cómo construir un nuevo sistema donde los cuidados sean prioridad. Y no hay mayores cuidados que una Sanidad Pública, así, con mayúsculas, para todas.
Desde que comenzó la pandemia hemos puesto el foco en que reforzar la Sanidad debía ser una prioridad, así como mejorar las contrataciones del personal sanitario y sus condiciones laborales, liberar las patentes de las vacunas y más medidas sociales para no dejar a nadie atrás, entre otras. Después de casi dos años seguimos a trompicones con la Sanidad: la atención primaria está desbordada (en casi todas las CC. AA. aunque unas más que otras) y conseguir una cita médica es como conseguir que Twitter sea un espacio agradable. Vamos, bastante imposible.
Ha habido movilizaciones a favor de la Sanidad y en contra de los despidos de los sanitarios de refuerzo que han sido, digamos, discretas, cuando los números son escandalosos: 8000 sanitarios despedidos en Andalucía, 4000 en Euskadi, 1500 en Extremadura, 3500 en Murcia, 4700 en Castilla-La Mancha o casi 10.000 en la Comunidad de Madrid. No solo es que aún estemos con la pandemia, sino que se han visto mermados las atenciones a otras enfermedades o incluso para acceder a una PCR: muchas personas en ciertas comunidades se están autogestionando ellas mismas cuando son positivas en Covid, por no hablar que los precios de los test de antígenos (que tampoco son infalibles como una PCR, pero es lo único accesible que tenemos) están subiendo.
La Sanidad son cuidados, ese tejido de personal sanitario, trabajo colectivo de enjambre, donde el paciente es atendido por una red conectada de diferentes profesionales para garantizar su bienestar y salud, es algo a proteger, así como la cultura sanitaria que tenemos; no vemos la Sanidad como un bien de mercado sino como un derecho básico, es gracias a esto lo que ha hecho posible la elevada cantidad de personas que se han vacunado. Los movimientos anti-vacunas no han pisado tan fuerte el Estado español como en otros países vecinos gracias a esta cultura social adquirida de concebir la Sanidad como cuidados básicos y universales.
Personalmente, siendo migrante en un país tan neoliberalizado como Irlanda, donde las ciudadanas pagamos una elevada cantidad de impuestos sin que estos acaben en lo público, echo mucho en falta un bienestar social en mi país de residencia. Llevando casi ocho años en el extranjero, solo he podido ir al médico en dos ocasiones por urgencias médicas graves, teniendo en cuenta que al ser trabajadora precaria no puedo permitirme un seguro médico (ni mis empleadores me lo pagan ni yo puedo pagarlo de mi bolsillo). No me hago revisiones, a pesar de tener ciertos problemas de salud que deberían estar controlados y evito ir al médico si no es por causa de fuerza mayor. No hay cuidados ni un bienestar sanitario y social para las que vivimos allí y la sanidad (privada, claro) que hay es de mala calidad, apenas hay personal sanitario y no hablemos de las infraestructuras o el material y equipo médico. Cada vez que veo a ciertos partidos políticos querer privatizar las administraciones o elogiar la sanidad privada mientras desmantelan nuestra Sanidad Pública me pregunto si la sociedad de este país comprende lo que esto significa.
Cuidemos nuestras redes, cuidemos a nuestras vecinas y cuidemos nuestra Sanidad. Porque como decía David Graeber en su artículo Caring too much. That’s the curse of the working classes , nosotras, la clase trabajadora, nos cuidamos, tejemos redes de solidaridad y nos preocupamos las unas de las otras; creo que es nuestra mayor fortaleza aunque David lo señale como nuestra maldición. Por eso tenemos que defender la Sanidad Pública como uno de los mayores logros sociales que hemos conseguido y no permitir que la malogren. Queremos todo el poder para lo público.
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