Cuando las izquierdas saltan por la ventana, el fascismo entra por la puerta

Por Jordi Ortiz i Lombardía

En el momento en que las izquierdas dimiten de su responsabilidad para explicar sin complejos que el capitalismo es un sistema antipersonas, la ultraderecha encuentra campo libre para apropiarse de los carriles centrales de la autopista del voto «antisistema». Cuando las izquierdas optan por operaciones cosméticas reformistas o cuando aceptan el chantaje posibilista del mal menor para blanquear soluciones que engordan la fase actual neoliberal de financiarización de la economía, el ultranacionalismo despliega alegremente y sin apenas otra competencia su discurso radical ante las clases populares víctimas, precisamente, de su austericidio.

Por incomparecencia de las izquierdas, las nuevas formas del fascismo pueden vender ante la clase trabajadora un discurso retrógrado, racista, xenófobo, machista y patriotero como única enmienda visible a la totalidad al sistema de desorden político y económico que la ahoga. Las izquierdas fracasan estrepitósamente cuando no se rebelan decididamente contra un mainstream y una opinión publicada que imponen el marco mental y el frame cocinado en los think tanks del neoliberalismo global. Laboratorios políticos que para alcanzar su objetivo de perdurabilidad no dudan en servirse de productos ultras como Trump, Bolsonaro y Salvini (o Casado, Rivera y Abascal) bajo una falsa apariencia antistablishment, última versión actualizada del gatopardismo lampedusiano de toda la vida.

Las izquierdas no pueden abandonar la radicalidad ideológica de construir continuamente contrapoderes y alternativas postcapitalistas para ofrecer una narrativa rebelde de transformación real y plausible a las clases sociales desfavorecidas por la globalización capitalista. Si lo hacen, si dimiten de esa responsabilidad histórica, estarán lanzando por la ventana tal vez la última esperanza de proclamar desde el internacionalismo que lo primero son las personas y la vida. Al mismo tiempo, estarán abriendo la puerta de par en par para que los fascistas vuelvan a pasar, como ya pasaron en los años treinta del siglo XX.

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