Cuando la salud y la muerte no son mainstream ni aplausos ni dinero

 

Por Ricard Jiménez

«Llevamos desde 2012 reclamando a la Generalitat el aumento de gasto del 12 al 25 por ciento», exponía uno de los portavoces del Fórum Social Baix Llobregat. Recuerdo en ese momento las Mareas Blancas movilizadas a partir a principios de la última década, ¿os acordáis? Poco caso se hizo a las exigencias contra los recortes y privatizaciones del sector sanitario.

A escasos metros, en la puerta del Hospital de San Joan Despí Moisès Broggi, a medida que avanza la tarde se va formando una larga cola. En la sombra del árbol puede apreciarse una sentencia lapidaria, que refleja de forma rotunda el quid de la cuestión: «estamos cansados».

Justo enfrente, una nueva dotación, el nuevo anexo, «para el que aún no se sabe se dispondrá de personal suficiente para hacer funcionar estas 36 camas de más», explica el portavoz. De momento sigue en obras y tampoco parece que su finalización lleve un ritmo vertiginoso. La maquinaria a un lado, el andamiaje sin quien lo suba.

Hace ya unos 200 años un barbudo exponía la disyuntiva de contrarios como recurso historiográfico para dar cuenta de la realidad, sin embargo, en España incluso la muerte y la enfermedad se explican mal. En medio de una pandemia, que ha afectado al mundo, y parte del extranjero, la alternativa ha tomado la abnegada deriva de Covid o no Covid. Desde el Fórum Social Baix Llobregat insisten, «ahora la gente está concienciada sobre la importancia de una sanidad pública», pero ¿estamos seguros de que esta afirmación es así?

Como decía, en España, aunque creo que en Occidente en general, la muerte y la enfermedad se explican mal. La travesía pandémica comenzó con excusas y evasiones discursivas, pero pronto explotaría en forma de cifras, de curvas rectilíneas en ascenso. En esos días – y aún ahora – las instituciones imposibilitaron la vía informativa veraz, se prohibieron los accesos a hospitales, centros de salud, morgues, tanatorios, cementerios. Dudo mucho que a la prensa generalista le preocupe, lo importante suelen mostrarlo en forma matemática, desde sus oficinas y siguiendo las notas de prensa institucionales.

«Hoy han muerto tantas personas como si se hubiera estrellado un avión». Esta era y es, porque seguimos en alguna ola, una comparativa recurrente. Visual, corta, concisa, pero que a mi personalmente solo me servirá para ponerme más nervioso si algún día tengo que volver a coger un avión. Si ni ahora son capaces de mostrar el dolor y la soledad… Imaginaos lo que le importa que se estampe un avión… Aunque pensándolo fríamente…. Un accidente aéreo es el momento idóneo para la exageraciones de las Ana Rosas, quizá porque no implica el repensar el modelo social, sanitario y económico actual.

«No somos superhéroes», han repetido una y otra vez desde el sector sanitario, «solamente hemos hecho nuestro trabajo de forma precaria».

Sanidad pública o privada, es aquí la encrucijada. Para tratar la defensa de la primera opción suelen utilizar, en la dialéctica del arte de «birlibirloque», los tremebundos relatos norteamericanos, quienes en sus hidalgas proezas del American Dream, por falta de atención – y los abusos de la privada-, terminan usando antibióticos de piscifactoría o insulina para perros.

Estas situaciones extremas se cuentan con total ligereza desde el otro lado del charco y con total grandilocuencia y discurso de superioridad, porque claro, aunque los sanitarios sigan exigiendo, nosotros tenemos sanidad pública y esas cosas no pasan… O sí…

Carlos es una persona que trabajó hasta los cincuenta y tantos años, últimamente como repartidor, «pero he hecho de todo en tantos años, pero tuve un accidente por el que perdí la visibilidad de un ojo y claro, con más de cincuenta años y sin un ojo, ¿Cómo reparto ocho horas al día?».

Después de muchos trámites Carlos consiguió una ayuda de 450 euros mensuales, «pero se me pudrieron los dientes, yo no me puedo costear el arreglármelo, y en la sanidad pública no me cubren todo el procedimiento». Por ello Carlos ha solicitado la asistencia bucodental para personas sin recursos y debe demostrar ante la asistente social, quien ya lo ha visitado «dos veces», que realmente no tiene recursos.

Otro tema, que fue debate en redes durante casi dos días e hizo hasta que Errejón se pusiera una camiseta al respecto – nótese la sorna -, es el psicológico, un paraje casi inexplorado e inaudito en la sanidad pública. Probablemente, recuperando la contradicción de antónimos y contrarios, sea porque es un problema que afecta, en su mayoría a la clase trabajadora. La incertidumbre, la presión, la sobrexplotación, la precariedad…

Podría hablarse también sobre el debacle y desastre de la privatización de las residencias… Ayer, tras estas reflexiones, volví a tratar de acceder a contar estas realidades desde el interior, el cómo se entrecruzan con ingenuidad inaudita aquello que es Covid y lo que no – además de un acercamiento próximo a lo que ha sido y sigue siendo la pandemia – pero a las instituciones, todo lo que no sea para sostener su relato, incomoda… ¿O habrá algún otro motivo? Lo curioso es que, a unas generaciones y a una sociedad en general que encuentra como núcleo central que estamos «hasta los cojones de todo», nos sigan intentando lisonjear y galantear con la misma idea del Estado del bienestar, con las mismas exposiciones analgésicas…

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.