Crímenes sin castigo, o cómo la UE convierte el Mediterráneo en una fosa líquida

Estas tragedias representan solo una fracción de las pérdidas humanas causadas por las travesías del Mediterráneo que intentan diariamente las y los refugiados y migrantes procedentes del Sur global a bordo de embarcaciones improvisadas.

Por Eirini Gaïtanou & Stathis KouvélakisViento Sur

El naufragio del 14 de junio en el Mar Jónico se ha sumado a la larga serie negra de tragedias similares, de las cuales solo una parte goza de cobertura mediática, o incluso de cualquier denuncia. Con sin duda más de 650 muertos (104 supervivientes de un total de 750 a 800 personas a bordo), este naufragio ya es el segundo más mortífero jamás registrado en el Mediterráneo, después del del 19 de abril de 2015 (más de 900 muertos) frente a la costa libia pero superando la “tragedia de Lampedusa” de octubre de 2013 (366 cuerpos encontrados).

Sin embargo, por aterradoras que sean, estas tragedias representan solo una fracción de las pérdidas humanas causadas por las travesías del Mediterráneo que intentan diariamente las y los refugiados y migrantes procedentes del Sur global a bordo de embarcaciones improvisadas. Las estimaciones varían pero lo cierto es que se cuentan por decenas de miles solo en la última década: 27.000 desde 2014 según Missing Migrant Project, entre 17 y 18.000 para el período 1993-2014 según otras estimaciones, entre las más moderadas. Por lo tanto, se trata de una verdadera hecatombe, que se ha producido y se desarrolla a diario, sin que esto plantee ninguna emoción particular fuera de eventos percibidos como excepcionales como los naufragios mencionados anteriormente.

Más allá de la contabilidad macabra está, por supuesto, la cuestión de las responsabilidades políticas. Las de los Estados, claramente, pero en lo que respecta a nuestro continente, la de la instancia que define en detalle e implementa el marco general, a saber, la Unión Europea (UE). Porque, contrariamente a lo que a menudo se dice, las fronteras europeas no siempre han sido letales para las poblaciones del Sur, y, en cualquier caso, ciertamente no a la escala a la que las opiniones públicas se han acostumbrado durante décadas. El fenómeno deja de ser marginal a partir de 1990, cuando comienzan a establecerse los dispositivos del espacio Schengen, y no crece hasta 1995, cuando el dispositivo se aplica plenamente.

Por lo tanto, es la llamada política de “externalización de fronteras”, el reverso de la “libre circulación” (muy relativa) dentro de ellas la que, al reducir drásticamente (y cada vez más), las vías de acceso regulares a los Estados miembros de la UE para las personas que vienen en particular del Sur global ha llevado a viajes cada vez más peligrosos y mortales. La metodología de lo que comúnmente se conoce como la Europa fortaleza se ha traducido así en una política deliberada de dejar morir a nivel masivo.

Esta política está ahora justificada por la “promoción de nuestro estilo de vida europeo” según la denominación adoptada oficialmente por la UE para designar el ámbito en el que tiene lugar la política de asilo y migración. Implícitamente pero no menos claramente, una vida no europea, especialmente si es no blanca y / o no cristiana, puede darse por amortizada, en nombre de la defensa de los supuestos “valores” que fundan “Europa” tal como los diversos tratados del neoliberalismo constitucionalizado la han formado a lo largo de décadas.

A decir verdad, tal escalada mortal no puede sorprender por parte de una construcción de un continente del que partió la expansión colonial e imperialista, con la procesión de horrores que la acompañó. Es de esta Europa de la que hablaba Frantz Fanon cuando escribió, en conclusión de Los condenados de la tierra: “

“Hace siglos que Europa ha detenido el progreso de los demás hombres y los ha sometido a sus designios y a su gloría; hace siglos que, en nombre de una pretendida «aventura espiritual» ahoga a casi toda la humanidad. Véanla ahora oscilar entre la desintegración atómica y la desintegración espiritual.(…) Europa se ha negado a toda humildad, a toda modestia, pero también a toda preocupación, a toda ternura. No se ha mostrado parsimoniosa sino con el hombre, mezquina, carnicera, homicida sino con el hombre”.

Es con esta Europa, y con ese “Occidente”, que aún hoy se atreven a desfilar como modelos de moral y civilización en la escena internacional, con quienes tenemos que romper radical y definitivamente.

Para nuestra humanidad común, es urgente.

Stathis Kouvélakis

El naufragio de Pylos y la política europea de migración y asilo

Hay momentos en los que las palabras no pueden dar cuenta de la verdad, en los que las imágenes parecen incapaces de captar la realidad vivida. En la mañana del miércoles 14 de junio, nos informaron de un nuevo naufragio en el Mediterráneo, uno de aquellos de los que quienes nos ocupamos de la cuestión de las y los refugiados, oímos hablar constantemente, con más intensidad en los últimos tiempos.

Las primeras noticias informaron de 17 muertos y 104 personas rescatadas. Pronto, Watch The Med Alarm Phone, la organización independiente que estableció una línea de ayuda autoorganizada para las y los refugiados en apuros en el Mediterráneo en apoyo de los servicios de rescate, señaló que había recibido una llamada el día anterior, por la tarde, sobre un barco con 750 refugiados a bordo, cerca de la misma zona, y que había informado a las autoridades. Fue entonces cuando las noticias comenzaron a dar un giro aterrador.

El balance final informa de 78 muertos, cuyos cuerpos fueron recuperados, y de 104 supervivientes, todos hombres. Esto significa que, según la información que indicaba que en realidad había alrededor de 750 personas a bordo, el número de personas “desaparecidas” es de aproximadamente 550. Que sepamos, se trata del naufragio más mortífero que se haya producido en Grecia. Desafortunadamente, las esperanzas de más supervivientes son nulas. Además, según los testimonios de los refugiados rescatados y los familiares que buscaban a sus seres queridos, muchas mujeres (algunas embarazadas) y muchos niños se quedaron atrapados en la bodega del barco [razón por la que no hay supervivientes entre ellas].

Cronología sucinta y responsabilidades de las autoridades

La embarcación salió de Tobrouk, Libia, el viernes 9 de junio. Transportaba personas de Egipto, Pakistán, Siria, Palestina y Afganistán, a juzgar por las nacionalidades de las personas rescatadas y las búsquedas realizadas por sus familiares. Seguía la llamada “ruta de Calabria”, una ruta particularmente peligrosa, a menudo tomada por personas que huían del sur de Turquía, o Libia, para llegar a Italia, tratando de evitar Grecia, donde las violaciones de los derechos humanos y los casos de retorno forzados (pushbacks) son comunes. El naufragio tuvo lugar cerca del punto más profundo del mar Mediterráneo, conocido como la fosa o pozos de Oinoussa.

El viaje por esta ruta lleva varios días y obviamente es mucho más peligroso que las vías más directas [pero más cercanas a las aguas griegas]. Es prácticamente imposible saber cuántos barcos y cuántas vidas han perecido en esta ruta. El valioso trabajo de vigilancia y registro de las necesidades de búsqueda y rescate es realizado por organizaciones independientes como Alarm Phone o los buques de Médicos Sin Fronteras, que operan en la zona ampliada de Italia y Malta (y no en Grecia).

El martes 13 de junio por la mañana, fueron contactados por primera vez por el barco que pedía ayuda. Nawal Soufi, una activista de Alarm Phone, que estaba en contacto con las personas refugiadas a bordo del barco, pero también Frontex, registraron estas primeras comunicaciones e informaron a las autoridades griegas competentes. La cronología de eventos registrada por múltiples fuentes (véase la transcripción detallada de Alarm Phone) muestra que había tiempo suficiente para planificar, organizar e implementar una operación de rescate adecuada: pasaron al menos 16 horas entre la notificación inicial a las autoridades griegas y el naufragio final del barco. Sin embargo, no solo no se organizó tal operación, sino que el relato de la Guardia Costera griega tiene serias deficiencias, como han demostrado varios medios de comunicación (por ejemplo, aquíaquí y aquí).

Aunque por el momento no podemos sacar conclusiones definitivas sobre lo que realmente sucedió, algunos hechos son innegables:

– El barco estaba en aguas internacionales pero en una zona de responsabilidad de rescate (SAR: Search and Rescue) griega, algo que nadie ha cuestionado nunca. Por lo tanto, las autoridades griegas eran responsables del salvamento.

– Además, y sobre la base de la cronología trazada anteriormente, las autoridades griegas habían tomado pleno conocimiento del hecho de que el barco estaba en peligro desde hacía largas horas. En general, las operaciones de búsqueda y rescate, cuando las vidas están en peligro, deben ser apropiadas y rápidas, lo que, en este caso, no fue así.

– En estas condiciones, la intervención fue, como mínimo, errónea y demasiado tardía. Los guardacostas deberían haber tenido buques de rescate adecuados, capaces de rescatar inmediatamente a las personas que estaban en el mar alrededor del barco. Y esto sobre todo porque los barcos de la Guardia Costera habían visto el barco y estaban presentes en el momento del naufragio. Sin embargo, uno de los barcos de rescate privados más modernos se encontraba en la zona y nunca fue llamado por el centro de operaciones. El hecho de que incluso las personas rescatadas fueron rescatadas por un yate privado y no por un barco de las autoridades griegas es revelador.

– Cualquier incriminación de las y los refugiados es inaceptable. Las justificaciones de la Guardia Costera y las autoridades griegas, que afirman que un rescate fue intentado pero rechazado por las y los refugiados, son chocantes. Además, las imágenes que se han difundido muestran a los refugiados pidiendo ayuda con las manos levantadas. Estas mismas imágenes fueron grabadas por el activista Nawal Soufi, que estaba en comunicación con las personas a bordo.

– Sin embargo, incluso si este fuera el caso, las autoridades tenían una responsabilidad inmediata en materia de asistencia. El barco no enarbolaba bandera (lo que daba a las autoridades griegas el derecho de acercarse y subir a bordo para su inspección), obviamente no estaba en condiciones de navegar, no tenía certificados ni equipo de rescate. Estaba sobrecargado y, desprovisto de un comandante, estaba a la deriva, lo que hacia necesaria una asistencia inmediata. Por lo tanto, medidas preventivas y proactivas muy serias deberían haber sido tomadas por los guardacostas griegos, con los barcos adecuados.

– Como continuación de las graves deficiencias en el relato proporcionado por las autoridades griegas, es revelador que los guardacostas intentaran atar la embarcación con una cuerda para intentar remolcarla. Mientras que, al principio, los sucesivos comunicados oficiales no lo mencionaban, los testimonios de los refugiados rescatados (en vídeo, pero también a través de líderes y responsables políticos) revelaron el jueves por la noche que los guardacostas habían intentado remolcar el barco con una cuerda. Desde el viernes por la mañana, se han sucedido declaraciones contradictorias de los representantes del gobierno y de la Guardia Costera durante varias horas, hasta que finalmente se admitió que efectivamente habían abordado la embarcación para verificar las condiciones en su interior. Además, el remolque de una embarcación de este tipo con una cuerda, suponiendo que se haya realizado como parte de una operación de rescate (y no de un traslado del barco fuera de la zona de responsabilidad griega), debe considerarse inaceptable y peligroso, ya que conlleva un alto riesgo de volcarla.

En cualquier caso, la magnitud de la tragedia, las graves contradicciones y las deficiencias lógicas de las versiones oficiales, así como las pasadas prácticas ilegales por parte de las autoridades griegas (por ejemplo, las devoluciones en Lesbos recientemente reveladas por el vídeo publicado por el New York Times, y muchos otros), subrayan la necesidad urgente de una investigación inmediata, exhaustiva, transparente e independiente sobre las circunstancias del naufragio. La investigación debe centrarse en lo que se desprende de las comunicaciones registradas (que deberían hacerse públicas), así como en los testimonios de las personas supervivientes y de todas las personas implicadas, con el fin de determinar las responsabilidades políticas, penales y disciplinarias y garantizar la total responsabilidad y transparencia1.

Sobre la política europea (y griega) en materia de asilo y migración

Por supuesto, si queremos hablar seriamente de responsabilidades políticas, hay que designar al primer culpable: la política europea en materia de migración y asilo, cuya política griega es una versión ofensiva. Porque este naufragio no es más que una tragedia predecible, consecuencia de esta misma política.

La realidad es tan simple como trágica: las políticas institucionalizadas y los dispositivos de disuasión sistemática establecidos en las fronteras exteriores de la UE, en otras palabras, la externalización y la militarización de las fronteras que caracterizan la política europea y griega en materia de asilo y migración, combinadas con prácticas ilegales como las devoluciones, violan los derechos humanos fundamentales, dejan a los refugiados a merced de traficantes y, a fin de cuentas, llevan a la gente a la muerte.

Entre estos derechos violados está, por supuesto, el derecho fundamental al asilo: toda persona tiene derecho a solicitar asilo, venga de donde venga y sin importar cómo llegue al país donde presente su solicitud. Las políticas de externalización de la UE tienen como objetivo bloquear a las personas fuera de las fronteras europeas, por lo que ni siquiera pueden presentar una solicitud de asilo. Se trata de una violación flagrante de la Convención de Ginebra y una violación de un derecho fundamental.

Estas políticas se aplican tanto dentro como fuera de la UE. En el exterior: proporcionando apoyo financiero, logístico y político a regímenes que violan los derechos fundamentales (como Libia) para evitar que las y los refugiados lleguen a la UE. Por supuesto, lo mismo ocurre en el interior: la encuesta de Apostolis Fotiadis publicada el jueves 15 de junio por la web de Solomon revela que la Comisión Europea ha hecho más que duplicar las cantidades asignadas a Grecia durante el período 2021-2027 para el fortalecimiento de los equipos, sistemas de vigilancia y recursos humanos destinados al control de fronteras en comparación con el período anterior. Así, el presupuesto para la vigilancia de las fronteras asciende a 800 millones de euros, mientras que solo 600 mil euros (!) están previstos para las operaciones de búsqueda y rescate.

El componente “interior” de estas políticas se ordena en torno a un objetivo simple y aterrador: hacer de la vida de los refugiados y migrantes en la UE un verdadero infierno. Hoy en día, la realidad de la “Europa fortaleza”, incluyendo Grecia, se está convirtiendo en normalidad. En resumen, las políticas en cuestión se articulan en torno al siguiente eje: restricciones severas y obstáculos permanentes al acceso al asilo – retención -, devoluciones y expulsiones. En tal régimen, la persona solicitante de asilo debe demostrar constantemente su “buena fe” para no ser privado automáticamente de sus derechos. Él o ella se encuentra a merced de cualquier decisión política hecha sin su conocimiento y privada de un acceso elemental a la información y las disposiciones relativas a su vida. Debe aceptar la privación de sus derechos sociales y económicos fundamentales (salud, trabajo, educación) y, al mismo tiempo, superar obstáculos permanentes para no ser expulsado, devuelto o encarcelado. O todo esto a la vez, en cualquier orden.

Uno de los efectos secundarios de esta política es la presencia de miles de indocumentados y personas privadas de sus derechos, confinadas a una especie de nada social, ghettizadas y marginadas. La asfixiante realidad en la que viven las y los solicitantes de asilo en las “estructuras de acogida” de las islas del Egeo, totalmente financiadas por la UE, es reveladora. Según una reciente encuesta de Refugee Support in the Aegean (RSA), miles de personas viven en condiciones indignas, privadas de asistencia jurídica, atención médica, alimentos, productos de primera necesidad y acceso a un intérprete. Sus vidas se desarrollan en condiciones de severa vigilancia, control y represión, pero también en aislamiento, lejos del tejido urbano.

El vergonzoso acuerdo entre la UE y Turquía, que constituye en todo caso una aberración institucional y una pesadilla para los derechos humanos, el encierro espacial que se les impone en las islas, los procedimientos acelerados en materia de asilo y fronteras, formalizan la negativa total de la UE a garantizar sus compromisos en materia de protección internacional a los refugiados tal y como se derivan de las convenciones internacionales. Estas políticas siguen teniendo un efecto devastador en la vida de las miles de personas que logran sobrevivir.

Por supuesto, estas políticas son seguidas, intensificadas e implementadas por el gobierno griego con un celo a toda prueba, envueltas en una retórica de extrema derecha, siempre cínica, y dirigida a derechizar constantemente el sentido común en torno a esta cuestión. Con el apoyo de la mayoría de los medios de comunicación, van acompañadas de prácticas ilegales, de la denigración de las y los refugiados y migrantes, de su criminalización, así como de la de los grupos y organizaciones de solidaridad que intentan resistir su aplicación.

Esta orientación de la política europea de asilo e inmigración ha alcanzado recientemente un nuevo umbral: el futuro se ve aún más sombrío. Una semana antes del naufragio, el jueves 8 de junio, el Consejo de la UE validó un mandato de negociación sobre las propuestas legislativas para el nuevo Reglamento sobre Procedimientos de Asilo (APR) y el Reglamento sobre Asilo y Gestión de la Migración (AMMR). Seguirán conversaciones tripartitas con el Parlamento Europeo, con el objetivo de completar inmediatamente la reforma del marco legislativo europeo en materia de asilo, que está en suspenso desde 2016. El mandato del Consejo agrava las desigualdades entre los países de la UE en materia de protección de las y los refugiados introduciendo procedimientos obligatorios en las fronteras, reforzando el concepto de “primer país de entrada” como criterio de responsabilidad e introduciendo procedimientos extremadamente complejos.

Además, y de manera más fundamental, el marco propuesto restringe drásticamente el acceso de las personas a los procedimientos de protección internacional mediante una plétora de normativas que violan el derecho fundamental al asilo. Limita la posibilidad de presentar una solicitud de asilo y adopta una definición extremadamente amplia de “tercer país seguro”. De este modo, permite que Estados que persiguen a sus propios ciudadanos, que no otorgan estatus jurídico y derechos a las personas refugiadas, sean designados como “terceros países seguros” y a las solicitudes de asilo dentro de la UE ser rechazadas en el marco de procedimientos acelerados invocando esta noción, que permite prescindir del examen de la solicitud sobre el fondo.

En realidad, las cosas son muy simples: las lágrimas de cocodrilo y la hipocresía no traerán de vuelta a los muertos y no impedirán una próxima tragedia. La única solución es la reforma radical de las políticas de asilo y migración europeas y griegas, con el fin de garantizar los derechos fundamentales de las y los refugiados y migrantes. Y esto no se puede hacer sin crear rutas seguras y legales que las y los refugiados y migrantes pueden tomar. Sólo así se detendrán los viajes de la muerte.

Detrás de los números hay vidas humanas

Volviendo al naufragio de Pylos, existe otro nivel esencial de responsabilidad, el referido a las personas que estaban a bordo de este barco de la muerte, a las y los supervivientes, las y los muertos, las y los desaparecidos y sus seres queridos. Se trata, sobre todo, del respeto a las vidas humanas: las que se han perdido, las que se han salvado y las de las familias de las víctimas. Los precedentes naufragios en Grecia han puesto de manifiesto enormes lagunas en la información, el apoyo y el cuidado de las personas supervivientes y las y los familiares de las víctimas, el registro de las personas desaparecidas y la información a sus familiares, así como la identificación de las personas fallecidas. En los casos anteriores, las y los supervivientes incluso fueron trasladados al centro de retención de Amygdaleza.

En cuanto a las personas supervivientes de este naufragio, el trato que se les ha dado plantea graves cuestiones. Según las fotografías que se han hecho públicas, se han alojado desde el miércoles en condiciones sórdidas, en un almacén de Kalamata, durmiendo en el suelo, sin recibir productos de primera necesidad. Están excluidas de cualquier contacto con el mundo exterior, la sociedad civil y periodistas, al tiempo que están custodiadas por policías con armas, lo que, al menos, intensifica el trauma sufrido. Al día siguiente, aparecían descalzas en las fotografías. Fue un médico del hospital de Kalamata quien dio su número de teléfono personal a los pacientes hospitalizados para que pudieran ponerse en contacto con sus familias, lo que debería haber sido la primera preocupación de las autoridades. Este simple hecho es revelador de las deficiencias del procedimiento. El video en el que un joven superviviente se comunica con su hermano, que viajó a Kalamata para verlo, mientras estaban separados por las rejas de la habitación en la que estaban encerrados las y los supervivientes, también despertó una gran emoción.

Posteriormente, la tarde del 16 de junio, 71 personas supervivientes fueron trasladadas al campamento de Malakasa y, en el momento en que escribimos estas líneas, 24 de ellos fueron hospitalizados y otros 9 fueron detenidos. Para las personas detenidas, destacamos la inaceptabilidad de la criminalización de las y los refugiados, que hemos visto a menudo en el pasado. Las personas supervivientes de naufragios han sido objeto de graves acusaciones; a veces han sido absueltas después de largos períodos de detención preventiva, y en cualquier caso son designadas como chivos expiatorios.

Para las personas trasladadas a Malakasa para ser registradas, las condiciones del campamento no son de ninguna manera adecuadas para las personas más vulnerables, como las víctimas de naufragio, tampoco lo son para cualquier ser humano. Estas personas corren el riesgo de estar sujetas a un régimen de restricción de libertad por un período de hasta 25 días a la espera del proceso de registro. Teniendo en cuenta los problemas de funcionamiento del servicio de asilo, es muy probable que su detención supere con creces esta duración.

El asilo y la protección deben concederse ahora mismo a las víctimas de esta tragedia. El Estado debe tratarlas como supervivientes de un naufragio y proporcionarles todas las garantías necesarias. Deben beneficiarse de todas las condiciones de acogida, hospitalidad y apoyo psicosocial y jurídico necesarias, y en ningún caso deben mantenerse en campos de detención, ni ser objeto de ninguna incriminación.

Las víctimas del naufragio, las personas supervivientes, las muertas, sus familiares, tienen derechos. Y todas y todos tenemos el derecho y la obligación de construir a su alrededor un escudo de solidaridad y unirnos a ellas y a ellos para reclamar estos derechos, para que se rinda un mínimo de justicia en memoria de las víctimas. Debemos exigir, por todos los medios, una investigación exhaustiva y el establecimiento de responsabilidades, y debemos luchar para revertir la política europea que ahoga miles de vidas y la dignidad de cada uno de nosotras y nosotros en la barrera del Evros, en el fondo del mar Egeo.


Eirini Gaïtanou es politólogo y responsable de comunicación de Refugee Support Aegean.

Este artículo fue publicado originalmente el 17 de junio de 2023 en Jacobin Greece. Traducción de Stathis Kouvélakis para Contretemps.

https://www.contretemps.eu/crimes-frontex-europe-exil-migrations-morts-grece-naufrages/

Traducido por Faustino Eguberri para viento sur.

Desde la publicación del artículo, una serie de testimonios adicionales (algunos de ellos publicados en sitios y diarios de derecha en Grecia) corroboran el hecho de que hubo un intento de remolque, que volcó el barco de las y los migrantes, y que los guardacostas manifestaron a las personas su intención de llevarles a aguas italianas, es decir, su intención de realizar una expulsión Sobre este punto, ver en particular el testimonio de un superviviente sirio (subtitulado en inglés): https://www.youtube.com/watch? v=IOzLIXa1cQ8

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