Por Joseph Healy | 12/02/2024
Durante dos largos años, Irlanda del Norte ha estado sumida en un estado de parálisis política tras las elecciones a la Asamblea en 2022. En estas, por primera vez en su historia, el supuesto “Estado protestante para un pueblo protestante” dio la victoria al Sinn Féin y al nacionalismo irlandés. El berrinche que tuvo el Democratic Unionist Party (DUP) hizo que se negara a volver a la Asamblea y ocupar el segundo puesto, como partido menor, en el gobierno encabezado por la primera ministra Michelle O’Neill. Los líderes y activistas del DUP consideraron que esto era esencial para apaciguar a las bases del partido. Sin embargo, esta actitud tenía que basarse en motivos políticos graves y no reflejar simplemente el pánico sectario causado por la pérdida del control del aparato político por primera vez en un siglo. La excusa fue el Protocolo de Irlanda del Norte.
El DUP, llamado popularmente en Irlanda del Norte Dumb Unionist Party [Partido Unionista Estúpido] venía de cometer un error estratégico tras otro. En primer lugar, por apoyar con entusiasmo el Brexit, cuando la mayoría de la población norirlandesa estaba en contra, especialmente la juventud. En segundo lugar, por tragarse la promesa de Boris Johnson de que “no habrá frontera en el mar de Irlanda”, que el premier británico de entonces les vendió alegremente dentro de la campaña del Brexit y que ahora todo el mundo puede comprobar que no se ha materializado. El acuerdo de Johnson dio lugar al Protocolo de Irlanda del Norte que, con vistas a proteger la condición singular de una región que tiene acceso tanto al mercado de la UE como al del Reino Unido, dispuso que las mercancías procedentes de Gran Bretaña debían controlarse para asegurar que no estaban destinadas a la República de Irlanda y la UE a través de la frontera abierta entre las dos partes de Irlanda.
[El dirigente del DUP] Jeffrey Donaldson decidió posicionarse al respecto y declaró que el Protocolo daba efectivamente un trato diferente a Irlanda del Norte y al resto del Estado británico. Carteles con la consigna No Border in the Irish Sea [No a la frontera en el mar de Irlanda] adornaron las farolas de las zonas unionistas de Belfast y el viejo grito de guerra unionista de No Surrender [No nos rendimos] resonó en todas las comarcas lealistas del norte de Irlanda.
El Acuerdo de Windsor, negociado el año pasado entre el Reino Unido y la UE, cortó las alas del DUP al demostrar que el gobierno británico estaba más interesado en mantener una relación armoniosa con la UE, incluso a expensas de las preocupaciones del DUP. El gobierno británico informó al DUP de que no habría más cambios y de que se habían flexibilizado algunos aspectos del Protocolo con el consentimiento de la UE. Esta clara marginación del DUP enfureció todavía más a las bases del partido, pero este comenzó a perder apoyos en toda la región a medida que se deterioraban los servicios públicos.
La reciente huelga masiva de los servicios públicos, durante la cual algunos huelguistas abuchearon a los negociadores del DUP que iban a reunirse con el Secretario de Estado de Irlanda del Norte y les dijeron que volvieran al trabajo, proyectó una imagen muy negativa del partido. El resultado de los dos años de parálisis gubernamental ha sido la falta de financiación del gobierno británico, lo que ha deteriorado la situación en la sanidad pública, que se halla en un estado mucho más lamentable que en otras regiones del Reino Unido. Además, los salarios del personal sanitario son de lejos más bajos que los que perciben sus colegas de Inglaterra, Gales y Escocia, lo que ha causado un éxodo masivo al otro lado de la frontera con la República de Irlanda, donde los salarios son mucho más altos. Para la población de Irlanda del Norte, esta ha pasado a ser el principal problema político y buena parte del descontento de la gente se dirige contra el DUP.
Quedaba la cuestión política de que el DUP, si retornaba a la Asamblea con mayoría del Sinn Féin, tenía que poder mostrar alguna victoria concreta tras dos años de boicot. Esto ha dado pie al llamado pacto actual, que no supone ningún cambio real del Acuerdo de Windsor y solo ha sido apoyado por el 53 % de la ejecutiva del DUP, dejando a Donaldson en una posición muy delicada y dando alas a los rumores sobre una posible escisión en el partido.
Diga lo que diga Donaldson, el Protocolo sigue en vigor, retocado por el Acuerdo de Windsor. La frontera del mar de Irlanda sigue en pie. Donaldson insiste en la cuestión del control de mercancías, pero nunca ha habido problemas con el comercio entre el norte de Irlanda y Gran Bretaña, ya que a la UE le trae sin cuidado todo lo que se introduce en Gran Bretaña. La UE quiere controlar lo que entra en el mercado único, y esta es la causa de que en el Acuerdo de Windsor persista el carril rojo.
Tal como afirma un artículo reciente de Brian Feeney publicado en The Irish News: “Era esencial cerrar el acuerdo a toda prisa antes de que el sector disidente del DUP tuviera tiempo para ver más allá de la cortina de humo. Una vez consumado el hecho, nadie notará diferencia alguna en el día a día. Excepto en un aspecto, eso sí, uno que viene cargado de muchas consecuencias: habrá una primera ministra del Sinn Féin en la persona de Michelle O’Neill.”
Todo el asunto ha sido un número de teatro político para aplacar los temores de la base unionista, pero básicamente se parece más al rey Canuto tratando de detener la marea cuando la marea unionista de Irlanda del Norte está reculando. El sector duro de los lealistas ha amenazado con bloquear las carreteras de la región este viernes, pero sus fuerzas han menguado mucho en comparación con su apogeo en la década de 1970, cuando la fuerza de los Trabajadores Lealistas lograron paralizar el norte de Irlanda y tumbar el pacto de Sunningdale sobre el reparto del poder.
Para la base del DUP, escuchar a Mary Lou Mac Donald, presidenta del Sinn Féin, declarar a los medios británicos que “la unidad de Irlanda está al alcance de la mano”, es peor que tragar bilis. Con una mujer del Sinn Féin en el cargo de primera ministra en el norte y un posible gobierno del Sinn Féin en el próximo futuro en el sur, presidido por otra mujer nacionalista, el parche de Donaldson en la cuestión del comercio no sirve para compensar la pérdida de poder que ha supuesto en la última década la ruina del unionismo, ahora que el tictac del reloj anuncia el fin del sueño particionista.
Este artículo fue publicado originalmente en castellano en Viento Sur.
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