Coronavirus: entre privatización del sistema sanitario y otras perversiones capitalistas

Por Cecilia Zamudio

La epidemia de Coronavirus pone de manifiesto la perversión del sistema capitalista (por si a alguien le faltaba alguna evidencia):

En el capitalismo, sistema orientado hacia la capitalización de riquezas en pocas manos en base a la explotación de las y los trabajadores y en base al saqueo de la naturaleza, sistema en el que la sanidad es percibida como una mercancía, la mortalidad de las epidemias se multiplica en función de la precariedad del acceso a la salud. En algunos países, como Estados Unidos, no hay sanidad pública, y los costes médicos son exorbitantes para los pacientes; por ejemplo los tests para Coronavirus cuestan más de 3000 dólares en EEUU para un paciente sin seguro privado (al menos 27.5 millones de personas están sin cobertura)[1].

En el capitalismo, en los países en los que todavía queda algo de sanidad pública (luchada por las y los trabajadores), vemos como los hospitales están desbordados dados los recortes en sanidad efectuados en las últimas décadas (desde la caída de la URSS, los supuestos «Estados de Bienestar» capitalistas han venido desmantelando los servicios públicos para agigantar las fortunas de los que capitalizan en base a la privatización de la sanidad, la educación, etc). Hay cada vez menos hospitales públicos, menos médicos, menos personal sanitario contratado, para así provocar la precarización de la sanidad pública y la paulatina privatización de todo el sistema sanitario… para fomentar los negocios de la sanidad privada.

En el capitalismo, de entrada, al iniciar la pandemia, los seguros dijeron que era la sanidad pública la que debía, sola, tratar a las personas infectadas por Coronavirus. Los seguros privados no cubren el tratamiento por Coronavirus, dejando en la estacada a sus afiliados [2]. Evidentemente su objetivo no es la salud, sino el lucro.

Los millonarios, los patrones que explotan a miles de trabajadores asalariados, piden más facilidades para despedir a los trabajadores y piden que los salarios de las personas dadas de baja por infección sean pagados por el presupuesto público, y no por ellos, que son los que les sacan la plusvalía todo el año a esos mismos trabajadores. Además, piden más exenciones fiscales y subsidios (para estos buitres toda oportunidad es buena para capitalizar el dinero de los impuestos). Los grandes empresarios piden más y más dinero público para sus arcas privadas (un robo de alto vuelo). Los gobiernos del Capital, en vez de utilizar el presupuesto público para construir más hospitales, dotarlos de más maquinaria sanitaria y contratar más personal sanitario, de limpieza y desinfección, le entregan el dinero público a los grandes empresarios que se quejan de «pérdidas».

Las verdaderas pérdidas son las que sufre la clase trabajadora: por causa de la precarización del sistema de salud pública, se pierden vidas por listas de espera cada vez más largas para poder consultar especialistas, hacer pruebas o acceder a hospitalizaciones, lo que conlleva diagnósticos y operaciones tardías en enfermedades que no hubieran sido mortales de ser atendidas a tiempo (tumores, etc). En momentos de emergencia sanitaria por epidemia estas situaciones se agravan.

Miles de trabajadores y trabajadoras son despedidos. Otros, bajo amenaza de despido por parte de una patronal que ni siquiera suple el equipamiento de protección, son obligados a ir a trabajar, incluso en sectores no estratégicos. En cuanto al sector de trabajadoras que trabajan a domicilio, ayudando y cuidando a personas dependientes, siguen trabajando en condiciones muy precarias [3]: sin mascarillas o guantes porque la patronal no los suple, teniendo que pagar ellas mismas los múltiples trayectos diarios, con horarios aberrantes, etc. Y en lo relativo a las personas que no tienen contrato, las que trabajan de manera informal, o según capricho de la patronal (un día sí y otro no), su precariedad se incrementa dramáticamente. Los sectores más vulnerables de la clase explotada son los más golpeados: las personas sin techo, las personas desahuciadas de sus casas por la banca, las personas migrantes consideradas “sin papeles” por leyes de inmigración lesivas, las personas ancianas en soledad, van a ser, una vez más, golpeadas de la manera más brutal. Todo sube de precio, hasta lo necesario para frenar una pandemia: los desinfectantes y mascarillas suben de precio de manera exponencial. En los hospitales las máquinas respiradoras escasean, como consecuencia de un sistema sanitario depredado por el capitalismo: algunos pacientes simplemente no tendrán máquinas respiradoras y morirán [4]. El gasto y la investigación médica están supeditados a criterios de lucro, de «rentabilidad» y «propiedad».

El Coronavirus les viene «de perlas» a los grandes capitalistas para justificar la recesión económica ante los ojos de una población alienada por los medios masivos encargados de confundir y de ocultar las verdaderas causas del colapso económico… colapso que cíclicamente genera el Capitalismo dadas las características inherentes a su misma lógica depredadora. Marx escribió al respecto: «El capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos». Históricamente, de las mayores recesiones económicas consustanciales al mismo sistema, los grandes capitalistas han logrado sacar tajada implementando mayor destrucción: desatando guerras mundiales, guerras imperialistas para reencauchar al complejo militar industrial e incrementar el saqueo y la tasa de explotación, siendo la clase trabajadora mundial la que paga con más precariedad, miseria y muerte.

En un sistema socialista, o al que le quede algo de la economía planificada de un sistema que alguna vez fue socialista (como China), los tests son gratuitos, así como los tratamientos y hospitalización. La desinfección constante de los espacios públicos y de los centros de abastecimiento alimentario son una prioridad efectiva. La infraestructura, los médicos y personal sanitario abundan, como es el caso en China y en la Cuba socialista. Cuba hasta envía brigadas médicas a las zonas del mundo más empobrecidas por saqueo capitalista: miles de médicos cubanos trabajan en América Latina, África y Asia, para curar y salvar vidas, en países en los que las personas mueren de epidemias cuya cura fue encontrada hace décadas, pero no es accesible a los más desposeídos del mundo, a los habitantes de las zonas más depredadas y empobrecidas por el capitalismo transnacional [5]. Los países más empobrecidos del mundo son en su mayoría países inmensos en riquezas, antaño saqueados por el colonialismo y hoy por el neo-colonialismo capitalista. A los lugares a los que el imperialismo estadounidense y europeo envía bombas, fuerzas militares, evangelizadores y una supuesta «cooperación» destinada a apoyar las políticas imperialistas (USAID, etc.) [6], Cuba en cambio, como Estado socialista, envía médicos en coherencia con el internacionalismo proletario. Es más, debido a la pandemia por Coronavirus, Cuba y China están enviando especialistas y medicina de la biotecnología cubana a Italia. China envió toneladas de equipos (respiradores artificiales, mascarillas, tests, etc), a una Italia que la Unión Europea no está ayudando como correspondería [7]. España requiere también esa ayuda de China y Cuba.

En un sistema socialista, o al que le quede algo de la economía planificada, de ser necesario se construyen hospitales con última tecnología en escasos días, para suplir muy ampliamente la atención a todos los pacientes (como lo hicieron en China, logrando frenar la expansión del Coronavirus, haciéndolo entrar en fase decreciente). Las mascarillas, desinfectantes y demás insumos de índole preventiva, son entregados como parte de la obvia prevención del contagio encarada colectivamente. No hay carencia de médicos ni de máquinas respiradoras en los hospitales. La investigación médica en países socialistas se destina a buscar tratamientos para curar y no está supeditada a criterios de lucro y «rentabilidad». De esta forma, Cuba puso a disposición un medicamento para tratar el Coronavirus (el Interferón alfa 2B) que ya fue utilizado con éxito en China [8].

Pese al bloqueo económico que mantiene Estados Unidos contra Cuba, el sistema médico cubano ha sido reconocido a nivel internacional, incluso por organismos del mundo capitalista. Por ejemplo, en 2015, Cuba recibió el primer reconocimiento mundial por la Organización Mundial de la Salud (OMS) al eliminar la transmisión del VIH de madres a hijos y de la bacteria causante de la sífilis, un logro importantísimo para toda la humanidad, gracias al sistema socialista cubano.

Mientras Cuba, un pequeño país, bloqueado económicamente, constantemente asediado y calumniado, desarrolla una sociedad orientada hacia el bien común y desarrolla biotecnología para curar a la humanidad; Estados Unidos, país capitalista por antonomasia, sigue invirtiendo gran parte de su presupuesto científico en la Obsolescencia Programada (envejecimiento programado de las cosas para generar más sobre-consumo), sigue desarrollando armamento y perpetrando invasiones imperialistas con sus socios europeos. Mientras se extiende el Coronavirus, se desarrolla una gigantesca maniobra de la OTAN en Europa, denominada Defender-Europe 20. 30.000 soldados estadounidenses están desembarcando desde comienzos de marzo en suelo europeo; a ellos se unirán miles de soldados europeos para maniobras en un territorio que proyectan como el eventual campo de batalla ente la OTAN y Rusia. Las maniobras son extraordinariamente caras para el presupuesto comunitario[9].

«Algún día sabremos si la irrupción del Coronavirus constituye o no un eslabón de la guerra comercial de EE.UU. contra China, aunque podemos tener la seguridad de que si no lo es, no es por problemas éticos al respecto. A quienes lanzaron las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki, perpetraron a lo largo del planeta todo tipo de golpes de Estado, guerras y asesinatos selectivos o provocaron directamente epidemias como la del Dengue Hemorrágico en Cuba, no les tiembla el pulso por razones humanitarias cuando se trata de conseguir objetivos político-económicos», expresa Ángeles Maestro[10]. Más allá de saber, por ahora, si esta epidemia surgió de un virus de laboratorio o no (como algunos señalan [11]), tenemos algunas constataciones:

Cuando una epidemia se encuentra con un sistema de salud pública fuerte, es derrotada con celeridad; cuando esa epidemia se encuentra con un sistema de salud pública debilitado por la lógica capitalista de privatizar todos los servicios para beneficio de un puñado de multimillonarios en desmedro de la población, sus efectos llegan a ser muy graves, impactando particularmente las vidas de la clase explotada, cobrándose vidas que se hubieran podido salvar. Cuando una epidemia se encuentra con un sistema de salud pública inexistente, que es lo que impera en la mayoría de países devorados por el saqueo capitalista, esta causa una mortandad descarnada, como pasa en decenas de países en los que anualmente mueren centenares de miles de personas por enfermedades curables.

Otra de las constataciones es el aprovechamiento de la situación de emergencia por parte de las grandes fortunas: cantidades multimillonarias del presupuesto público son desviadas al sector privado, bajo la sombra del caos y la cortina mediática: «es evidente que el Coronavirus ha servido de desencadenante de la eclosión de una gran crisis económica que hace tiempo se viene gestando. Lo más grave, y no hace falta ser un lince para verlo venir, es que el virus coronado servirá de chivo expiatorio de los nuevos recortes y privatizaciones, incremento de impuestos indirectos y de beneficios fiscales para el capital y, sobre todo, nuevos rescates de bancos con dinero público»[12].

Sobran evidencias de que en un sistema socio-económico como el capitalismo, en el que los medios de producción están en manos privadas, las mayorías estamos a la merced de una élite: de la clase explotadora, cuyas decisiones son en función de su codicia, depredando el planeta, desatando guerras, explotándonos a saciedad. El capitalismo ha sumido a la humanidad en una realidad de espanto: 26 multimillonarios poseen una riqueza igual a la suma con la que malvive la mitad de la población del planeta; un niño muere cada 5 segundos en el mundo por causas evitables (desnutrición, agua infectada y enfermedades asociadas). Vivimos bajo la dictadura del Capital: porque el lucro prima sobre la vida, porque hasta cosas tan esenciales como el sistema de salud, son concebidas como un negocio, con todo el sufrimiento que eso conlleva para las mayorías.

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